viernes, 23 de marzo de 2012

JESÚS A NUESTRO ALCANCE

L A   V I D A   E S   T U   P A L A B R A   (6º  folleto)
S E G U I R   A L   J E S Ú S   D E   L O S   E V A N G E L I O S
  parte





“LA VIDA ES TU PALABRA”: CEBs urbanas, Quito, 2005. PR.



            Desde Quito, las CEBs urbanas del Ecuador tienen la alegría de presentarles este 6º folleto de la colección ‘LA VIDA ES TU PALABRA’ sobre el seguimiento del “Jesús de los Evangelios”.





Í N D I C E

------------------------------------------------------------------1ª PARTE

Presentación

1ª Parte: Del anuncio de la buena nueva a los Evangelios escritos (5 temas)

2ª Parte: El evangelio según Marcos (4 temas)

Parte El evangelio según san Mateo (4 temas)

--------------------------------------------------------------------2ª PARTE

4ª Parte: El evangelio de Lucas (4 temas)

5ª Parte: El evangelio de Juan (5 temas)

Anexos: 1. La vida de Jesús en 5 pasos. 2. Índice detallado del folleto





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 4 ª   P A R T E :   E L   E V A N G E L I O   D E   L U C A S.





ÍNDICE

Introducción

  1. Comunidad
  2. El autor y objetivos
  3. Esquema del evangelio
  4. Claves de lectura

Tema 14: María, Madre de Dios y madre de los pobres. Comentario: La madre de Jesús María en la Biblia.

Tema 15: El llamado que viene de los pobres. Comentario: Comprometerse con los pobres.

Tema 16: Jesús y las mujeres. Comentario: Las discípulas de Jesús. Ministerio de las mujeres.

Tema 17: Señor enséñanos a orar. Comentario: La oración en la vida de Jesús ¡Rezar siempre!





INTRODUCCIÓN



El Evangelio de Lucas es el primer libro de una doble obra histórico-religiosa. Se trata del “Evangelio de Lucas” que continúa con del libro de los “Hechos de los Apóstoles”. Por esto resulta un escrito original en la literatura del Nuevo Testamento.

El propósito de la obra se encuentra en una especie de introducción general (Lucas 1,1-4) en la que el autor se propone “contar los acontecimientos que han sucedido”. Tales acontecimientos son las enseñanzas, la actividad y el destino de Jesús (Evangelio) y los comienzos de la Iglesia (Hechos). Por una parte la enseñanza y actividad de Jesús y, por otra, la existencia de la Iglesia constituyen los dos aspectos del único misterio de la presencia de Dios en medio de la humanidad.

Lucas es un evangelista y un historiador.

-          Como evangelista quiere anunciar la Buena Noticia de Jesús.

-          Como historiador conoce las leyes de la historiografía de su tiempo y reproduce los acontecimientos en torno a la persona de Jesús y a los inicios de la Iglesia de acuerdo a las exigencias de la cultura griega.

Moviéndose en la confluencia de dos tradiciones, helénica y judeo-cristiana, Lucas nos presenta una nueva visión de Jesús y de su proyecto. La característica fundamental de esta visión es el sentido y el ritmo de la historia: su pasado está representado por el Antiguo Testamento; en su centro está la persona de Jesús y el futuro se realiza en el tiempo de la Iglesia.

La historia, pues, se divide en el tiempo de Israel, el tiempo de Jesús y el tiempo de la Iglesia. Para Lucas la Historia de Salvación tiene sus raíces en el tiempo de Israel con sus promesas. Israel no es un pasado muerto, sino el tiempo de comienzo de una obra que culmina en Jesucristo y en la Iglesia. Es el inicio del camino del Espíritu Santo. Lucas parece darle mucha importancia a este hecho: hace nacer a Jesús en el ambiente de los pobres, llenos de las esperanzas del AT (Cf. Lucas 1-2) y presenta a la primitiva iglesia como el vértice de Israel (He 1,5). Como cumplimiento de las esperanzas de Israel, Jesucristo es el “centro del tiempo”. Viene de Dios porque fue concebido por el Espíritu Santo, pero nace en un momento bien determinado de la historia. Una historia marcada por el emperador romano y por los sumos sacerdotes de Jerusalén (Lucas 2,1-2; 3,1-2). Desarrolla su actividad hasta el momento en que, muriendo, sube al Padre (Lucas 24,50-53).

Con la Pascua la existencia de Jesús no concluye, sino que alcanza su punto culminante. Su persona se manifiesta salvadora: sube al Padre y su obra se expande y se plenifica en el Espíritu (He 2,1-13). Habiendo recibido del Padre la fuerza del Espíritu, Jesús lo difunde en el mundo inaugurando de este modo el tiempo salvador para la humanidad q­ue es la Iglesia.

Estos datos fundamentales nos permiten conocer el sentido de la obra de Lucas. Sobre el telón de fondo de los tres momentos de la Historia de Salvación: Israel-Jesús-Iglesia, se revela la unidad de la obra de Dios que, por medio de Israel, prepara el mundo para Jesús y, por medio de Jesús, lo lleva hacia la Iglesia.



A. Comunidad

Lucas es el único evangelista que indica su destinatario, Teófilo (Lucas 1,3). ¿De quién se trata? Existen diversas conjeturas. Puede ser un hombre noble y rico que financió la obra, como se acostumbraba en aquella época. Puede ser un magistrado romano a quien Lucas quiere presentarle a Jesús como el salvador del mundo y defensor de los cristianos. Puede ser también un nombre simbólico ya que “Teófilo” significa “amigo de Dios”.

Pero leyendo el Evangelio y los Hechos de los Apóstoles de Lucas se percibe que los verdaderos destinatarios son las comunidades cristianas esparcidas por el imperio romano. Son comunidades de tradición paulina y se pueden caracterizar como:

  1. Comunidades urbanas, diferentes de las rurales de Palestina. La palabra “ciudad” se repite 40 veces en Lucas, mientras que en Mateo aparece 26 veces y en Marcos tan sólo 8 veces. En los Hechos especialmente Pablo va de ciudad en ciudad.
  2. Comunidades integradas por ricos y pobres. En el Evangelio de Lucas se reflejan permanentemente los contrastes sociales. Por un lado se encuentran los pobres, hambrientos, afligidos, perseguidos (6,20-23); por otro, los ricos (6,24-26) que viven en la abundancia (12,16-21) y en las fiestas (16,19-31) sin preocuparse por la miseria.
  3. Comunidades en que hay cristianos convertidos. Pero estos siguen ligados a instituciones del imperio romano (7,1-10). Lucas no quiere crear problemas con el imperio que ya está persiguiendo a los cristianos en la época en que fue escrito el tercer evangelio, El autor manifiesta una simpatía constante hacia los romanos (23,34; He 16,29-40; 18,12-17).
  4. En Lucas aparece Jesús muy atento con las mujeres (7,36-50; 8,1-3; 10,38-42; 13,10-17; 15,8-10). Esto nos puede revelar que en los destinatarios existía desprecio y marginación a la mujer y, al mismo tiempo, las mujeres eran una presencia significativa en las comunidades.
  5. En Lucas 24,13-35 aparece una situación de desaliento, casi de rebeldía. Las comunidades, hacia los años 80 dC, se encontraban desanimadas, confundidas, sin esperanza a causa de la situación en que vivían. Los cristianos son una pequeña minoría en medio de grandes ciudades y muchos desertaban de la comunidad. Había cristianos que dudaban que Jesús fuera el Salvador y ya no creían como posible el vivir fraternalmente y en igualdad. La propuesta de Jesús corre el riesgo de ser desacreditada.



B. Autor y objetivos

El autor, a pesar de que se presenta de un modo tan personal con el propósito y método de escribir a Teófilo, es anónimo. La tradición eclesiástica, comenzando hacia fines del siglo 2 dC, reconoce a Lucas como autor del tercer evangelio. Quizá porque era un cristiano conven­cido, convertido del paganismo y, probablemente, compañero de Pablo (Cf. Col 4,14; 2 Timoteo 4,11; Filemón 24). No se conoce con certeza quién es el autor. Nadie firma el libro.

Por el texto se deduce que su autor es alguien muy culto, con aptitud para historiador y con dotes literarias. Su lengua materna es el griego. No pertenece al grupo de los apóstoles ni conoció personalmente a Jesús de Nazaret. Se hizo cristiano por la predicación de los discípulos de Jesús. No vivió en la Palestina y conoce poco su geografía; llega a confundir Judea con Galilea (4,44) y en el viaje importante de Jesús hacia Jerusalén sigue un camino complicadísimo (9,51-19,27).

La fecha de composición del tercer evangelio es alrededor de los años 80-85 dC. Debe haber sido escrito en algún lugar de Asia o Grecia. Pero lo más importante es percibir el sentido del evangelio, su objetivo, su finalidad. Sin duda estamos ante una obra teológica de un valor incomparable.

El objetivo de la obra lo encontramos en el prólogo. El autor se propone “componer una narración de los acontecimientos realizados” (1,1), transmitidos por los “primeros testigos presenciales y ministros de la Palabra” (1,2), con la finalidad de poder verificar la solidez de las enseñanzas recibidas (1,4).

Ese mismo objetivo que el autor declara en su prólogo es el que se percibe recorriendo el Evangelio de Lucas. Se trata de la fe en Jesucristo vivida en un mundo marcado por las divisiones sociales, económicas, políticas y religiosas. Dos preocupaciones transitan todo el Evangelio:

-          ¿Quién es Jesús de Nazaret?

-          ¿Qué significa seguir a Jesús?

Lucas intenta responder a estos interrogantes fundamentales. Presenta a Jesús como el “salvador del mundo” (2,30-32; 24,47), como el “liberador de los pobres, oprimidos y marginados” (4,18-19; 6,17-26), como el “Señor” (1,43; 5,8), como el “revelador de la misericordia del Padre” (15,1-32), como el “profeta de Dios” (24,19) y como alguien de mucha acción y oración 6,12; 11,1-13).

Nos muestra también que ser discípulo es caminar con Jesús de Nazaret (9,57-62), ser misericordioso (10,29-37), ser cuidadoso ante cualquier forma de codicia (12,33-34), ser siervo del Señor (12,35-49); en fin, hacer lo que Jesús hizo siguiéndolo en su caminar (14,25-33).



C. Esquema del evangelio

Lucas es un artista de la palabra. Ordenó y dio unidad al relato. Propiamente hizo una composición literaria. Aun desconociendo la geografía de Palestina, Lucas crea un itinerario geográfico para el ministerio de Jesús. La geografía que describe está subordinada a su finalidad teológica. Jerusalén es la meta de llegada de todo el camino de Jesús y el punto de partida de la Iglesia.

La composición literaria del Evangelio de Lucas puede dividirse en cuatro partes: 1) introducción general; 2) comienzo de la misión de Jesús en Galilea; 3) subida a Jerusalén; 4) Jerusalén.



  1. Introducción general: 1,1-4,13
  2. Misión de Jesús en Galilea: 4,13-9,50
  3. La subida a Jerusalén: 9,51-57. Aquí está la parte principal y más original del evangelio de Lucas. El autor concentra su atención en los diversos aspectos de la vida de seguimiento de Jesús.
  4. Jerusalén: 19,28-24,53. Lucas narra una breve estadía de Jesús en Jerusalén donde se enfrenta con las instituciones judías y con la élite de Jerusalén. La narración de la Pasión es común a los otros evangelistas, pero la teología es distinta. Cuando Jesús muere en la cruz, el centurión exclama: “Realmente este hombre era un justo” (Lucas 23,47).

Es Lucas, que añade referencias a las mujeres presentes en el camino al Calvario, como también es exclusivo de Lucas el intento de disculpar a los romanos por la muerte de Jesús: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23,34). Además, solamente Lucas termina las apariciones de Jesús con la Ascensión, omitiendo de esta forma el envío de los discípulos a Galilea. La continuación natural del tercer Evangelio es el libro de los Hechos.



D. Claves de lectura

Teniendo de fondo la Historia de la Salvación, la realidad de las comunidades y su intención teológica, Lucas fijó su atención preferencial sobre algunos aspectos de la vida cristiana:

-          Evangelio del Espíritu

-          Evangelio de la misericordia de Dios

-          Evangelio de los pobres y marginados

-          Evangelio de la fraternidad e igualdad entre mujeres y hombres

-          Evangelio del camino



  1. Lucas es el evangelista del Espíritu (1,35.41; 2,26; 4,1.14; 10,21; 12,10)

      La relación entre el Antiguo Testamento, Jesús y la Iglesia es el Espíritu Santo de Dios quien realiza su acción entre mujeres y hombres. El Espíritu actúa en los profetas de la Antigua Alianza y se manifiesta decisivo en la venida de Jesús. La Iglesia nace del Espíritu. Es el evangelio del Espíritu.



  1. Lucas parte del Espíritu como fuerza liberadora de Dios

      Lucas escribe el “Evangelio de los pobres y marginados, de los pecadores y perdidos” (5,29-32; 7,36-50; 15,1-32). Muestra el obrar de Dios por medio de Jesús como quien sana, perdona y libera. Los excluidos de la Antigua Alianza son rescatados y Dios les ofrece su amor misericordioso (10,29-37; 17,11-19; 19,1-10). En esto se condensa el valor más destacado del tercer evangelio. Los enfermos, los pecadores, todos los marginados, las mujeres y los niños integran las comunidades del Reino. Es el evangelio de la Misericordia de Dios.



  1. La riqueza del perdón de Dios transforma a mujeres y hombres en fuente de amor para los demás

      Sobre esta convicción se fundamenta la exigencia del mensaje económico y social de Lucas. Para ser cristiano es necesario compartir sus bienes con los pobres (12,13-21; 12,33-34; 19,8-9). Para ser discípulo de Jesús es necesario entregar la propia vida como don para los demás (14,26.33). En un mundo donde existen pobres carentes de pan, sin las condiciones necesarias para vivir, la riqueza es iniquidad y se convierte en pecado (6,20-26; 17,19-31; 18,23). Es el evangelio de los pobres y marginados.



  1. En Lucas, Jesús se manifiesta muy atento con las mujeres (7,11-17.36-50; 8,1-3; 8,43-56; 13,10-17)

      El autor del tercer evangelio es quien dice que María es “llena de gracia” (1,28), que Isabel está “llena del Espíritu Santo” (1,41). Hay mujeres que “aman mucho” (7,47), que son “discípulas” (8,1-3; 23,49.55), “hijas de Abrahán” (13,16) e imagen del Padre en dos parábolas (13,21; 15,8-10). Es el evangelio de la fraternidad e igualdad entre mujeres y hombres.



  1. La exigencia radical de Jesús señala el camino del discipulado

      Se trata de un itinerario, de un camino que Jesús recorre desde Galilea en dirección a Jerusalén: centro de irradiación, lugar de muerte, resurrección y misión. Es el camino que todo cristiano debe recorrer con el Maestro. En esta perspectiva tiene un lugar fundamental la oración (11,1-13), la práctica de la misericordia (10,29-37; 15,4-32) y la renuncia a toda posesión (9,57-62; 14,25-27.33; 18,28-30). Es el evangelio del camino.



            Concluyendo también se puede afirmar que el ámbito donde nació y floreció la obra de Lucas es la liturgia. El tercer evangelio se revela como el evangelio de la liturgia de la Iglesia. El ciclo del Adviento y Navidad se basa en las narraciones de la infancia (1-2). La Pascua de Jesús es el tiempo de las apariciones durante 40 días, incluyendo la Ascensión, dato exclusivo de Lucas. La venida del Espíritu Santo, narrada en los Hechos de los Apóstoles, es una exclusividad del autor del tercer evangelio. Cuando celebramos la Navidad, las fiestas de Pascua, Ascensión y Pentecostés, nos referimos siempre a Lucas. Por eso es también el evangelio de la liturgia.





ENCUENTRO 14: MARÍA, Madre de Dios y madre de los pobres
“Yo soy la servidora del Señor” (Lucas 1,38)



Mensaje: María es una figura sencilla, una mujer pobre, una mujer de fe viva, por su acercamiento a Dios y por su solidaridad con los pobres, tanto los de ayer como los de hoy.

La evangelización de América Latina en gran parte se realizó mediante la devoción a María. El pueblo la invocó con los más diversos títulos y expresó su fe en las formas más distintas. Muchas congregacio­nes religiosas nacieron teniendo a María como referencia importante de su espiritualidad. Todas, por lo mismo, cultivan un gran amor a la madre de Jesús.

El texto sobre el cual vamos a reflexionar es uno de los más conocidos de la Biblia. La anunciación a María, la visita a Isabel y el Magníficat, constituyen la fuente mayor de la mariología en la Iglesia. María de Nazaret, la joven comprometida en matrimonio con José, elegida para ser la madre de Jesús, quien visita a su prima Isabel y canta el himno profético de los pobres, es la figura femenina más querida de la fe cristiana.

La narración que nos toca hoy, está centrada en la persona de María. No se trata de una historia propiamente tal, sino de una composición rica en posibles datos históricos y alusiones al Antiguo Testamento.

El evangelio de Lucas nos muestra la acción de Dios en la historia y manifiesta su preferencia por los pobres y marginados. Lucas habla de la concepción virginal de María, sus dudas y compone toda la narración a partir del protagonismo de las mujeres: pobres, viudas, ancianas, estériles y vírgenes.

La sociedad donde se escribieron los evangelios era patriarcal y, en ella, la mujer era considerada inferior al hombre. El movimiento cristiano primitivo significó una gran novedad para la sociedad de aquel tiempo. Exigió un cambio de mentalidad muy radical.



Bienvenida. Canto. Acogida y motivación. Breve oración al Espíritu Santo.

Nuestra realidad: El protagonismo de la mujer

1.      En nuestro medio, ¿cómo se manifiesta el machismo?

2.      A pesar de este machismo, ¿cuáles son las responsabilidades y actividades que asumen las mujeres, en la familia, la Iglesia y la sociedad?

Palabra de Dios. Lucas 1,26-56: El cambio radical de rumbo, en el caso de María.

3.      ¿Cuáles son los personajes que intervienen en estos acontecimientos y que hacen?

4.      ¿Qué es lo que más nos llama la atención en las actitudes y palabras de María?

Hoy nosotros: Recuperar nuestra dignidad, nuestros derechos y nuestro protagonismo

5.      ¿Qué significado tiene para nosotros y nosotras el ejemplo de María?

6.      Después de estas reflexiones, ¿a qué cambios nos sentimos llamados?

Oraciones comunitarias. Canto. Bendición final.



Preparación del próximo encuentro

  1. El texto de estudio del próximo encuentro es Lucas 6,17-26 y el de apoyo es Mateo 5,1-12.
  2. Distribuir las tareas. Es importante que cada participante pueda asumir alguna responsabilidad.





Comentario 14: LA MADRE DE JESÚS. María en la Biblia



El pueblo sufrido de nuestra América siempre cultivó una gran devoción a María (Cf. Puebla 282). Ella ha estado presente en los acontecimientos históricos y en la tradición de cada país existe una Guadalupe en México, Aparecida en Brasil, Luján en Argentina, Copacabana en Bolivia... Son imágenes negras, indias, mestizas o matronas con ornamentaciones ricas, encarnando de diferentes maneras, en cada realidad de sufrimiento la figura de María de Nazaret. En general, las personas simples acuden a los santuarios en peregrinación para buscar soluciones a problemas insolubles. María aparece como la esperanza, la madre, la intercesora, la protectora de los pobres y doloridos. Lo negativo de esta religiosidad mariana sería cuando se limita a peticiones de favores individuales y materiales, cuando quita protagonismo y creatividad, cuando manifiesta a un Dios lejano y ajeno a nuestra realidad, cuando distrae del compromiso comunitario y liberador…

En las Comunidades Eclesiales de Base particularmente, María tiene una gran influencia porque es invocada en contexto de opresión, resistencia y conflictos. En ese contexto, además de ser la madre del cielo, se la considera como la compañera de lucha, la madre de los despreciados, la hermana de los que sufren.

En la Biblia, María tiene un lugar privilegiado por su relación con Jesús. Intentaremos presentar un panorama general de su presencia en las Sagradas Escrituras y de su importancia para las comunidades.



A. EN EL ANTIGUO TESTAMENTO



  1. “Una rama saldrá del tronco de Jesé” (Isaías 11,1)

      María da a luz al Mesías, libertador de su pueblo, anunciado como descendiente de Jesé, padre de David (Cf. Isaías 11,1-16). Esta rama de Jesé, llena del espíritu de Dios, vino con la misión de restablecer el derecho y la justicia en favor de los débiles y de abrir un camino nuevo para el resto del pueblo. Su venida es descrita como la época en que “el lobo habitará con el cordero” (Isaías 11,6).

      A través del Antiguo Testamento se desparraman las raíces de la espiritualidad mariana. Existen muchas mujeres que prefiguran a María: Miriam, Débora, Ana, Rut, Judit, Ester, la madre de los Macabeos... Estas representan a la vez figuras femeninas e imágenes del pueblo. En determinados momentos de la historia encarnan una situación de sufrimiento y se convierten en símbolo o realizadoras de la liberación del pueblo.

      En el contexto de opresión, a lo largo de la historia, principalmente después del exilio, es donde nace la espiritualidad de los pobres de Yahvé, conocidos por su nombre hebreo, como los “anawin”. Las personas despojadas, privadas de sus derechos, que no tienen en quien confiar sino en Dios, constituyen este grupo que resiste gracias a su fe, a la esperanza de que Dios intervenga para revertir su situación de sufrimiento. Aquí, en esta tradición, se ubica a María.

      María es la hija de Sión – ‘Sión es Jerusalén –, en el sentido que encarna al pueblo de Dios, confiado en las promesas de Yahvé. Ella vive la grandeza comunitaria de esta expresión rezada en los Salmos y otros libros. En la época del exilio, recordando la destrucción de Jerusalén, los cantores lloran el dolor de la “hija de Sión” (Cf. Lamentaciones 2,4.8.18); y luego con la esperanza de una nueva era, los profetas vociferan gritos de alegría a la “hija de Sión” (Cf. Sofonías 3,14; Zacarías 2,14; 9,9). El uso profético de la expresión, después del exilio, designa al pueblo de Dios que espera la liberación mesiánica, que realizará el rey humilde quien habitará en medio del resto, hecho de pobres y de justos.



  1. “De la rama nació una flor” que es María y de la flor nació Jesús

María vive este ideal, como la mujer del Cantar de los Cantares, otra figura popular de la tradición judía, y se abre como una flor que contiene al nuevo Mesías de su pueblo. Gracias a su actitud es posible vislumbrar el Reino que Jesús nos trae.

María nace en una sociedad patriarcal, machista y opresora: vive en Nazaret, pueblito marginado, en la periferia del país; forma una familia en la inseguridad, la pobreza y humillación; padece una vida de privaciones. Pero se convierte en prototipo de mujer, aquella que por su “sí” a Dios y por su “no” a las situaciones de injusticia, crea una imagen femenina nueva, pre-anuncio de la era nueva de un nuevo pacto de Dios con la humanidad, portadora de diferentes formas de vida. María representa a los pobres, queridos de Dios, el resto que constituirá el nuevo Israel, la Sión fiel, la portadora del nuevo pueblo de Dios.



B. EN EL NUEVO TESTAMENTO: “De María el Salvador”

El Nuevo Testamento, por estar muy cerca a la figura histórica de María, no nos entrega muchos textos sobre ella, pero los pocos que trae son muy significativos. Su presencia es señalada en varias comunidades neotestamentarias, con distinta luz en cada una de ellas.



  1. Pablo nos entrega el primer texto sobre María: “Pero cuando llegó la plenitud de los tiempos Dios envió a su Hijo el cual nació de mujer…” (Gálatas 4,4). En esta afirmación encontramos la realización de la historia (plenitud del tiempo), la filiación divina (envió Dios a su Hijo) y maternidad de María, quien da a luz (nacido de mujer). Aquí se supera la diferencia entre el cielo y la tierra; la encarnación, así entendida en forma, rompe el dualismo humano-divino.



  1. Marcos reafirma la maternidad de María como una referencia histórica. María forma parte del grupo que acoge a su hijo como profeta, obrador de milagros, defensor de los pobres, pero no comprende su misterio (3,30-35). Por eso ella integra al grupo que se imagina que “está loco” y también al grupo de hermanos y hermanas “que hacen la voluntad de Dios” (Hechos 1,14).



  1. Para Mateo, María es quien da a luz “sin que José la conociese” (1,18), en cuya genealogía (de José) se incluye a las mujeres Tamar, Raab, Rut y Betsabé (1,3-6): mujeres despreciadas o de fama sospechosa.



  1. Lucas es, en cierto modo “el evangelista de las mujeres” y destaca entre ellas a María la madre de Jesús. El evangelio de la infancia podrá llamarse el “evangelio de María”, no solamente porque la mayoría de los recuerdos históricos que contiene le llegaron por medio de María, sino también porque ella está presente en cada hecho.

-          En la anunciación (1,26-38) ella es la “virgen prometida de José”; la llena de gracia”, quien deberá ponerle el nombre de Jesús, “la servidora del Señor”.

-          En la visitación (1,39-45) ella es “bendita entre las mujeres”, la “madre del Señor”; aquella que tuvo fe.

-          En el Magníficat (1,46-55), donde “Dios se ha fijado en la humildad de su servidora”, ella se hace portavoz de los pobres entonando el canto revolucionario de la igualdad y la justicia.

-          En la presentación en el templo (2,22-38) ofrece una “pareja de tórtolas y dos pichones”; la contribución de los pobres de Yahvé; y Simeón le profetiza a la madre que “una espada la atravesará el alma”.

-          En el encuentro de Jesús con los doctores (2,41-52), su madre es quien le reprende afligida: “Hijo, ¿por qué te has portado así?”



  1. Los Hechos nos señalan a María junto a otras mujeres como integrando el núcleo de la primera comunidad (1,14).



  1. En Juan, María aparece en dos ocasiones: en Caná (2,1-12) y al pie de la cruz (19,25-27), o sea, al comienzo y al final de la vida pública de Jesús, como quien abre y clausura la misión de su hijo. En ambos pasajes, el evangelista se dirige a ella, repetidamente, como la “madre” y Jesús se dirige a ella como “mujer”: quiere decir que María es, en la teología del cuarto evangelio, para la Iglesia naciente, la madre; para Jesús, la mujer.



  1. El Apocalipsis (12) nos presenta a la mujer combatiendo al dragón. Representa comunidad perseguida intentando dar a luz al niño, buscando crear una nueva realidad en medio de los conflictos y persecuciones. Las comunidades vieron en esta mujer la figura de María.



CONCLUSIÓN



  1. Engendrando a Jesús, María realiza las promesas del Antiguo Testamento dando a luz a la nueva humanidad. Su gesto abre las puertas al Reino, al cual ella se consagra.
  2. “María, Madre de la Iglesia”. María es, en verdad, Madre de la Iglesia. Marca al Pueblo de Dios. Pablo 6º hace suya una fórmula concisa de la tradición; “No se puede hablar de Iglesia sin que María esté presente” (MC 28). Se trata de una presencia femenina, que crea el ambiente de familia, el deseo de acogida, el amor y el respeto por la vida. Es la presencia sacramental de los rasgos maternales de Dios. Es una realidad tan profundamente humana y santa que suscita en los creyentes las oraciones de ternura, de angustia y de esperanza (DP 291).





ENCUENTRO 15. El llamado que viene de los pobres
“Felices, ustedes, los pobres” (Lucas 6,20)



Mensaje: Los pobres tienen la preferencia de Dios porque son víctimas de la injusticia y son capaces de abrirse a Dios para llevar adelante su proyecto del Reino.

El texto sobre el que hoy vamos a reflexionar es fuente de polémicas en las comunidades. Se trata de la cuestión de “ricos y pobres”. Unos dicen que el pobre es pobre porque es vago y el rico es rico porque trabaja mucho. Otros piensan que esto se da por voluntad de Dios. Otros afirman que la pobreza en la Biblia se refiere a la “pobreza espiritual”. También algunos señalan que la experiencia de Dios pasa por los pobres y otros dicen que la pobreza y la riqueza excesivas son consecuencias de la injusticia estructural.

En el Evangelio de Lucas aparecen los grandes contrastes sociales. Los pobres son pobres de verdad que sufren hambre y lloran de aflicción (Lucas 6,20-23) y no tienen otro recurso que luchar por la justicia y confiar en Dios. Los ricos son ricos de verdad (Lucas 12,16-20), que llevan una vida de abundancia y satisfacción (Lucas 16,19-31) porque oprimen y explotan al pueblo (Lucas 19,8) reduciéndolo a la pobreza y a la miseria.

El texto de las “bienaventuranzas” forma parte del llamado “sermón de la planicie” (Lucas 6,17-49) que, en Lucas, se dirige a los discípulos (Lucas 6,20) y corresponde al “sermón de la montaña” de Mateo 5-7, dirigido a la multitud (Mateo 5,1). Comparándolos encontramos varias diferencias. Una de ellas es que Lucas omitió todos los pormenores referidos a las leyes judías; otra está en las mismas “bienaventuranzas”. Lucas no habla de “pobres de espíritu” como Mateo y al lado de las bendiciones” (Lucas 6,20-23) nos presenta las “maldiciones” (Lucas 6,24-26).

En Lucas, la pobreza es denuncia y no un ideal. Los pobres son bendecidos no porque son pobres, sino porque llegó el fin de su miseria. En el Reino de Dios se dará la participación y la igualdad.



Bienvenida. Canto. Acogida y motivación. Breve oración al Espíritu Santo.

Nuestra realidad: La pobreza es fruto de la acumulación de bienes.

1.      ¿Por qué en nuestra sociedad hay ricos y pobres?

2.      ¿Cuándo es digna la pobreza y cuando no?

Palabra de Dios. Lucas 6,17-26: Bendiciones y maldiciones (Mateo 5,1-12).

3.      ¿Qué diferencias notamos entre el texto de Lucas y el de Mateo?

4.      ¿Cuándo llama Jesús a los pobres felices y a los ricos malditos?

Hoy nosotros: Somos pobres cuando compartimos y no explotamos.

5.     ¿Cuándo nos portamos como pobres y cuando como ricos?

6.     ¿Cómo nos vamos a ayudar para lograr una pobreza digna para nosotros? Y ¿para quiénes más?

Oraciones comunitarias. Salmo 146. Canto. Bendición final.



Preparación del próximo encuentro

  1. En la próxima reunión reflexionaremos sobre las mujeres en el Evangelio de Lucas. El texto de estudio es Lucas 7,36-8,3 y el texto de apoyo es Lucas 13,10-17.
  2. Distribuir las tareas. Sería útil hacer una investigación de los textos en que Lucas habla de las mujeres.





Comentario 15: COMPROMETERSE CON LOS POBRES, ESO ES EL VOTO DE POBREZA



La pobreza es una nota característica de América Latina, como de África o de otras regiones. Pueblos enteros permanecen marginados, privados de los bienes de la tierra. No tienen casa, sufren hambre y muerte temprana.

El mundo se divide entre el Norte y el Sur, países poderosos y países dependientes, países ricos y países pobres, dominadores y dominados. La división engendra la pobreza y la pobreza aumenta la división. Dentro de este mecanismo los pobres tienen miedo a los ricos y los ricos temen a los pobres.

También sucedía esto en la época bíblica. Así era en tiempo de Jesús. La marca registrada del testimonio evangélico, aquí y hoy, es ser pobre. El número de los excluidos aumenta cada vez más en nuestra sociedad. Pero la pobreza no es una exigencia de nuestra realidad. La opción por Jesús incluye la opción por los pobres. El seguimiento de Jesús lleva consigo necesariamente a la pobreza.



A. Antiguo Testamento

El compromiso con los pobres está muy enraizado en el Antiguo Testamento. Especialmente los profetas se hacen oír en favor de los marginados, defendiendo sus derechos, denunciando a los explotadores. Ellos nos recuerdan y defienden el proyecto de sociedad de Moisés, basado en la igualdad.



  1. El proyecto de Moisés: Libertad, fe e igualdad

      La voz de los profetas, en este punto, está en consonancia con la ley de Israel que preveía medidas de solidaridad para con los pobres (Cf. Ex 20,15-17; 22,20-26; 23,6...). Hay textos que son programas para combatir a la pobreza, como la ley del año sabático, que permitía a los pobres recomenzar su vida con la condonación de sus deudas (Cf. Deuteronomio 15,1-5). Además el texto ordena: “debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra” (Deuteronomio 15,11), intentando la realización de una sociedad justa, donde el poder y la riqueza fueran compartidos.



  1. El mensaje de los Profetas

      Podemos citar, además de la figura modelo de Amos, a Isaías, Jeremías, Miqueas... Job 24,1-12 expresa el lamento y la denuncia de las víctimas por el robo de sus tierras.



  1. El grito de los Salmos

      En la oración de los Salmos resuena constantemente el clamor de los pobres que sube a Yahvé y la convicción de que Dios los escucha. Los pobres, en el Antiguo Testamento, son considerados como los “pobres de Yahvé”, que buscan confiadamente la protección de Dios (Sofonías 3,12).

      La diversidad de términos con los que se designan a los pobres ya son una señal de su importancia en la tradición judía. Existe el indigente, el débil, el pequeño, el mendigo, el afligido, humillado…



B. Nuevo Testamento

En toda la Biblia los pobres aparecen más de doscientas veces, sólo en los Evangelios 25 veces. Y siempre el pobre es sujeto concreto. En los evangelios no encontramos la palabra pobreza. El Nuevo Testamento retoma gran parte de esta terminología. Pero es, sobre todo, en la praxis de Jesús y en su predicación que encontramos el modelo de vida pobre para nosotros.



  1. La opción de Jesús por la pobreza. Jesús nace como un pobre, en la periferia del mundo, vive en medio de los pobres sin disfraces, y muere abandonado como un pobre. Para él, la riqueza es un peligro y un obstáculo para el Reino de Dios. Su enseñanza parte de la práctica: “Los zorros tienen madrigueras, las aves tienen sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde descansar la cabeza” (Lucas 9,58).



  1. La opción de Jesús por los pobres. Además, Jesús da a los pobres su verdadero valor. Reconoce que son felices y entienden el Reino. Agradece al Padre por haber revelado estas cosas a los pequeños (Cf. Mateo 11,25-27). Al fin tenemos mucho para aprender de ellos.



  1. Lucas es el evangelista de los pobres. El evangelio de Lucas nos invita especialmente a dejarlo todo para seguir a Cristo, sin términos medios. Las exigencias son de tal naturaleza que en dos pasajes nos invita hasta dejar a la propia esposa (14,26; 18,29).

Además los discípulos están llamados bajo ciertas condiciones de despojamiento (5,11.28; 14,33). Existen también amenazas por el peligro de las riquezas (6,24-25; 12,15). Tenemos recomendaciones de deshacernos de los bienes (11,41; 12,33). Los bienes materiales no son garantía de la verdadera vida. Esta enseñanza está clara en la parábola del “rico insensato” (12,13-21). Lucas subraya la preferencia por los pobres aún en las parábolas del banquete (14,15) y del rico y Lázaro (16,19-31), donde son admitidos al banquete escatológico (14,21); y en la narración de Zaqueo, invitado a devolver sus bienes a los pobres (19,1ss). En el Magníficat, María retoma la mística de los pobres del Antiguo Testamento, y proclama, como una humillada (1,48), la justicia de Dios.

En las bienaventuranzas (Cf. Mateo 5,3-12; Lucas 6,20-23), resumen de todo el evangelio, Jesús proclama a los pobres como herederos privile­giados de Reino. Añadido a esto, quita la maldición de la pobreza que alentaba algunas tradiciones. Declara felices a los “pobres de espíritu” es decir, a las personas de la comunidad que hicieron una opción personal, siguiendo la inspiración de los anawin del Antiguo Testamento.



  1. El testimonio de los primeros cristianos. Las comunidades primeras entendieron el mensaje de Jesús como propuesta de compartir, como un nuevo sistema de convivencia (Cf. He 2,42-47; 4,32-34). En este sentido interpretaron muy bien la llamada de alerta de Jesús contra el acumular y sus consecuencias.

Pablo y sus colaboradores inauguraron un método de evangelización que no depende económicamente de las comunidades. Evangelizan trabajando y trabajan evangelizando. Las cartas paulinas insisten, además, en el sistema de comunión, y en la ayuda mutua. El mismo Pablo promociona una colecta para la Iglesia de Jerusalén y exhorta a la generosidad (Cf. Romanos 15,26). Su solicitud para con los pobres es recordada como un deber fundamental (Cf. Gálatas 2,10). Para él lo que importa es crear un sistema de igualdad (Cf. 2 Corintios 8,14).

La pobreza está vinculada a la esencia del cristianismo, porque si uno “Cuando alguien goza de las riquezas de este mundo y viendo a su hermano en apuros le cierra su corazón, ¿cómo permanecerá el amor de Dios en él?” (1 Juan 3,17). Además de la incompatibilidad entre la vivencia del evangelio y la acumulación de bienes, la riqueza llega a constituir un peligro mortal (Cf. Santiago 5,4).

El cristianismo, en fin, fue el único movimiento importante en el mundo romano que se originó y se expandió a partir de las clases pobres y humildes. La iglesia en su origen fue realmente la iglesia de los pobres.



C. Vida CRISTIANA: ‘LA RIQUEZA DE LOS POBRES’

Para vivir más radicalmente la vida cristiana, las personas que abrazan la Vida Religiosa, siguen a Jesús también en su vida pobre. La propia vida, despojada de bienes, se convierte en señal visible de la Buena Nueva para hoy. Esta libertad a la posibilidad de una mayor dedicación a las personas y de una mayor apertura a Dios.

En una sociedad consumista y lucrativa, en especial el vivir pobre se convierte en un testimonio y en un desafío. Este cuestionamiento constante a quienes ubican su seguridad en el dinero, se revierte en una valoración de los empobrecidos como protesta contra las personas que producen situaciones de pobreza.

Por el voto de pobreza, las religiosas y los religiosos se lanzan por el camino de Jesús, intentando vivir la opción que él vivió, en búsqueda de la opción de Dios mismo, esencialmente misericordioso. Optamos por los pobres porque Dios hizo esta opción, movido por su amor infinito, a veces incomprensible para nosotros.

La persona que opta por vivir pobremente se solidariza con los marginados de este mundo, se ubica junto a los que no tienen, y testimonia el ideal de compartir para lograr una sociedad conforme al proyecto de Dios.

Vivir pobre significa, pues, retratar, en su propia vida, la gratuidad de Dios, a ejemplo de Cristo quien “siendo rico se hizo pobre” (2 Corintios 8,9)





 ENCUENTRO 16. Jesús y las mujeres: “Ellas le seguían y le servían” (Lucas 8,3).



Mensaje: Jesús tuvo con las mujeres un trato muy respetuoso y valorativo. Supo asociarlas a su ministerio. Hoy todavía tenemos mucho que aprender de Jesús en estos puntos.

Hoy la presencia significativa y la participación activa de la mujer en la sociedad y en la Iglesia se hace más palpable día a día. En la sociedad muchas mujeres van asumiendo funciones al lado o en compañía con los hombres. Otras cruzan fronteras en el campo político, económico, social, religioso y cultural. En la Iglesia, que como otras instituciones puede ser resistente a los cambios y a la asimilación de nuevas fuerzas, las mujeres van logrando mayores espacios de presencia y participación. Además de ser la mayoría son las principales evangelizadoras de las comunidades. Sin duda queda mucho trecho por recorrer aún, en relación al lugar de la mujer en la Iglesia.

Se suele afirmar que la religión bíblica es patriarcal. De hecho el Dios de la Biblia, con pocas excepciones (Cf. Isaías 66,11; Lucas 13,34) siempre se representa y se invoca bajo la figura masculina (Cf. Ex 3.6.13-15; 6,3...). En la religión patriarcal la mujer sufre las más diversas discrimi­naciones, a pesar de la igualdad fundamental entre el hombre y la mujer profesada en Génesis 1,27. A lo largo de la historia las mujeres resistieron (Ex 1,15-21; Génesis 16,13-15; Jueces 4-5; 1 Samuel 1-2...), pero el patriarcado prosiguió ileso (Eclesiástico 25,13-26; 18...) hasta que Jesús se encarnó en el seno de una mujer, sin intervención del varón (Lucas 1,20-34).

En el inicio de la enseñanza y práctica del Reino, Jesús adoptó un comportamiento en relación a las mujeres, inconcebible para su tiempo (Juan 4,27; Lucas 7,39; 18,1-3). Salió en su defensa reafirmando la igualdad fundamental de la creación (Marcos 10,1-12). Pero el patriarcado continuó a pesar de Jesús.

La narración de la pecadora que ungió a Jesús es exclusiva de Lucas. Los otros evangelistas también nos narran una unción hecha por una mujer, pero en otro contexto (Cf. Mateo 26,6-13; Marcos 14,3-9; Juan 12,1-8 = narración de la Pasión) y en ningún caso se trata de una “pecadora”. También el texto de Lucas 8,1-3 es sólo de Lucas donde aparece Jesús acompañado de los doce y de mujeres. Jesús acepta a la mujer que asume actitudes liberadoras. Ella rompe barreras: entra en casa de un fariseo, suelta sus cabellos, besa, llora, acaricia, demuestra amor.

Hay una concentración de narraciones sobre mujeres en los capítulos 7 y 8 del evangelio de Lucas. Es probable que en un momento dado la comunidad cristiana se haya preocupado por la presencia y la participación de las mujeres. Estaban siendo marginadas (Cf. Lucas 13,10-17; 24,11; He 6,1) y, por otra parte, algunas de ellas ejercían funciones de liderazgo en diversas comunidades (Cf. Romanos 16,1-16; He 18,18...). Este hecho era causa de conflictos entre los cristianos (Cf. 1 Timoteo 2,9-15; 1 Pedro 3,1-6; 1 Corintios 11,2-16). Para iluminar este proceso, el evangelista recuerda la práctica de Jesús con respecto a las mujeres.



Bienvenida. Canto. Acogida y motivación. Breve oración al Espíritu Santo.

Nuestra realidad: La discriminación nos perjudica a todos.

  1. ¿Cuáles son las mayores discriminaciones que están sufriendo las mujeres entre nosotros?
  2. ¿Cuál sería el origen de estas discriminaciones?

Palabra de Dios. Lucas 7,36-8,3: Actitudes de Jesús con las mujeres.

  1. ¿Qué personajes aparecen en este texto y qué hacen?
  2. ¿Cuál es la actitud de Jesús con las mujeres?

Hoy nosotros: Dios es un Padre maternal o una Madre paternal…

  1. Por sus palabras y actitudes a favor de las mujeres, ¿cuál es el rostro de Dios que manifiesta Jesús?
  2. ¿Qué vamos a hacer cuando presenciamos algún atropello contra las mujeres?

Oraciones comunitarias. Salmo 131. Canto. Bendición final.



Preparación del próximo encuentro

  1. Con la próxima reunión concluimos los guiones sobre el evangelio de Lucas. El próximo texto de estudio será sobre la oración: Lucas 11,1-13. El texto de apoyo es Mateo 6,5-15.
  2. Distribuir bien las tareas. Traer algún símbolo para expresar la experiencia vivida por la reflexión sobre Lucas.





Comentario 16: LAS DISCÍPULAS DE JESÚS. Ministerio de mujeres



En nuestras comunidades es importantísimo el papel de las mujeres. En general, ellas son las catequistas y evangelizadoras y, en determinados niveles eclesiales, constituyen la mayoría.

Sin embargo, el virus del machismo y del patriarcalismo todavía actual es tan antiguo que ha infectado a las civilizaciones clásicas del pasado, marcando culturas milenarias e influyendo en muchas páginas la propia Biblia. La enfermedad es tan grave que se tiene como prototipo de persona al blanco, rico y varón.



A. La novedad de JESÚS

Jesús creó un movimiento nuevo, rompió con una serie de preconceptos culturales y entre sus novedades está el discipulado femenino. En su grupo se admitieron mujeres en igualdad de condicione­s como los hombres. Jesús convive con ellas, conversa tanto en particular como en público, sabe escucharlas. Ellas participan activamente y son beneficiadas con milagros y curaciones. Quebrantando los preceptos de impureza, Jesús se deja tocar por la hemorroisa y él mismo toca el cadáver de la hija de Jairo (Marcos 5,25-43).

Jesús no esquiva el ser tachado de inmoral y escandaloso. Desafiando los preceptos legales entra en casa de mujeres solas, como de Marta y María (Lucas 10,38-42). Otra acción inconcebible para un rabino de la época era tener un grupo de mujeres que abandonaban sus hogares para seguirlo, viajando con su grupo (Lucas 8.1-3). Sin duda, la actitud de Jesús, en relación a las mujeres es innovadora en muchos aspectos.



B. El retroceso en las comunidades

¿Por qué esta revolución iniciada por Jesús fue sofocada y no prosiguió en la historia? Son muchas las causas. En primer lugar, es necesario considerar la situación cultural de la época, marcada por el machismo y el patriarcalismo (1 Corintios 11,3; 14,34). Jesús hería las costumbres judías y perturbaba sus tradiciones. Además de esto existió la influencia de la filosofía griega con su exagerado dualismo que justificaba las clásicas discriminaciones (Cf. 5,16-17). En segundo lugar, se vivió la decepción por el atraso de la parusía. Como el fin del mundo esperado no llegaba, los cristianos se fueron acomodando a las costumbres del tiempo (2 Pe 3,9).

En el enfrentamiento con el imperio romano, el liderazgo de las mujeres ayudaba a confundir el cristianismo con otras religiones orientales. En éstas las mujeres tenían un liderazgo profético, sacerdotal y hacían experiencias de éxtasis. Pero el imperio se inclinaba a la supresión de las religiones que no tenían en cuenta las diferencias provenientes por el sexo, por la clase social, por etnia y otras.

De aquí lo más chocante era la dimensión de la revolución causada por Jesús. Tan grande que las propias comunidades no lograron mantenerla. No sintiéndose capaces de asegurar la novedad de Jesús, volvieron poco a poco a las costumbres religiosas y sociales de su tiempo, con el predominio del hombre sobre la mujer (1 Timoteo 2,12). Por ejemplo encontramos siete narraciones sobre el “seguimiento” de mujeres, pero ningún “llamado”. Como los relatos de llamados conferían poder, la autocensura no los permitió.

De aquí se surge la necesaria interpretación de los silencios de la Biblia sobre las mujeres, como actitud de la Iglesia, quien en su estructura jerárquica, asumió poco a poco el modelo romano de organización y su teología se hizo señaladamente patriarcal, con una imagen de Dios varón, poderoso, castigador. Con Jesús, de hecho, las cosas fueron diferentes.



C. REINTERPRETAR EL NUEVO TESTAMENTO DESDE LAS PERSPECTIVAS DE LAS MUJERES DISCÍPULAS DE jESÚS



  1. Discípulos y discípulas de Jesús

Jesús forma un grupo de personas, más cercanas, a quienes los evangelistas llaman discípulos. Para ser discípulo de Jesús hay un camino, es decir, algunas condiciones que hay que cumplir: llamado, seguimiento, servicio, ver y oír, misión. Veamos cómo las mujeres se insertan en este discipulado.

Discípulo/a es quien sigue a un/a maestro/a en calidad de aprendiz o estudiante. En los evangelios encontramos a muchos discípulos que siguen a Jesús, pero también hay discípulas que participan de su misión desde la Galilea hasta Jerusalén (Marcos 15,40-41), y aun después de haber sido preso, cuando los discípulos huyeron, ellas arriesgaron sus vidas permaneciendo al pie de la cruz, yendo al sepulcro, creyendo y difundiendo la resurrección. Ellas participan, por lo mismo, de todos los hechos fundantes del cristianismo.

Los Hechos conservan, además de lo dicho, el recuerdo de una discípula, designada así en femenino, de nombre Tabita, que sobresalía en la comunidad de Jafa (Hechos 9,36).



  1. Jesús llama a mujeres

      En el caso del discipulado de Jesús hay un llamado por su parte, es decir, el maestro toma la iniciativa, costumbre diferente de otros filósofos y rabinos. También distinto del rabinato de la época, Jesús rompe con las discriminaciones y llama a impuros, como el publicano Levi, zelotes, como Simón, mujeres, como María Magdalena, María, madre de Santiago y Salomé (Marcos 15,40-41). La gratitud y prontitud de las mujeres para responder es notable, desde siempre.



  1. Mujeres siguen a Jesús

      Las discípulas y los discípulos son llamados a seguir al maestro, es decir, a caminar a su ritmo, estar junto a él, hacer las mismas opciones. En verdad el seguimiento de Jesús implica un “estar con él”, participar de su vida y misión. Es en este seguimiento que se va conociendo a Cristo.

      En el caso de las mujeres, citadas antes, María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé, el evangelio dice explícitamente que ellas “lo seguían” y había “muchas otras que subieron con él a Jerusalén” (Marcos 15,41). Jesús había dicho “si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Marcos 8,34). Ellas fueron las discípulas que lo siguieron hasta la cruz.



  1. Las mujeres ejercen el diaconado

      Jesús siempre llama para servir y él mismo se presenta como quien sirve. Es en este sentido que tenemos los “diáconos”, actuando como ministros de la comunidad. Las diversas funciones, al comienzo de la Iglesia, son llamadas “servicios”.

      Nuevamente recordamos el texto de Marcos 15,41, porque dice que las mujeres lo “seguían y servían”: Por lo tanto se emplean os mismos términos del seguimiento de los hombres para el de las mujeres. Lucas 8,1-3, justamente en medio de la misión de Jesús, ubica la observación de que las mujeres lo seguían y servían con sus bienes.

      Una mujer anónima unge la cabeza de Jesús con perfume de nardo puro (Marcos 14,3-9), acción típica de los profetas cuando ungían a los reyes: señal de que las discípulas en su convivencia con Jesús descubrieron su mesianismo. El maestro lo confirma al concluir: “Yo les aseguro que, en todas partes donde se anuncie el Evangelio, en el mundo entero, se contará también en su honor lo que acaba de hacer” (Marcos 14,9).

      En 12,1-8 se reelabora el hecho (también Lucas 7,36-50), atribuyendo a la discípula otra función, muy extraña, la de ungir los pies de Jesús en lugar de la cabeza (Juan 12,3). Jesús en respuesta a la observación de Judas, aprueba el gesto de la mujer y lo asocia directamente a su sepultura y al servicio de los pobres (Juan 12,7-8); otra prueba de que esta María comprendió el verdadero discipulado.



  1. El largo aprendizaje de ver y oír

      Quien se ponga a seguir a Jesús, en la experiencia de discípulo, pasa por un proceso de ver y oír, un proceso de conocimiento detenido de Jesús. Encontramos a muchas mujeres en este ejercicio de discipulado. María, la hermana de Marta, es elogiada por Jesús porque “escogió la parte mejor que no le será quitado” (Lucas 10,42), es decir, porque estaba “se sentó a los pies del Señor para escuchar su palabra” (Lucas 10,39). De esta manera el rabino formaba a sus discípulos, sentados a sus pies, escuchando su palabra. En este caso Jesús lo hace con una mujer discípula, Marta.

      Esta Marta, la hermana de María, no se queda atrás en término de discipulado. La narración de Juan hace de ella una teóloga y profeta (Juan 11,1-28). Anunciada la muerte de Lázaro, cuando llega Jesús, es ella quien corre a su encuentro y comienza a dialogar con él (v. 20-21). Y la profesión de fe hecha por Pedro, en los sinópticos (Mateo 16,16), el cuarto evangelio la pone en boca de Marta (Juan 11,27). Después de esta manifestación Marta corre a compartirla con su hermana María (Juan 11,28). Y enseguida Marta es presentada como “diákonos” (Juan 12.2), preocupada por la comunidad y los huéspedes.

      Pero es en la cruz, en la pasión del maestro, el lugar privilegiado como para aprender que las mujeres concentran su mirada atenta y profundizan su discipulado: “Estaban allí mirando a distancia unas mujeres” (o de lejos “mirando”) (Marcos 15,40; Mateo 27,55; Lucas 23,49). “María Magdalena y María madre de José observaban dónde lo colocaban” (Marcos 15,47; Mateo 27,61; Lucas 23,55). “Pasado el sábado, al salir la estrella del primer día de la semana fueron a visitar el sepulcro” (Mateo 28,1).



  1. Las mujeres son apóstoles

      Quien hace la experiencia de vivir con Jesús siente la necesidad de compartir esta vivencia con otras personas, por eso es enviado (“apóstol”). Jesús se presenta como el enviado del Padre y envía a sus discípulos y discípulas.      Un ejemplo típico de misionera enviada por Jesús es la samaritana. En el diálogo con ella, Jesús rompe diversas convenciones sociales: habla con una mujer sola en un lugar público, siendo ella extranjera, samaritana y quizás prostituta. Es a ella a quien se le revela como Mesías (Juan 4,25-26). Ella lo anuncia a sus coterráneos quienes “muchos creyeron en él por las palabras la mujer” (Juan 4,39). El contexto misionero es evidente: “Yo los he enviado a cosechar donde otros han trabajado. Otros han sufrido y ustedes se hacen cargo del fruto de sus sudores” (Juan 4,38).

      Pues bien, el fundamento del apostolado es justamente el haber compartido la misión terrestre de Jesús y el haber sido testigo de su resurrección (Hechos 1,21-22). Los cuatro evangelistas coinciden unánimes en presentarnos a las mujeres como las primeras testigas de la resurrección. María Magdalena, María madre de Santiago y Salomé al buscar a Jesús reciben el mensaje: “Vayan a decir a Pedro y a los otros discípulos que Jesús se les adelanta camino a Galilea. Allí lo verán tal como El se lo dijo” (Marcos 16,7; Mateo 28,7). El testimonio de Lucas dice que “a la vuelta del sepulcro las contaron a los once y a todos los demás lo que les había pasado” (Lucas 24,9; Juan 20,2).

      María Magdalena se destaca entre los hombres y mujeres, por ser ella la primera testigo del sepulcro vacío, de la resurrección y la primera enviada por el Señor resucitado (Juan 20,11-18). Los evangelios apócrifos resaltan aun más su papel importante y en un relato del siglo 2 y otro del siglo 9 es descrita como ‘la apóstol’.



  1. Muchas mujeres en incontables ministerios

      No incluimos en este estudio a María, la madre de Jesús, porque hemos dedicado a ella en exclusividad el comentario 14. Aún podríamos buscar, especialmente en el evangelio de Lucas, además de las discípulas ya nombradas, muchas mujeres en funciones importantes, como Isabel llena del Espíritu Santo; Ana la anciana, asidua orante del Templo; la mujer de Naín, viuda afligida.

      Además de estas figuras está la viuda insistente ante el juez perverso; la mujer que perdió la dracma; la viuda de las dos monedas; la mujer enferma durante 18 años; la mujer que, por primera vez, glorifica a la madre de Jesús.

      Es admirable el elenco de mujeres que participan de la actividad apostólica de Pablo, Tito, Timoteo, Lucas y otros, saludadas en diversas cartas paulinas, en especial en Romanos.

      El día de Pentecostés estaban reunidos discípulos y discípulas (Hechos 1,14); y el rito de iniciación al cristianismo, el bautismo, era para hombres y mujeres (Hechos 8,12), muy distinto a la tradición judía, donde solo se circuncidaba a los varones. Después se adhirieron al Señor “multitudes de hombres y mujeres” (Hechos 5,14).



El ministerio apostólico, en las primeras comunidades, era ejercido indiscriminadamente. Hechos 2,17-18, al aplicarles la profecía de Joel, afirma: “sus hijos e hijas profetizarán… también sobre mis siervos y mis siervas derramaré mi espíritu aquel día y profetizarán”. Hombres y mujeres “trabajan y se fatigan” por el Señor (Romanos 16,6.12) y “luchan” juntos en la construcción del Reino (Filemón 4,2-3; 1 Corintios 9,5).

            Las mujeres, de hecho, ejercían funciones de liderazgo asumiendo ministerios iguales a los hombres: Junia es llamada “apóstol” por Pablo (Romanos 16,7); Febe es nombrada ‘diáconiza’ y coordinadora (Romanos 16,1-3). En las misiones ellas también son enviadas de acuerdo al precepto de ir de dos en dos. El matrimonio Priscila y Aquila (1 Corintios 16,19; Romanos 16,3-5) se dedica a la misión entre gentiles, siendo Priscila mencionada cuatro veces antes que su marido, lo que atestigua su liderazgo. Pablo los llama cooperadores. Su casa era un centro misionero en Corinto (1 Corintios 16,19), en Efeso (Hechos 18,18), en Roma (Romanos 16,5). Además se menciona a mujeres responsables de iglesias domésticas, como Lidia de Filipos (Hechos 16,14), Ninfa de Laodicea (Colosenses 4,15), Clóe de Corinto (1 Corintios 1,11).

            Haciendo un análisis sobre la situación de la mujer podemos concluir que la liberación promovida por Jesús no fue comprendida por sus seguidores. Después de 2 mil años de historia no cuesta todavía reconocer esta revelación, aceptar el papel de las mujeres en particular en la Iglesia y promover en ellas los mismos ministerios que para los varones. Seguimos recortando las palabras y la práctica de Jesús… cuando las mujeres no nos revelan adecuadamente la verdad del Evangelio.





 ENCUENTRO 17: Señor, enséñanos a orar: “Venga tu Reino” (Lucas 11,2).



Mensaje: La oración es una forma de acercarse a Dios para conocer mejor su voluntad y, así, corresponder mejor a lo que él espera de nosotros.

Hoy existen muchos que se mueren de hambre mientras los depósitos están abarrotados de alimentos criando gusanos y pudriéndose. ¡Mientras tanto los dueños o responsables de los alimentos que se echan a perder repiten el Padrenuestro! Mientras los pequeños agricultores pierden su comida a causa de la desatención de autoridades, un influyente diputado tiene en su hacienda un pozo construido con el dinero destinado a fomentar la agricultura, solamente para quitar el polvo de los carros que recorren su hacienda. ¡Este diputado, sin duda, repite el Padrenuestro! Los dueños de los medios de producción que pagan poco, menos de lo que es justo por el trabajo e insuficiente para que viva el jornalero; que acumulan ganancias; que se movilizan para quitar de las leyes ecuatorianas las conquistas sociales con el argumento de que quitarle al que tiene para dar al que no tiene está contra el derecho de propiedad... ¡también ellos repiten el Padrenuestro! Y nosotros, ¿rezamos el Padrenuestro o lo repetimos? “La oración lleva a la conversión”.

“Danos hoy nuestro pan de cada día” (Mateo 6,11). San Lucas (11,3,5-8) centra la oración de Jesús en el pan. El Padrenuestro es una relectura del éxodo. Cuando el pueblo en su marcha por el desierto sintió hambre, Yahvé mandó el maná (Éxodo 16,3). Para que el maná alcanzara para todos Moisés estableció algunas reglas: “que cada uno recoja lo que pueda comer” y “que nadie guarde para mañana” (Éxodo 16.19). Algunos guardaron para el día siguiente y salieron gusanos que lo pudrieron “...

“Danos hoy nuestro pan de cada día” diariamente lo repetimos muchos. Hasta los ricos repiten la oración; digo repiten y no rezan, porque rezar es conversar. Si los ricos entendieran lo que quiere decir esta frase, no serían ricos. Jesús, al enseñarnos esta oración, nos recuerda el proyecto que existía desde el comienzo de la marcha del pueblo de Dios que, compartiéndolo todo, logró sobrevivir en el desierto… Este texto es una verdadera catequesis. Enseña el núcleo fundamental de la oración cristiana. Se puede dividir en tres partes:

-          La oración cristiana (v. 1-4): La primera parte nos trae el Padrenuestro en la versión de Lucas (vv. 2-4).

-          En la segunda parte tenemos una ilustración sobre la insistencia en la oración (v. 11,5-8).

-          La tercera nos enseña el sentido de la oración por medio de dichos de Jesús y nuevas instrucciones (v 11,9-13).

La preocupación por el pan atraviesa toda la enseñanza sobre la oración.

En aquel tiempo los maestros acostumbraban enseñar a sus discípulos a rezar y, en la oración que les transmitían, les entregaban el resumen y el espíritu de sus enseñanzas. El hecho de que un discípulo pidiera a Jesús que le enseñe a rezar deja claro que la oración cristiana es original, distinguiéndose de la oración judía o de los discípulos del Bautista. Nos muestra, así mismo, que la oración es objeto de enseñanza y de aprendizaje. El contenido de la oración es decisivo y debe estar en sintonía con el proyecto de Dios. La oración no es tan sólo una repetición de fórmulas, sino una búsqueda de adhesión y compromiso en el proyecto de Dios.



Bienvenida. Canto. Acogida y motivación. Breve oración al Espíritu Santo.

Nuestra realidad: Pedir y prestar servicios.

1.      ¿Generalmente a qué personas solicitamos algún favor?

2.      ¿Qué se crea entre personas que nos prestamos servicios?

Palabra de Dios. Lucas 11,1-13: La oración perfecta.

3.      Con la oración del Padrenuestro, ¿en qué puntos está insistiendo Jesús?

4.      Y de los comentarios de Jesús que siguen el Padrenuestro, ¿qué es lo que nos llama la atención?

Hoy nosotros: Practicar el Padrenuestro

5.      ¿Qué parte del Padrenuestro nos olvidamos más?

6.      De ahora en adelante, ¿a qué nos comprometemos al rezar el Padrenuestro?

Oraciones comunitarias. Rezar Filemón 2,6-11. Canto. Bendición final.



Preparación del próximo encuentro

  1. En la próxima reunión comenzaremos la lectura del Evangelio de Juan. Texto de estudio: Juan 5,19-47 y texto de apoyo: Juan 5,1-18.
  2. Dividirse las tareas. Preparar bien el tema siguiente y leer la introducción.





Comentario 17: LA ORACIÓN EN LA VIDA DE JESÚS. ¡Rezar siempre!



La oración es una actitud básica de todo ser humano, porque por ella puede llegar a las raíces de la propia existencia. Hay ejemplos de oración en culturas y religiones del mundo entero. En las costumbres de nuestros pueblos indígenas, las prácticas religiosas eran parte de cada día; y los africanos son muy conocidos por sus relaciones con divinidad.

En el cristianismo, particularmente, rezar es una necesidad imperiosa. Si la oración es una exigencia para ser persona, mucho más lo es para ser cristiano. La vida cristiana es vivir conforme al proyecto de Dios. La oración es retomar el contacto con el proyecto de Dios. Se caracteriza como una postura de vida, un modo de encarar las personas y los acontecimientos. Cada persona tiene su modo de rezar, y Dios se revela de acuerdo a su capacidad y esfuerzo.

Además de esto, las formas de orar son múltiples: de la oración vocal a la oración interior; de la oración personal a la comunitaria; de la oración privada a la litúrgica. Todas son, en cierto modo, necesarias y complementarias. Rezar, en cualquier forma, es ponerse en consonancia con la vida en su interioridad más profunda.



A. JESÚS es modelo PARA REZAR

En el seguimiento de Cristo es la oración, principalmente, la que nos sostiene en el camino. La experiencia de oración ofrecida por Jesús es modelo, contenido y vida de la oración del discípulo y de la discípula. La vida de Jesús fue, ciertamente, una escuela de oración. El encuentro con personas concretas le proporcionó un aprendizaje para discernir la presencia del Padre. La familia, la sinagoga, el templo, constituían medios normales en su época para iniciar al orante.

La vida de Jesús fue como un momento grande y único de oración, en el sentido de que vivía constantemente unido al Padre. Venció gracias a la oración. Según los evangelistas se pasaba largas horas y aún noches enteras rezando (Lucas 6,12; 9,28; Marcos 14,32-36).

Pero también criticó algunas prácticas de oración de la piedad de los fariseos. Reprobó con vehemencia su hipocresía que los llevaba a usar muchas palabras para rezar con el fin de ser vistos por los demás (Mateo 6,5-8). Y los puso en ridículo, diciendo que “devoradores de las casas de las viudas mientras hacen largas oraciones en público” (Marcos 12,40; Lucas 20,47). A esto contrapone la oración humilde del publicano que salió justificado en la presencia de Dios (Lucas 18,10-14).



B. JESÚS y el Padre

Es Lucas quien principalmente pone atención en la oración de Jesús. Nos presenta al Maestro en oración en los momentos más significativos de su vida. En el proceso de vida orante Jesús se mantiene cuidadoso con el Padre, estableciendo la nueva práctica del Reino.

Los momentos claves en los que Jesús reza, según Lucas, son muchos: antes del bautismo en el Jordán (3,21); en un día de milagros ante el entusiasmo de la multitud (5,16); con ocasión de la elección de los doce (6,12); antes de la confesión de Pedro y el anuncio de la Pasión (9,18); en la manifestación teofánica de la transfiguración (9,28-29); a la vuelta de la misión de los setenta y dos discípulos (10,21-22); cuando enseñó el Padrenuestro (11,1); para consolidar la fe de Pedro (22,32); durante la Pasión en la hora de su lucha con el Padre (22,41-45); en la cruz por los crucificados y para encomendar su espíritu (23,43-46).

Getsemaní es un momento ejemplar de la oración de Jesús. Su lucha interior y la superación de aquella hora por la relación con su Padre son narradas por los tres sinópticos (Mateo 26,36-46; Marcos 14,32-42; Lucas 22,40-46). Hay que añadir el Padrenuestro (Lucas 11,2-4; Mateo 6,9-13) como el modelo de la oración cristiana. Los discípulos le piden a Jesús, explícitamente, que les enseñe a orar, porque ven el ejemplo de su Maestro. En esta oración ejemplar para la vida cristiana se valoriza el pan, la lucha por conseguir el sustento diario. El “pan de cada día” para “hoy” expresa la confianza diaria y la crítica a la acumulación.



C. Disposiciones para orar

Además del contenido, para Jesús es importante el espíritu que el discípulo debe tener en la oración. Debe sentirse ante el Padre como un hijo preocupado por su Reino, confiado en su auxilio, deseando el perdón, de la misma forma con que un amigo o un niño pueden contar con la bondad indefectible del amor paterno (Lucas 11,5-13). Las disposiciones y los sentimientos que se debe tener para orar bien están señalados en diversos trozos evangélicos.



1.      La oración debe ser insistente. Son ejemplos las dos parábolas del amigo inoportuno (Lucas 11,5-9) y de la viuda que obtiene justicia de un juez perverso (Lucas 18,1-8). Todo esto está resumido en el imperativo: “levántense y oren para que no caigan en tentación” (Lucas 22,40-46).



2.      La oración es siempre necesaria. Hay que rezar particularmente en circunstancias imprevistas como en la desgracia de Jerusalén (Lucas 21,36); en las provocaciones y tentaciones preparadas por Satanás para Pedro y sus compañeros (Lucas 22,31); en la prueba de Getsemaní que está para caer sobre Jesús. En vista del alto significado y de las consecuencias de esta hora, no solo para Jesús, sino también para los discípulos, son invitados a orar (Lucas 22,40.46).



  1. Otras connotaciones son. La oración se base en la seguridad de ser atendido (Lucas 17,5-6), es conversión interior (Lucas 18,13-14), perdón de las ofensas de los hermanos que nos deben (Lucas 11,4) y, sobre todo, crea una filial cooperación en los designios de Dios (Lucas 22,40-42).



D. Comunidad orante

En esta atmósfera de oración por parte de Jesús, de experiencia por parte de los discípulos y de alabanza y bendición por parte de aquellos que experimentaron los prodigios de Dios, no nos queda sino admirarnos de aquellas composiciones de oración que se encuentran en el evangelio de Lucas, repetidas diariamente en la Iglesia: el Dios te salve, el Canto de María, de Simeón, de los Ángeles… Es muy hermoso comprobar que el Evangelio comienza con una hora de oración del pueblo hebreo en el templo (Lucas 1,8ss) y termina con otra hora de oración del grupo cristiano en el mismo lugar (Lucas 24,53).

Es la convicción de la comunidad primitiva de que la oración debe abarcar la vida entera (Lucas 18,1-8; 11,5-8; Romanos 1,9-10; Efesios 6,18; Colosenses 1,9). Las primeras comunidades, asiduas a la oración, realmente tenían esta práctica (Hechos 1,14; 4,24-29; 6,6). Los escritos paulinos insisten en orar “sin cesar”, “siempre” (Romanos 1,10; Efesios 6,18; Colosenses 1,9; 2 Tesalonicenses 1,3.11; 2,13; Filemón 4) o “noche y día” (1 Tesalonicenses 3,10; 1 Timoteo 5,5).



E. La vida CRISTIANa como vida orante

La Palabra de Dios cuestiona nuestra vida y en especial nuestro modo de orar. Debe ser permanente nuestra búsqueda de los caminos de Dios. Por eso el Padre da su espíritu a quien se lo pide (Lucas 11,13). A María y a los Apóstoles, en los Hechos, Dios se los concede porque se unen para orar (Hechos 2,1-4).

Así como Jesús fue descubriendo en la oración la voluntad del Padre sobre su misión, así también nosotros, por la vida de oración, podremos ir discerniendo los signos de los tiempos para hoy. En la oración tenemos el mejor medio para ser fiel a la misión. En la medida en que la persona reza, su vida se transforma, en vistas a nuevas disposiciones concretas, de tal modo que se pueda decir, como de Francisco de Asís: “Jesús era la propia oración”.







 5 ª   P A R T E :   E L   E V A N G E L I O   D E   J U A N.





ÍNDICE

Introducción

  1. Autor
  2. ¿Por qué fue escrito el evangelio?
  3. La comunidad juanina
  4. Plan del evangelio
  5. Claves de lectura

Tema 18: Jesús y el Padre ‘¡Vine en nombre de mi Padre!’.

            Comentario: Revelar el Padre a los pobres El voto de obediencia.

Tema 19: La eucaristía ‘¡Yo soy el pan de vida!’.

            Comentario: ‘Hagan esto en memoria mía’ Recordar - Agradecer - Compartir - Comprometer.

Tema 20: Vida en abundancia para todos.

            Comentario: El Camino, la Verdad y la Vida ‘¡Vida que es eterna desde ahora!’.

Tema 21: Ámense unos con otros como yo los he amado ‘Permanezcan en mi amor’.

            Comentario: El mayor mandamiento: Amar a Dios y amar al prójimo.

Tema 22: ¡Seguir a Jesús! Dejamos todo y te seguimos.

            Comentario: Meditación sobre la venida de Jesús Vida Religiosa: muestra del futuro que el pueblo espera.





INTRODUCCIÓN



Al evangelio de Juan también se lo llama el cuarto evangelio porque en el orden de los evangelios dentro de la Biblia ocupa el 4º lugar. Es diferente de los tres primeros, que son muy semejantes entre sí y se los conoce como los sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas.

Durante mucho tiempo al evangelio de Juan no se le prestó mucha atención por ser considerado espiritualista y desligado de la realidad y la historia. Últimamente se está redescubriendo su valor y su fuerza transformadora para el actual momento histórico.



A. Autor

No sabemos con exactitud quién escribió este evangelio, como sucede con la mayoría de los libros de la Biblia. El cuarto evangelio concluye así: “Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y lo ha escrito; y nos consta que su testimonio es fidedigno” (Juan 21,24).

De modo que la autoría del evangelio se atribuye a un discípulo anónimo, conocido como el discípulo que Jesús amaba. Encontramos cuatro referencias al Discípulo Amado en el evangelio:

  1. En la última cena (Juan 13,23-26);
  2. Al pie de la cruz junto a la madre de Jesús (Juan 19,26-27);
  3. En la narración de la resurrección: avisado por María Magdalena el Discípulo Amado corre junto con Pedro al sepulcro de Jesús: “vio y creyó” (Juan 20,2-10);
  4. En el mar de Galilea reconoce al Señor Resucitado (Juan 21,7.20-24).

El redactor menciona además dos veces a un discípulo anónimo (Juan 1,35; 18,15). ¿Quién es el Discípulo Amado? Desde el siglo 3 la tradición de la Iglesia reconoce a Juan como el autor del cuarto evangelio. San Irineo de Lyon, discípulo de Policarpo de Esmirna testifica: “Juan, el discípulo del Señor aquel que se reclinó sobre su pecho, escribió también el evangelio, durante su estadía en Éfeso”. Investigaciones más recientes ponen en duda este dato que nadie cuestionaba. De hecho sería muy extraño que el dirigente de la comunidad fuera uno de los Doce discípulos, ya que los Doce aparecen rara vez en el evangelio y en situaciones poco decisivas para el desarrollo del mismo (Juan 6,67-71). Lázaro, Marta y María, representando a la comunidad de Betania, aparecen en el evangelio como amigos que Jesús amaba (Juan 11,5.36). Este dato refuerza la tendencia actual de no considerar al Discípulo Amado como una persona histórica individual, sino una colectividad. En este caso, en su origen, estaría la comunidad joánica.

Estas consideraciones nos llevan a la conclusión de que el evangelio no fue escrito de una sola vez, ni por una sola persona. Es fruto de un largo proceso redaccional, fruto de las relecturas de la comunidad, hechas en contextos nuevos que iban surgiendo. Así se explica por qué se mantuvieron dos conclusiones finales del evangelio: Juan 20,30-31 y 21,24-25.



B. ¿Por que se ESCRIBIÓ el evangelio?

La finalidad del evangelio está claramente dicha en la primera conclusión: “Otras muchas señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están consignadas en este libro. Estas quedan escritas para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él” (Juan 20,30-31).

El evangelio fue escrito para narrar algunos signos realizados por Jesús, que son significativos en la historia de la comunidad, con el fin de conducir a la comunidad y a los lectores a creer en Jesucristo y participar de la vida en su nombre. Intenta integrar fe y vida a partir de signos concretos.

Es importante señalar que el anuncio de la Buena Noticia, narrada en forma de evangelio, nació en el interior de la comunidad joánica, como memoria de Jesús por obra del Espíritu Santo (Juan 14,26). Fue escrito como forma de resistencia, especialmente, por dos situaciones decisivas para la vida de la comunidad:

-          Contra los ataques externos, sobre todo de la sinagoga judía, del gnosticismo y del imperio romano.

-          Para animar internamente a la comunidad que corre el peligro de desintegrarse y de perder su identidad.



C. La comunidad joÁnica



  1. Una Comunidad itinerante

      La comunidad joánica comienza el seguimiento de Jesús en Palestina. De ahí que, por diversas circunstancias, la comunidad tiene que buscar otros sitios. La guerra contra los judíos, cerca del año 66 dC, provocó la dispersión de muchas comunidades cristianas. Algunos opinan, sobre este supuesto, que la comunidad joánica emigró a Siria. Después de la destrucción de Jerusalén, en el año 70 dC, la comunidad partió para Efeso, según el testimonio de Irineo y otros Padres de la Iglesia.

      Ya en Palestina algunas personas de la comunidad comienzan a reunir y organizar materiales en forma de recuerdo oral y fragmentos escritos sobre Jesús de Nazaret. Estas colecciones de las palabras de Jesús, integradas con la experiencia de fe de la comunidad, formarán poco a poco el texto escrito del cuarto Evangelio. Este se concluirá recién hacia el final del primer siglo en Éfeso.



  1. Una Comunidad pluricultural

      Haciendo una radiografía de este evangelio descubrimos en él rasgos de una comunidad muy semejante a las nuestras. Está constituida por varios grupos culturales, lo cual nos habla de una mezcla de tradiciones religiosas.

      En el primer capítulo del evangelio, Jesús es buscado por dos discípulos de Juan Bautista que son invitados a estar con él (Juan 1,35ss). Siguiendo la lectura en el capítulo cuarto, encontramos otro grupo, los samaritanos, considerados impuros y marginados por los judíos, que siguen a Jesús por el testimonio de la mujer samaritana y del encuentro directo con la palabra de Jesús (Cf. Juan 4,39-42). Más adelante nos encontramos con los helenistas (Juan 7,35; 12,20) que también integran la comunidad de los seguidores de Jesús.

            El núcleo de la comunidad joánica, por lo tanto, está constituido por los judíos expulsados de la sinagoga. La causa de esta expulsión de la sinagoga es que estos judíos han aceptado a la persona y propuesta de Jesús y, a partir de esto, tienen una nueva visión de la propia realidad. Confesar que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios o el Profeta que debía venir como Salvador de este mundo es una amenaza para el liderazgo judáico; por eso era mejor expulsarlos (Juan 9,22.34-35).



  1. Una Comunidad perseguida

      Como todas las comunidades cristianas que se formaron en los primeros siglos, la comunidad joánica vive bajo la dominación y persecución del imperio romano (Juan 11,48). Además la comunidad enfrenta dos momentos de crisis y de amenaza de disgregación: la expulsión de la sinagoga, entendida como sistema cultural, socio-religioso de aquella época; y la escisión interna causada por el escándalo ante la cristología de la encarnación (Juan 6,66). Estos dos hechos dejaron huellas indelebles en la redacción del evange­lio. Por una parte, la comunidad se defiende de las amenazas que vienen de fuera; por otra, tiene el desafío de recuperar su identidad en peligro.

      La comunidad se enfrenta con algunas corrientes religiosas que desviaban de la práctica cristiana originante, propuesta y vivida por Jesús de Nazaret: el “gnosticismo” y el “docentismo”.

-          La doctrina gnóstica sostenía que el hombre se salva gracias a un conocimiento religioso especial, secreto e individual. Los gnósticos afirmaban ser iluminados y libres del pecado y las tentaciones del mundo. No le daban ninguna importancia a la práctica comunitaria del amor al prójimo.

-          El docetismo negaba la encarnación del Hijo de Dios. Sostenía que la humanidad de Jesús era aparente. Para ellos era un escándalo que Dios hubiera asumido nuestra condición humana.



  1. Una Comunidad bien identificada

En resumen, la comunidad joánica se puede caracterizar de esta manera:

-          Comunidad de periferia, sin poder, marginada y excluida del sistema. El ciego de nacimiento, como figura de la comunidad, es expulsado de la sinagoga (Juan 9). El evangelio nos muestra que los samaritanos, marginados por el judaísmo oficial, son acogidos cariño­samente por Jesús (Juan 4,1-42).

-          Comunidad de resistencia, perseguida y minoritaria. Por esto el liderazgo de las mujeres es significativo en el evangelio de Juan. De acuerdo a la tradición bíblica, y aún hoy, las mujeres son un símbolo de resistencia en los momentos críticos para la sobrevivencia de la comunidad (Juan 2,1-11; 4,1-42; 11,1-44; 12,1-11; 16,20-22; 19,25-27; 20,11-18).

-          Comunidad que se organiza bajo el liderazgo del discípulo amado. El Discípulo Amado es una figura histórica anónima que aparece por lo general al lado de Pedro, el gran líder de la Iglesia Apostólica, con una función complementaria y superior (Juan 13,23-26; 19,26-27; 20,1-10; 21,7.20-24)



D. El plan del evangelio

Como siempre, se han dado varias propuestas de organización del evangelio de Juan. Podemos leer el Evangelio siguiendo las fiestas que culminan con la Pascua de Jesús, el Cordero de Dios (1,36; con 19,32). Así el plan global del evangelio es el nuevo éxodo inaugurado por Jesús (Juan 6,1-17); la nueva creación consumada por Jesús en su hora de retorno al Padre (Juan 13,1; 19,30).

Optamos por la opinión más común que divide al evangelio en dos partes a partir de ‘la hora de Jesús’. Antes de ella, es el tiempo de los signos, y con ella comienza su exaltación.

-          El libro de los signos: La hora de Jesús aún no llegó (5,4).

-          El libro de la exaltación: Llegó la hora (13,1).

                                          

  1. La primera parte del evangelio se la llama el “Libro de los Signos” (Juan 1,1-11,54)

La hora de Jesús, aún no llegó (Juan 5,4). ‘Signos’ o ‘señales’ en Juan significan los milagros que confirman la misión de Jesús, el Enviado de Dios. Son 7 los signos narrados en el cuarto evangelio: Son una manifestación del tiempo mesiánico, que se realizará plenamente en la hora de Jesús que es la hora del Padre.

-          Bodas de Caná (Juan 2,1-11) = A la falta el vino sucede el vino en abundancia = Ha llegado la Nueva Alianza.

-          Curación del hijo de un funcionario real (Juan 4,46-54) = La enfermedad es sustituida por salud y la vida.

-          Curación de un enfermo en la piscina de Betesda (Juan 5,1-18) = La parálisis deja lugar a la libertad.

-          Multiplicación de los panes (Juan 6,1-15) = El hambre es vencida por el pan en abundancia.

-          Jesús camina sobre el mar (Juan 6,16-21) = La audacia y el encuentro remplazan el miedo y la ausencia.

-          Curación del ciego de nacimiento (Juan 9,1-41) = Se pasa de la ceguera y las tinieblas a la visión y a la luz.-Resurrección de Lázaro (Juan 11,1-44) = La muerte deja paso a la vida y la resurrección.

Los signos casi siempre son acompañados por un discurso (Juan 6,22-71), para poner en evidencia la fuerza de la Palabra de Jesús que es la encarnación de la Palabra del Padre (Juan 1,1-18). El objetivo principal de los signos es dar gloria a Dios y provocar la fe en Jesús, su Hijo, enviado para realizar la obra del Padre.

      Irónicamente, los signos narrados en Juan para provocar la fe, son también la causa del rechazo y de la condenación de Jesús (Juan 11,45-57). Los signos realizados por Jesús no llevaron a los judíos a creer en Jesús, el Hijo enviado por el Padre (Juan 12,37), sino a buscar y lograr su muerte. Después del signo de la resurrección de Lázaro encontramos una transición (Juan 11,55-12-50) que concluye la primera parte y nos introduce en la segunda parte del evangelio.



  1. La segunda parte es el “Libro de la exaltación” (Juan 13,1-20,31)

      Llegó ‘la hora’ (Juan 13,1). (Juan 13,1-20,31) es como la realización de lo que estaba planificado de la primera. ¡Ha llegado la “hora”! Jesús revela el rostro verdadero de Dios, que es amor (1 Juan 4,8.16), en oposición al rostro del Dios legislador de algunos judíos presumidos (Juan 9,24). La obra de Jesús, que es la obra del Padre, es llevada a su término como obra de amor: “... Sabiendo Jesús que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre, después de haber amado a los suyos del mundo, los amó hasta el extremo” (Juan 13,1). Esta segunda parte se subdivide en tres secciones bien caracterizadas:

a).  La primera sección abarca los capítulos del 13 al 17. También se la conoce como el Libro de la comunidad, porque los discursos de despedida son el espacio propio para que la comunidad haga memoria oral y escrita de su líder que partió. Antes de entregar su vida Jesús reúne a los suyos para una cena de despedida en la cual realiza un gesto simbólico y profético: Les lava los pies (Juan 13,1-30). Después hace un largo discurso de despedida (Juan 13,31-17,26).

-          Les da a los “suyos” el nuevo mandamiento del amor mutuo (Juan 13,34s y 15,12.17).

-          Promete el Paráclito o Espíritu de Verdad (Juan 14,26; 16,12-15).

-          Hace una evaluación de su vida y misión y reza al Padre por la unidad (Juan 17).

b).  La segunda sección es el relato de la pasión en los capítulos 18 y 19. Esta parte culmina con la última palabra de Jesús: “todo está acabado” (Juan 19,30).

c).  La tercera sección nos trae las escenas de la resurrección (Juan 20). En esta parte Juan privilegia el encuentro de Jesús con María Magdalena (Juan 20,11-18). El Resucitado la llama por su nombre (Juan 20,16) y ella lo reconoce como su Maestro. Y recibe el envío: “Ve a decir a mis hermanos: subo don mi Padre, que es Padre de ustedes, que es Dios de ustedes” (Juan 20,17).

d).  El prólogo (Juan 1,1-18) y el epílogo (Juan 21,1-25) se añadieron después. Constituyen el marco de todo el evangelio.



Prólogo

Juan 1,1-18
Libro de los signos
1,19-11,54

Transición

11,55-12,50
Libro de la exaltación
13,1-20,31
Epílogo

Juan 21,1-25

Jesús revela a Dios al mundo por medio de signos y palabras: “La hora aún no llegó”.
La hora se aproxima.
Jesús revela el amor de Dios a los suyos entregando su vida: “Su hora ha llegado”.




E. Claves de lectura

Hay muchas claves de lectura para abrir el evangelio de Juan. Vamos a presentar algunas que nos pueden ayudar a entrar y asimilar. La riqueza de su mensaje:



  1. Prólogo como puerta de entrada del evangelio

      En el comienzo del evangelio nos encontramos con las mismas palabras del Génesis: “En el principio” (Juan 1,1). Se nos invita a hacer una relectura de toda la Biblia a partir de los signos de la presencia de Dios en la historia de su pueblo. La clave para hacer este relectura es Jesucristo, la Palabra del Padre: “La Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros” (Juan 1,14). Jesús es el hermeneuta de Dios, su presencia viva y encarnada en la historia humana. Esta Palabra se revela como proyecto creador y dador de VIDA.



  1. Atención al simbolismo

      La lectura del cuarto evangelio requiere una atención especial al simbolismo. El redactor atribuye valor simbólico a:

-          Personajes: el ciego de nacimiento en Juan 9 representa a la comunidad joánica;

-          Números: el hombre paralítico de 38 años en Juan 5,1-18 es referencia a Deuteronomio 2,14;

-          Circunstancias: los “cinco maridos” a los que se refiere Jesús en el diálogo con la samaritana en Juan 4,1-42, simbolizan los dioses de los cinco pueblos paganos forzados a emigrar a Samaria (2 Re 17,34-41).

Hay que añadir que todos los signos narrados en el evangelio tienen un fuerte contenido simbólico.



  1. El programa de los signos

      El evangelio de Juan llama signos a algunos de los milagros atribuidos a Jesús por los evangelios sinópticos y añade otros originales. Los siete signos narrados en el evangelio de Juan no se pueden comprender como acciones aisladas del mesianismo de Jesús. Forman parte de un programa de revelación y manifestación de Dios, el Padre.

      La primera parte del evangelio de Juan prepara la “hora” de Jesús. En Juan 2,4 Jesús avisa: “aún no ha llegado mi Hora”. Y el redactor añade: “Jesús hizo esta primera señal” (Juan 2,11), creando en los lectores la expectativa de nuevos signos. Es una advertencia para que el inicio de los signos no se confunda con su obra principal, que será consumada tan sólo cuando llegue la “hora” de su vuelta al Padre (Juan 13,1). De esta forma se rechaza un mesianismo triunfante y glorioso.



  1. La hora de Jesús

      El tema de la “hora” está presente en todo el evangelio. Los signos solamente se pueden comprender dentro de esta perspectiva: la hora de Jesús. La hora de Jesús se aproxima por su fidelidad al Padre que quiere la vida para todos los marginados. Esto provoca el rechazo por parte de las autoridades judaicas y del imperio romano (Juan 11,45-52).

      Jesús vive la crisis de la hora y se perturba ante ella (Juan 12,23-24). Pero unido al Padre, la asume libremente como máxima prueba de amor (Juan 10,17-18; 13,1): Es la “hora” de entrega de su propia vida (Juan 15,13). La hora de Jesús es la hora de su muerte-glorificación, para que todos tengan vida en abundancia (Juan 10,10; 3,16).



  1. El nombre de Jesús: ‘Yo soy’

      Jesús se autopresenta, en el evangelio de Juan, con el mismo nombre de JHWH: “Yo Soy” (Ex 3,14). Como Yahvé, Jesús no se deja encuadrar en esquemas, imágenes o nombres fijos. El es el Dios que está con nosotros para librarnos de todo mal y pecado. “Yo soy”, en la forma absoluta, como en Éxodo 3,14, aparece en Juan 8,24.28.57; 13,19. El “Yo soy” con predicado introduce siete discursos de Jesús:

-          Yo soy el pan de vida” (Juan 6,35)

-          Yo soy la luz del mundo” (8,12)

-          Yo soy la puerta de las ovejas” (10,7)

-          Yo soy el buen pastor” (10,11)

-          Yo soy la resurrección y la vida” (11,25)

-          Yo soy el camino, la verdad y la vida” (14,6)

-          Yo soy la vid verdadera” (15,1).

De esta forma se nos invita a entrar en el evangelio de Juan con la misma actitud de Moisés ante la zarza ardiente: despojándonos y muy atentos para oír a Dios que se manifiesta en los signos de nuestro tiempo. El es el Dios libre y sorprendente quien camina y hace historia con nosotros.





 ENCUENTRO 18: Jesús y el Padre: “¡Vine en nombre de mi Padre!”.



Mensaje: Jesús vino con una doble misión: Revelar al Padre manifestando la presencia de su Reino. Esto será siempre la misión que nos toca continuar.

Miremos un poco nuestra realidad social, eclesial y nuestra vida personal. Por ventura, ¿no dependemos quizá por demás de las alabanzas, del reconocimiento y de la gloria humana? En medio de esta situación la Palabra de Jesús nos interpela: “¿Cómo van a creer ustedes, si lo que les preocupa es recibir gloria uno de otros y no se interesan por la verdadera gloria que viene del Dios único?” (Juan 5,44).

Jesús habla de su unión íntima con su Padre: ésta es lo único que testifica sus obras. El no mide la eficacia de su misión por los elegidos o por la gloria que ven los hombres. El texto nos trae el discurso sobre la obra de Jesús, el Hijo de Dios. Es una explicación del signo de la curación del enfermo de la piscina de Betesda. Está directamente ligado a la respuesta de Jesús a los judíos, que lo acusaban por sanar en día sábado: “Mi Padre sigue trabajando. Yo también trabajo” (Juan 5,17). Esta palabra de Jesús refleja uno de los muchos momentos polémicos de la comunidad joánica con sus adversarios judíos que los habían expulsado de la sinagoga. Lo podemos situar entre los años 90-100 dC.

En la raíz del conflicto entre Jesús y los judíos está la imagen de Dios. Jesús, a través de sus palabras y obras, nos muestra a Dios como Padre. Un Dios-Amor que está “siempre” activamente comprometido en la liberación de todos los marginados. Por eso su práctica era liberadora, evangelizadora y reveladora del amor con que el Padre ama al Hijo. Sus adversarios creían en un Dios legislador y por eso tenían una práctica religiosa legalista que oprimía en lugar de liberar a las personas.



Bienvenida. Canto. Acogida y motivación. Breve oración al Espíritu Santo.

Nuestra realidad: La fe como alma de nuestra vida

1.      Digámonos cuáles son los grandes ejes que orientan nuestra manera de vivir.

2.      ¿Cuál es el lugar de la fe en todo esto?

Palabra de Dios. Juan 5,19-47: El amor está por encima de la ley

3.      En esta lectura, ¿de qué maneras se manifiesta la unión de Jesús con su Padre?

4.      ¿Qué beneficios trae para la gente esta unión de Jesús con su Padre?

Hoy nosotros: Primero la obligación y después la devoción

5.      ¿De dónde sacamos nosotros la fuerza de cumplir con una misión de servicio?

6.      ¿A qué cambios nos llama toda esta reflexión?

Oraciones comunitarias. Salmo. Canto. Bendición final.



Preparación del próximo encuentro

  1. En el próximo encuentro seguiremos profundizando en nuestro conocimiento de Jesucristo a través del evangelio de Juan. Leamos Juan 6,1-71. El texto de apoyo es Éxodo 16,4-20.
  2. Distribuir las tareas para la próxima reunión.





Comentario 18: REVELAR AL PADRE A LOS POBRES. Obediencia al proyecto de Dios



A. La lucha de JESÚS: hacer la voluntad del Padre

A los doce años, Jesús dijo a sus padres: “¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?” (Lucas 2,49). Los padres se sorprendieron por la respuesta de Jesús. Después de la conversación con la samaritana Jesús dice: “mi sustento es cumplirla voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra” (Juan 4,34). Los apóstoles se extrañaron por la respuesta. En la discusión con los judíos El dice: “El Hijo no hace nada por su cuenta, si no se lo ve hacer al Padre” (Juan 5,19). Los judíos se sorprendieron por la respuesta. En la Última Cena dice: “Felipe, quien me ha visto a mi ha visto al Padre (Juan 14,9). Felipe también se extrañó por la respuesta.

Estas y otras cosas nos revelan que Jesús mantenía una lucha interna para estar siempre unido a su Padre. Personas, acontecimientos, situaciones, el mismo demonio lo tentaban para hacerle tomar otros caminos. Pero El, para mantener la comunión con su Padre, no temió provocar conflictos ni con las autoridades, ni con las personas que más quería. Los que intentaron desviarlo recibieron respuestas duras y reacciones inesperadas:

-          Los parientes de Jesús, pensando que estaba fuera de sí, lo querían llevar a casa (Marcos 3,21); oyeron palabras duras que parecían una ruptura: “¿Quién es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos?” (Marcos 3,33).

-          Pedro intentó desviarlo del camino de la Cruz, pero tuvo que oír: “Retírate, Satanás” (Marcos 8, 33).

-          Los apóstoles, que habían gozado de la concurrencia del pueblo en la víspera, llamaron de nuevo a Jesús (Marcos 1,36), pero recibieron su rechazo: “Vámonos de aquí a las aldeas vecinas, para predicar también allí, pues a eso he venido” (Marcos 1,38).

-          Los familiares, que querían que se mostrase al pueblo de Jerusalén en la fiesta de los Tabernáculos (Juan 7,2-4), recibieron esta respuesta: “¡Vayan ustedes! Aún no ha llegado mi hora, mientras que la suya siempre está disponible. Yo no subo a la fiesta” (Juan 7,6.8).

-          Juan Bautista quería una definición de Jesús: “¿eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro? (Mateo 11,3). La respuesta de Jesús fue dura. Le mandó a Juan que confronte las profecías con la realidad de los hechos (Cf. Mateo 11,4-6 con Isaías 29,18-19; 35,5-6; 61,1).

-          La mujer cananea pedía la curación de su hija. Los apóstoles que insistían para que la atendiera, recibieron una respuesta inesperada: “he sido enviado solamente a las ovejas descarriadas de la casa del Israel” (Mateo 15,24). Y a la mujer le dice: “no está bien quitar el pan a los hijos para echárselo a los perritos” (Mateo 15,26).

-          Los fariseos le avisaron: “márchate de aquí, porque Herodes intenta darte muerte” (Lucas 13,31). La respuesta de Jesús es muy clara, de que nadie le va a impedir realizar su misión (Lucas 13,32).

-          El pueblo quería forzar la coyuntura y hacerlo rey. Al percibirlo Jesús sencillamente desaparece y se refugia en la montaña (Juan 6,15).

-          El demonio le propone otras alternativas para cumplir su misión de Mesías. Jesús reacciona violentamente, condenando las propuestas con las palabras de la Escritura (Mateo 4,4-7.10).

-          El sufrimiento le lleva a pedir: “Padre, tú lo puedes todo, aparta de mí esta copa”. Pero añadió enseguida: “no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Marcos 14,36).

Jesús luchó para ser fiel al Padre. Nadie, nada, nunca, ninguna autoridad, en ningún momento consiguió interferir en el secreto más profundo de su vida. Los que lo intentaron, tropezaron con una muralla infranqueable, con una libertad impresionante. Él fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Filemón 2,8; Hebreos 5,7-8).

Esta lucha interior es el lado de dentro de la lucha mayor por el cambio. Ella garantizaba que tanto la denuncia como el anuncio eran revelación del Padre. Las dos luchas son las dos caras de la misma medalla. Las dos se complementan; una sin la otra no podría existir. En definitiva es una sola lucha. Aquí encontramos el significado de la obediencia de Jesús. Es ella la que une a las dos luchas y hace que Jesús y el Padre sean una sola cosa.



B. La escuela donde JESÚS APRENDIÓ la voluntad del Padre

¿Cómo Jesús descubría la voluntad del Padre? ¿Qué escuela frecuentaba? Veamos algunos hechos que nos muestran qué hacía Jesús para descubrir la voluntad del Padre. Estos hechos, por así decirlo, apuntan a la escuela de Jesús. Jesús descubría la voluntad del Padre:



  1. En la familia. “Bajó con ellos, fue a Nazaret y siguió bajo su autoridad” (Lucas 2,51). Esta sumisión, sin embargo, no era ciega. El tuvo el coraje de criticar a sus padres (Lucas 2,49). Jesús está tan convencido que lo más importante es obedecer a Dios que llega hasta decir: “Madre mía y hermanos míos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Lucas 8,21).



  1. En su condición de pobres. Lo que para algunos era condenación del destino, para Jesús se convirtió en la manifestación de la voluntad del Padre. Jesús nació pobre y estuvo siempre junto a los pobres. Nunca buscó una salida individual, nunca buscó privilegios para El. Nacer pobre para El era expresión de la voluntad del Padre. Continuar junto a los pobres era decisión del Hijo, buscando ser obediente al Padre hasta la muerte y la muerte de cruz (Filemón 2,8).



  1. En la Sagrada Escritura. Jesús acude a la Escritura como fuente de autoridad (Lucas 4,18). El se orienta con la profecía del Siervo sufriente para realizar su misión de Mesías (Marcos 1,11). Es en la Biblia donde encuentra las respuestas a las tentaciones que intentan desviarlo del camino del Padre (Lucas 4,4.8.12). Jesús encuentra la voluntad de Dios manifestada en la Ley como camino y orientación de Dios. La comunidad cristiana releyó la historia de fidelidad y obediencia de Jesús a partir de las enseñanzas de Moisés, lo aparecen los patriarcas en la cita, los Profetas y los Salmos (Lucas 24,44-48).



  1. En los hechos y acontecimientos. Juan Bautista confrontó a Jesús con las normas de la tradición: “¿Eres tú que había de venir o tenemos que esperar a otro?” (Mateo 11,3). En Jesús algo no concertaba con la expectativa mesiánica de Juan. En la respuesta Jesús utiliza palabras de la profecía de Isaías (Isaías 35,5-6) para describir los hechos que estaban sucediendo: “Vayan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído” (Mateo 11,4). La voluntad de Dios se manifestaba en los hechos, en los acontecimientos, en la historia. Juan tenía que cambiar su modo de ver.



  1. En las personas y sus actitudes. El había dicho: “He sido enviado solamente a las ovejas descarriadas de la casa de Israel” (Mateo 15,24). En otras palabras, pensaba Jesús: ¡En este momento el Padre no quiere que atienda a esta mujer! Pero ante la respuesta de la cananea, dice: “Mujer, ¡qué fe tan grande tienes! Que se cumplan tus deseos” (Mateo 15,28). Jesús cambió de opinión. En la actitud de la mujer El leyó lo que el Padre quería de Él.



  1. En la tradición y la práctica comunitaria. Jesús reconoce a la autoridad, pero no aprueba la práctica de las autoridades religiosas. “Hagan y cumplan todo lo que dicen, pero no los imiten” (Mateo 23,3). Reconoce que las autoridades religiosas nos transmiten la voluntad de Dios. Pero denuncia: muchas cosas que transmiten no tienen nada que ver con la voluntad del Padre; son tan solo tradición humana que esclaviza al mandamiento de Dios (Marcos 7,13). Jesús nunca se apoyó en las autoridades, pero hablaba con autoridad (Marcos 1,22).



  1. En la lucha y en el discernimiento. En el Huerto de los Olivos, Jesús aceptó la lucha. Vino un ángel y lo ayudó a ir hasta el fin. Sudó sangre, pero encontró la paz en la entrega total al Padre (Lucas 22,43-44).



  1. En la oración. Es en la oración, en las noches pasadas con el Padre, que El vive su experiencia de Hijo y descubre lo que le pide el Padre (Lucas 5,16; 6,12; 9,18.28-29; 11,1). En el Padrenuestro nos enseña a pedir: “venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mateo 6,10).



  1. En la convivencia. En la convivencia con el pueblo explotado de Galilea; en la convivencia en casa con María y José; en la convivencia que lo hacía participar en la vida comunitaria de la sinagoga, en la lucha, en el trabajo de carpintero por sobrevivir.



  1. En la religiosidad popular. Participando de las peregrinaciones al templo, reflexionando sobre la esperanza mesiánica que se imaginaba al Mesías como un nuevo Moisés; reflexionando sobre la piedad del pueblo que se apoyaba en la figura del Siervo de Yahvé.



CONCLUSIÓN: Una atención permanente al Padre y al Pueblo de los pobres.

            No existía ninguna instancia preestablecida que lo llevara a Jesús a descubrir la voluntad del Padre. No existía una lista de normas para orientarse. Había sí, una atención permanente dirigida al Padre y al pueblo. “Yo no puedo hacer nada por mi cuenta; juzgo por lo que oigo” (Juan 5, 30). “El hijo no hace nada por su cuenta si no se lo ve hacer al Padre” (Juan 5,19). “No hago nada por mi cuenta, sino que hablo como mi Padre me enseñó” (Juan 8,28). “Yo hago siempre lo le agrada” (Juan 8,29).

Jesús era fiel a la experiencia que tenía del Padre. Por cierto, la Buena Noticia del Reino no era una doctrina de catecismo para transmi­tir; ni una moral o disciplina para imponerla, ni una cultura para exportar, ni una idea nueva para enseñar, sino que era el rostro del Padre para revelarlo al pueblo, sobretodo, a los pobres. La obediencia de Jesús no era disciplinar, sino profética. Al ser la voz de Jesús era y es la voz del Padre. Por medio de la obediencia desobedecía a la tradición de los hombres y la criticaba. ¡La obediencia sólo tiene sentido como revela­ción del Padre!





 ENCUENTRO 19. La eucaristía: “Yo soy el pan de vida”.



Mensaje: La Eucaristía nos revela que Dios se hace presente en el compartir y la entrega. Jesús es el mejor ejemplo de esto: Ha querido que lo actualicemos mediante el compartir del pan y del vino, para que el compartir será nuestra norma permanente de vida.

El hambre no es un hecho ocasional en la vida, sino que integra lo cotidiano. Por otra parte, vemos pan y tantos otros bienes acumulados y deteriorados en las manos poderosas de algunos que lucran. La ausencia del compartir, de la solidaridad y de la justicia clama al Dios de la Vida, al Dios Providencia, porque desfiguran a la persona en su dignidad humana. La realidad nos demuestra que el compartir se realiza más entre pobres que entre ricos.

Nuestro texto nos enseña que la multitud buscaba a Jesús por los signos que El hacía. Jesús levantó los ojos y vio que la gente estaba con hambre. Necesitaban pan. Pero Jesús entiende que la multitud no sólo tiene hambre de pan. Con el pan busca algo más. Por eso, además de alimentarlos con pan, Jesús los alimenta con su Palabra. Esta realidad, vivida por Jesús y sus discípulos, continúa hoy. Cada vez son más los que viven en la miseria.

El texto nos trae un discurso largo de Jesús dirigido a distintos grupos: al pueblo, a los judíos y a los discípulos. Jesús es interrumpido por preguntas y observaciones de sus oyentes e interlocutores. En el centro del discurso de Jesús encontramos una revelación y una promesa: “Yo soy el pan de vida: el que acude a mi no pasará hambre, el que cree en mí no pasará nunca sed” (Juan 6,35).



Bienvenida. Canto. Acogida y motivación. Breve oración al Espíritu Santo.

Nuestra realidad: Compartir es dar vida material y espiritual

1.      ¿Qué signos recientes de compartir y solidaridad nos llamaron la atención?

2.      ¿Por qué motivos se dieron estos signos de compartir y solidaridad?

Palabra de Dios. Juan 22-58: Jesús es el pan de vida. Leer pausadamente el texto. Uno del grupo puede hacer de narrador, otro leer las palabras de Jesús, otro la palabra de Simón Pedro y todos los participantes del encuentro pueden hacer la parte de los interlocutores de Jesús: multitud, judíos y discípulos.

3.      ¿Qué quería manifestar Jesús a sus compatriotas cuando les decía que era ‘el pan de vida’?

4.      ¿Qué relación hacemos entre las afirmaciones de Jesús y ‘el maná’?

Hoy nosotros:

5.      ¿De qué maneras es Jesús ‘pan de vida’ para nosotros y nosotras?

6.      ¿Cómo vamos a manifestar a los demás que Jesús es ‘pan de vida’?

Oraciones comunitarias. Salmo. Canto. Bendición final.



Preparación del próximo encuentro

  1. En la próxima reunión profundizaremos nuestro conocimiento de Jesucristo con la finalidad de recrear su seguimiento dentro de nuestro contexto histórico, hoy. Jesús vino al mundo para dar a todos vida en abundancia. Preparémonos para el encuentro observando la realidad local y de nuestro continente latinoamericano para descubrir señales donde la vida es promovida y donde está amenazada y hasta masacrada. Para aprovechar mejor el estudio conviene leer a Juan 10,1-30. Texto de apoyo: Éxodo 34,1-31.
  2. Organizar el próximo encuentro y distribuir las tareas.





comentario 19: ¡Hagan esto en memoria mía! Recordar-agradecer-compartir-comprometerse



Celebrar la eucaristía es comprometerse a vivir como Jesús vivió, esto es, al servicio de los demás. Porque descuidamos esto y no nos comprometemos sólidamente, nuestra sociedad está enferma, débil y casi muerta. “Que cada uno se examine antes de comer el pan y beber la copa. Pues quien no reconoce al cuerpo (del Señor), se come y se bebe su condena. Esta es la causa de que haya entre ustedes muchos enfermos y achacosos y que se mueran bastantes” (1 Corintios 11,28-30).



A. La EUCARISTÍA: memorial de LIBERACIÓN

“Hagan esto en memoria mía”. ¿Qué significa celebrar la eucaristía como memorial de Cristo? En sentido bíblico ‘Memorial’ significa mucho más que ‘recuerdo’. Es una palabra clave de la eucaristía, que solamente se comprende referida a la historia concreta de un pueblo en su relación con Dios.



  1. La celebración de la Pascua en el Antiguo Testamento

      Israel celebraba la Pascua como memorial de los “grandes hechos” de Yahvé en favor de su pueblo: “y ese día le explicarás a tu hijo: “esto es por lo que el Señor hizo en mi favor cuando salí de Egipto” (Ex 13,8). Esta referencia al Éxodo, a la liberación de Egipto, tal como se vive en las liturgias de la renovación de la Alianza, en el Sinaí, hace del culto de Israel un memorial. Se trata de una celebración litúrgica que no solamente recuerda o representa, sino que recrea, renueva y actualiza la pasada intervención de Dios en favor de su pueblo. De este modo la intervención es siempre actual y actuante, aún hoy y también mañana. Es una profesión de fe en la fidelidad de la intervención de Dios en favor de su pueblo. Será así hasta el fin. Por eso se convierte, al mismo tiempo, en motivo de acción de gracias y de súplica. El memorial es recuerdo agradecido y súplica confiada. Engloba las tres dimensiones fragmen­tarias del tiempo en una única y permanente globalidad: hace referencia al pasado, es actualidad en el presente y es apertura para el futuro.

a).  El recuerdo del pasado. La actualización de este acontecimiento del pasado, siempre vivo y, potencialmente, abierto al futuro se realiza por la palabra durante la celebración litúrgica: “Este día será para ustedes memorable, en él celebrarán la fiesta al Señor” (Éxodo 12,14). El pueblo, en las asambleas, es convocado a recordar las grandes maravillas que Dios realiza gratuitamente en su favor. Esta memoria celebrativa se realizaba en familia (Deuteronomio 6,20-25) y en las asambleas litúrgicas (Deuteronomio 26,1-11). Su contenido es el amor gratuito de Dios que escogió para sí un pueblo y lo liberó de la esclavitud de Egipto, alimentó con el maná en el desierto, conduciéndolo a la tierra de la libertad: Éxodo (Deuteronomio 8,2.5.14-18).

b).  Es actualidad viva. Su finalidad no es rescatar un pasado olvidado, sino mantener vivo el núcleo referencial de la fe, en el presente, por medio del cumplimiento de los mandatos de su único Señor. En la celebración de la Pascua judía, hasta hoy, el padre de familia levanta el vino y proclama: “El vino, con su color rojo significa la propia vida con sus momentos dulces y amargos: en tiempo de opresión no falte la esperanza de la libertad; en tiempo de libertad no se apague el recuerdo de la esclavitud”. Así la memoria le ayuda al pueblo a vigilar el camino de la liberación, cuidando de no caer en la esclavitud. No se trata de un recuerdo pasivo, sino activo y práctico. Cuando la fiesta de Pascua fue oficializada y manipulada económicamente por los líderes judíos, se cayó en el ritualismo. Contra esta tentación de formalismo ritual se elevó la voz de los profetas. Llaman la atención sobre una celebración que sería un gesto vaciado de su contenido: “estoy harto de sus sacrificios” (Isaías 1,11). Oseas llama la atención sobre el mismo peligro y dice en nombre de Yahvé: “Porque quiero lealtad, no sacrificios; conocimiento de Dios, no holocaustos” (Oseas 6,6). Este texto fue recuperado por la comunidad cristiana (Mateo 9,13), del Nuevo Testamento.

c).  Es apertura a la novedad. Memorial, en el sentido bíblico original, no es ritualismo, sino acontecimiento y vida. No es una fijación de un acontecimiento pasado, sino una apertura a la novedad y a la fidelidad de Dios y su intervención sorprendente y gratuita en la historia. Celebrar el memorial es poner atención a esta acción de Dios; es fe en la esperanza. Por eso Moisés le reza a Yahvé: “Acuérdate de tus siervos Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a tu descendencia, para que la posea para siempre” (Ex 32,13). La fidelidad de Dios no cesa de abrirse al futuro, a lo eterno.



  1. La celebración de la Pascua en el Nuevo Testamento

      En el Nuevo Testamento, la eucaristía nos hace celebrar en el memorial el acontecimiento Pascual de Cristo: su Vida, Muerte y Resurrección. Celebrando este memorial participamos del mismo acontecimiento. La eucaristía nos enseña también perseverar en la fidelidad al pasado y al futuro.

      La memoria eucarística es el momento comunitario más importante para recordar todo lo que Jesús dijo e hizo. Celebramos la eucaristía no como un hecho aislado en la vida de Jesús, sino como memoria, es decir, totalidad de una vida toda ella entregada al servicio de los otros. También es la celebración de la memoria de los mártires, quienes en el fiel seguimiento de Jesucristo entregaron su vida hasta el fin por la causa del reino.

            El memorial eucarístico es un recuerdo, que se convierte en realidad presente por obra del Espíritu Santo (Juan 14,26). Es, al mismo tiempo, anamnesis (memorial) y epiclesis (invocación). No es una simple repetición de palabras. Las palabras se llenan del Espíritu del Señor, y, por consiguiente, son eficaces.



B. DESAFÍO de la EUCARISTÍA en un contexto de injusticia

¿Cómo mantener la vigencia de celebrar la eucaristía como memorial de liberación en un contexto de opresión e injusticia? Entregándose totalmente, Jesús nos invita a hacer lo mismo. La sangre derramada, el cuerpo entregado quiere unir lo que está dividido. ¡Y entre nosotros hay tantas divisiones! Compartir es el gran desafío eucarístico, cuando se celebra en un contexto de injusticia y desigualdad económica, como el nuestro.



  1. La acumulación de bienes contradice la Eucaristía

      La eucaristía nos lanza hacia fuera de nosotros para ir juntos a los hambrientos de pan material, de solidaridad, de justicia. Nos desafía también a tomar conciencia del contraste entre la acumulación de bienes en pocas manos, por una parte, y el hambre, la miseria, la falta absoluta de bienes necesarios para la sobrevivencia, por otra parte. De ahí que junto al agradecimiento surge otro desafío: el compromiso del compartir.



  1. La fuerza del compartir material y de la entrega personal

      En muchos pasajes de la Biblia se nos muestra que quien retiene muere, quien comparte vive. Por ejemplo la viuda de Sarepta que comparte con Elías su última reserva de pan (Cf. 1 Reyes 17,7-16). En el Nuevo Testamento el ejemplo de las primeras comunidades (Cf. Hechos 4,36-5,11).

      Es una lección difícil de aprender la de partir de lo pequeño, de lo poco que se tiene (Juan 6,9). Jesús partió de la ofrenda por un muchacho de 5 panes y 2 pescados. Jesús nos revela que es, por una parte, a partir del pequeño – un muchacho –aquel que no contaba para la sociedad en tiempos de Jesús y, por otra, a partir de lo insignificante – frente a 5,000 personas –, que comienza la lección de compartir. Para aprenderla debemos convertimos en aprendices de los pobres. Aprender de la madre que sólo tiene media jarrita de leche para su hijo y es capaz de repartirla con su vecina que tiene una hija enferma.

      Además de compartir los bienes, la eucaristía nos impulsa a ser como Jesús: pan repartido para la humanidad. Este es un compromiso radical y permanente de quien sigue a Jesús: hacer de su vida una eucaristía, que se reparte en gestos eucarísticos, día a día.

      En el momento en que Jesús toma el pan en sus manos, levanta los ojos al cielo y da gracias al Padre, arranca al pan de la esclavitud de lo económico y hace de este gesto el mayor acto de gratitud: una Acción de Gracias, porque es el que se entrega para una nueva liberación, alianza e historia.

            La Eucaristía nos compromete con una nueva historia, que se construye a partir de la gratitud del amor-servicio: aquí está el mayor gesto eucarístico que Jesús nos dejó como ejemplo (Juan 13,1-20). “¿Entienden lo que he hecho? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien. Pues si yo, que soy Maestro y Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse mutuamente los pies. Les he dado ejemplo para que hagan lo que yo he hecho” (Juan 13,12b-15).

            Por una parte, solamente podemos imitar este ejemplo de Jesús si tenemos parte con El (Juan 13,8). Por otra parte, solamente tenemos parte, de hecho, con Jesús si vivimos, de acuerdo a su ejemplo, el compromiso de solidaridad y amor radical a los hermanos.



C. EUCARISTÍA: don y compromiso

Celebrar la eucaristía es, en primer lugar, agradecer el don de la vida de Dios que se ha dado, en un gesto de amor extremo, por medio de su Hijo, Jesucristo. Pero es también asumir un compromiso.



  1. Dios se entrega a nosotros…

      “Si participamos en la eucaristía es grande la alegría que Dios ofrece. Por eso no podemos dejar olvidado el dolor de esta vida que el pobre padece”.

  1. … para que nos entreguemos a los demás…

      Cuando celebramos eucaristía, proclamamos la justicia del pan repartido en igualdad para todos; proclamamos la liberación de todos los que se reúnen para celebrar el misterio pascual.

  1. … y hacer de esta manera un mundo de igualdad agradable a Dios (Romanos 12,1 y 15,16)

      Celebrar la eucaristía sin el deseo y empeño por eliminar las injusticias sociales que atentan contra la fraternidad y la dignidad humana, es una farsa, es una mentira. Estamos diciendo que amamos a Dios sin amar a nuestros hermanos (1 Juan 4,20).



            San Juan Crisóstomo demuestra cómo la eucaristía es compromiso concreto con los hermanos necesitados. Sus palabras nos interpelan con fuerza: “Si quieres honrar el cuerpo de Cristo no lo descuides cuando se encuentra desnudo. No lo honres, aquí en la Iglesia, con ropas de seda para descuidarlo fuera, en donde tiene frío y está desnudo. En efecto, quien dice: “Esto es mi cuerpo” es el mismo que dice: “me vieron con hambre y no me dieron de comer. En la medida que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, me lo hicieron a mí”.

            El cuerpo de Cristo que está sobre el altar no tiene necesidad de mantos, sino de almas puras, mientras que el que está allá afuera tiene necesidad de muchos cuidados. Aprendamos, pues, a vivir como sabios a honrar a Cristo como él quiere ser honrado.

            ¿Para qué vale que la mesa de Cristo esté llena de cálices de oro si no le das un vaso de agua? ¿Para qué sirve? Providencias para el altar, velos tejidos de oro si al Él, esto es, al pobre, al hermano no le ofreces un vestido necesario. ¿Qué gana con esto? Amoblando la casa, cuida de no olvidarte de tu hermano que sufre, porque este templo, es decir el hermano que sufre, es más precioso que el otro, la iglesia.

            La eucaristía es la fiesta del pan compartido en todas las mesas, sin amontonar y sin que falte. Es la celebración de la Pascua de la Nueva Alianza, la fiesta de la Liberación. “Pan en todas las mesas, nueva certeza de la Pascua. Habrá fiesta y el pueblo cantará aleluya”.





 ENCUENTRO 20. Vida en abundancia para todos: “Yo vine para que todos tengan vida”.



Mensaje: Promover y defender la vida es el mayor compromiso que tenemos los unos con los otros y con la naturaleza. Dios es vida y su creación es vida. Amar a Dios se manifiesta en amar la vida en todos sus aspectos.

Si observamos nuestra realidad vemos que la vida está muchas veces amenazada por tantos “ladrones” y “lobos” – así habla Jesús en el evangelio – que vienen para dispersar, buscar su propio provecho destruyendo y atropellando. Los Obispos brasileros, en un documento sobre “Ética e Sociedad”, llaman la atención sobre cuatro peligros que amenazan la vida en nuestro mundo: el peligro de la miseria y el hambre; el peligro genético de la manipulación de la vida humana; el peligro atómico o nuclear; el peligro del desequilibrio ecológico. Concluye con una advertencia clara en cuanto a la responsabilidad que todos tenemos: “No es exagerado el decir que nunca la humanidad tuvo tanta responsabilidad sobre su futuro. Nunca tuvo tanta necesidad de una ética basada, no en los intereses inmediatos de los individuos, sino sobre las perspectivas del futuro para la humanidad”.

En el texto de la reunión de hoy, Jesús habla de la gran opción de su encarnación entre nosotros. “Yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10,10b). El discurso de Jesús comienza con una comparación (Juan 10,1-5), seguida de una anotación del evangelista que señala la incomprensión del sentido de la comparación (v 6). Jesús se presenta como el buen pastor. Esto hace pensar que había pastores malos, en tiempo de la comunidad joánica, como los había en tiempo del profeta Ezequiel (Cf. Ezequiel 34,1-31).

Jesús es el buen pastor que da su vida por sus ovejas. El es la puerta por la que las ovejas entran y salen. En El encuentran alimento en abundancia. Es una hermosa imagen de libertad. Todo lo que dice Jesús no es teoría o ideología abstracta. Se fundamenta en la experiencia ­de su relación con el Padre.



Bienvenida. Canto. Acogida y motivación. Breve oración al Espíritu Santo.

Nuestra realidad: Los atropellos a la vida

1.      Según nuestro parecer, ¿de qué manera se está atropellando nuestro derecho a la vida?

2.      ¿Cuáles son las personas, organizaciones y estructuras responsables de tales atropellos?

Palabra de Dios. Juan 10,1-30: El buen pastor da la vida por sus ovejas.

3.      En la parábola de Jesús, ¿cómo se portan los asalariados y los ladrones?

4.      A lo largo de su vida, ¿de qué manera se comporta Jesús como buen pastor?

Hoy nosotros: Denunciar a los malos pastores y ser nosotros buenos pastores

5.      ¿Por qué motivos tenemos que denunciar a los malos pastores?

6.      ¿Cómo vamos a anunciar que es Jesús en medio de nosotros el buen pastor?

Oraciones comunitarias. Salmo 23. Canto. Bendición final.



Preparación del próximo encuentro

  1. Al evangelio de Juan también se lo llama “Evangelio del amor y de la unidad”. En el próximo encuentro profundizaremos el tema del amor. Para mayor aprovechamiento conviene leer y meditar el texto de Juan 15,1-17. Testo de apoyo: 1ª carta de Juan 4,7-21.
  2. Distribuir las tareas para dinamizar el próximo encuentro.





comentario 20: El camino, la verdad y la vida. “¡Vida que es eterna, desde ya!”



A. ¿Qué es vida?

Hablando de la vida uno recuerda aspiraciones, sueños y esperanzas. Por otra parte, también recuerda contradicciones y muertes. En el contexto de América Latina, hoy, no podemos hablar de vida sin hablar de su opuesto: la muerte.



  1. Vida y muerte reales

      En medio de este horizonte de contraste entre vida muerte nos preguntamos: ¿qué significa vivir en los barrios periféricos? ¿En el centro de Quito? ¿En las calles de la ciudad? ¿Debajo de un puente? Ampliando nuestra mirada más allá de las fronteras de América Latina nos podemos preguntar: ¿qué es vivir en Palestina, Afganistán, Ira, Colombia? La realidad “vida” está condicionada por diversas circunstancias. Es muy diferente vivir debajo de un puente o en la calle que en una casa, un apartamento o una mansión. Vivir en un lugar u otro es diferente.

      Pero tenemos que afirmar también que estos condicionamientos externos no quitan el valor fundamental y esencial de la vida. Todos fuimos creados a imagen y semejanza del Dios de la Vida. Esta es la realidad primera y última que cualifica la vida de la persona humana en cualquier tiempo y lugar al margen de cualquier circunstancia. El desafía es lograr desplegar la vida sembrada en nosotros y nosotras.



  1. La vida es un proyecto a desarrollar

      Hay diversas maneras de entender la vida. Del modo cómo entendemos la vida, generalmente así vivimos. Por eso cabe la pregunta: ¿Qué es la vida para mí? ¿Qué es vivir para la mayoría del pueblo de América Latina? En la oración de gracias, que oímos muchas veces el día de la “Acción de Gracias”, se da una manera de comprender la vida. Al leer lo que sigue, prestemos atención a los sentimientos que se mueven en nuestro interior.

-          “¿Será tan maravilloso, Señor, poder volver a casa cuando tantos no tienen dónde ir?

-          ¿Será tan maravilloso, Señor, sentarse junto a una mesa abundante cuando existen millones que pasan hambre?

-          ¿Será tan maravilloso, Señor, tener calzado y ropa caliente cuando hay tantos con los pies descalzos y tiritando de frío?”

¿Cómo será la manera humana y cristiana de entender la vida? Vamos a observar al pueblo de la Biblia para ver cómo comprendieron esta realidad: la vida.



B. La vida tiene su origen y su fin en el dios de la vida

La realidad de la vida se encuentra en todos los libros de la Biblia. Es descrita con todos los géneros literarios, desde el poético-sapiencial hasta el profético-histórico. Mirando algunos pasajes del Antiguo Testa­mento podemos sentir cómo el pueblo de la Biblia captó el misterio de la vida.

-          Vida es el soplo de Yahvé que convierte a la criatura humana en partícipe de la misma vida del Dios de la Vida: “Entonces el Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo” (Génesis 2,7; Génesis 1,27).

-          Vida es una bendición de Yahvé a su pueblo: “Y Los bendijo Dios” (Génesis 1,28).

-          Vida es una herencia sagrada: “Repartió con ellos la ley de la vida (Sirácides 17,11).

-          Vida es una opción: “Mira, hoy te pongo delante de la vida y el bien, la muerte y el mal” (Deuteronomio 30,15; Deuteronomio 30,19; Génesis, 2,9; Jeremías 21,8).

-          Vida es don, salvación de la amenaza de muerte: “Quien oye el aviso salvará su vida” (Ezequiel 33,5).

-          Vida es la sabiduría de Yahvé: “Quien me encuentra, encuentra la vida y goza del favor de Yahvé” (Proverbios 8,35).

-          Vida es parte del corazón: “Guarda tu corazón sobre todo, porque de él proceden las fuentes de vida” (Proverbios 4,23).

-          Vida es camino de justicia: “En la vereda de la justicia está la vida” (Proverbios 12,28; 11,19)…

Estas ocho maneras de comprender la vida no agotan todo lo que el pueblo pensaba sobre esta realidad. Sin embargo nos ayudan a ver que la vida, en el Antiguo Testamento, era un derecho y una herencia sagrada, provenientes del Dios de la Vida. El es la fuente de la Vida. En él la vida humana tiene su origen y su fin.



C. JESÚS luchó contra los males que oprimían a la vida

En el Nuevo Testamento Jesús se enfrentó con muchas situaciones de muerte y de amenaza a la vida. El no se quedó indiferente. Definió claramente el objetivo de su venida: “Yo vine para que todos tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10,10). “Dar la vida” es el proyecto del Padre que el Hijo encarnado viene a realizar: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea no perezca, sino tenga vida eterna” (Juan 3,16). Vamos a contemplar algunas de estas situaciones con los mismos ojos y corazón del Padre y de Jesús:



  1. Hambre. Jesús enfrentó y combatió al hambre. Se compadeció del pueblo hambriento y promovió la organización del pueblo en comunidades de “cien y de cincuenta” y les enseñó a compartir (Marcos 6,35-44; Marcos 8,1-10; Juan 6,1-15; Lucas 9,10-17; Mateo 14,13-21).



  1. Enfermedad. En tiempos de Jesús se sufría y había muchos enfermos (Juan 5,3). Jesús salió al encuentro de las personas enfermas, curándolas y liberándolas para que sirvieran (Marcos 1,29-31). Muchos enfermos acudieron a Jesús para ser curados. Los evangelios confirman esta Buena Noticia: “Jesús recorría todas las ciudades y aldeas… proclaman­do la Buena Noticia del Reino y curando toda clase de enfermedades y dolencias” (Mateo 9,35; Cf. Marcos 1,34; Marcos 6,55-56).



  1. Abandono. Jesús vio el abandono del pueblo con mirada de compasión: “porque andaban maltrechos y postrados como ovejas sin pastor” (Mateo 9, 36ss). Convocó a los discípulos para liderar al pueblo. “y llamando a sus doce discípulos, les confirió poder sobre espíritus inmundos, para expulsarlos y para curar toda clase de enfermedades y dolencias” (Mateo 10,1).



  1. Espíritus inmundos. Con frecuencia vemos a Jesús expulsando demonios, o espíritus inmundos y mandando a los discípulos a hacer lo mismo. Con esta actitud nos muestra que la causa de las dolencias, del hambre y de tantos males que agreden y matan a la vida no es exclusivamente el pecado individual, como sostenía el juicio moralizante de su época (Juan 9,2). Espíritus inmundos son sobre todo: la explotación, la acumulación de bienes, la discriminación…



  1. Leyes opresoras. Jesús puso a la persona por encima del respeto absoluto al sábado, porque El se declaró ‘Señor del Sábado’ (Marcos 2,27-28; Lucas 6,5). Jesús hablaba con claridad contra aquellos que ponían la observancia de la ley y la tradición por encima de la Palabra, de la voluntad y el mandato de Dios que quiere vida y libertad para todos: “Invalidan el precepto de Dios en nombre de su propia tradición” (Marcos 7,8-13).



  1. Pecado. El pecado personal y social es la causa que daña la raíz y la fuente de vida. Por eso Jesús, después de curar, les recomendaba que no pecaran más: “Mira que te has curado. No vuelvas a pecar no te vaya a suceder algo peor” (Juan 5,14).



  1. Muerte. En 3 ocasiones, Jesús restableció la vida de quienes estaban envueltos en la muerte: la hija de Jairo (Marcos 5,21-24.35-43), el hijo de la viuda de Naím (Lucas 7,11-17) y Lázaro (Juan 11,1-44).

Jesús obró de esta manera porque era “la Resurrección y la Vida” (Juan 11,25). Vino para traer la vida que desde ya es eterna porque tiene su origen y fuente en el Dios de la Vida. Jesús tenía la vida en sí mismo, como su Padre: “Pues como el Padre posee vida en sí, así hace que el Hijo posea vida en sí” (Juan 5,26; Cf. Juan 5,21). La vida de Jesús estaba guiada por la lógica del amor gratuito: “Den gratuitamente, puesto que recibieron gratuitamente” (Mateo 10,8).



D. La vida cristiana es servicio a la vida humana amenazada

Como en tiempos de Jesús, también hoy la vida sufre muchas amenazas y agresiones. Un contexto de muerte parece que nos domina. Ya se habla de la “cultura de muerte”. Es en este contexto concreto donde se inserta la vida cristiana. Cuando decimos ‘vida cristiana’ estamos hablando primero de una ‘cualidad’ de vida. Una vida que se comprende como seguimiento de Jesucristo. Seguir a Jesús es ponerse siempre al servicio de la vida. He aquí el gran desafío: ser signo de calificación de la vida que ya es eterna desde ahora. Es optar por la vida, en medio de un sistema generador de muerte. Esta misión no se cumple sin conflictos, como la de Jesús.

Optar por la vida y luchar contra la muerte promueve conflictos. Por eso exige una espiritualidad y una mística que mantenga la perseverancia y el ánimo para caminar en la búsqueda de la vida y de la liberación: “con ese fin nos fatigamos y luchamos, puesta la esperanza en el Dios vivo” (1 Timoteo 4,10). Durante mucho tiempo se comprendió a la vida cristiana como “huida del mundo”. Ahora la entendemos, en particular en las CEBs, como un signo de una nueva forma de relación, organización y convivencia humanas. Se percibe una necesidad creciente de solidaridad. Si nuestra vida no se ubica bajo las mismas amenazas que sufren la mayoría de las personas de nuestra actual sociedad, ¿cómo nuestro estilo de vida comunitario puede ser una contribución para una nueva relación de los integrantes de nuestra sociedad?

Jesús, a quien seguimos, nos dio el ejemplo: “Yo vine para que todos tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el Buen Pastor: el buen pastor da su vida por sus ovejas” (Juan 10,10-11). Jesús, de hecho, entregó su vida en gesto plenamente libre y de total amor, porque era la voluntad del Padre (Juan 10,17-18). Por el modo cómo Jesús vivió, comprendió y entregó su vida, pudo afirmar: “¡Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida!”





ENCUENTRO 21. “Ámense unos a otros como yo los amé”
“Permanezcan en mi amor”.



Mensaje: El amor es el corazón de la vida, porque Dios es amor y venimos de él. Jesús vino a manifestarnos lo máximo del amor. No hay más que una manera de ser felices: Amando y sirviendo a los demás.

No es el mismo el sentido que se le da siempre a la palabra “amor”. Es parte del lenguaje romántico de los poetas y de los enamo­rados, del lenguaje místico y ético, de la religión y también del lenguaje ambiguo de novelas y otros MCS.

-          Amor es, también, una realidad conflictiva y dialéctica. Puede ser vivido como una fuerza alienante, asistencialista y generadora de dependencias.

-          Amor es, sobre todo, el nuevo y único mandamiento que Jesús vivió y nos dejó como herencia y testamento de su vida.

El texto bíblico de hoy revela la última voluntad de Jesús para su comunidad. Por eso está escrito como discurso de despedida. Nos invita a una praxis comunitaria en medio de conflictos: hay ramas de la comunidad que se deben podar, para que dé frutos; otras hay que cortarlas y quemarlas, porque no dan fruto.

En este discurso de Jesús, escrito por la comunidad joánica, se da un salto cualitativo con relación al mandamiento del amor. De la fórmula común del Antiguo Testamento: “como a ti mismo” (Levítico 19,18), se pasa al “como yo los amé”. Del singular ‘amarás’ se pasa al plural-colectivo ‘se amarán’. Al término de su misión en este mundo Jesús puede decir: “Yo los he amado a ustedes como el Padre me ama a mí: permanezcan en mi amor” (Juan 15,9).



Bienvenida. Canto. Acogida y motivación. Breve oración al Espíritu Santo.

Nuestra realidad:

1.      ¿Cuándo la palabra ‘amor’ esconde egoísmo, hipocresía, asistencialismo?

2.      ¿Cuándo la palabra ‘amor’ encierra entrega, alegría, crecimiento?

Palabra de Dios. Juan 15,1-17: El mandamiento de Jesús.

3.      Según Jesús, ¿cuál es el resumen de los 10 mandamientos? (Marcos 12,30-31).

4.      ¿Cuáles son las características propias del mandamiento de Jesús?

Hoy nosotros: Unirnos para amar como pide Jesús

5.      ¿Cuándo estamos practicando el mandamiento de Jesús?

6.      ¿Dónde más hace falta unirnos para amar a quienes necesitan de nosotros?

Oraciones comunitarias. Salmo 136. Canto. Bendición final.

  1. Con el próximo encuentro concluimos los Evangelio con el tema: Seguir a Jesús. Leamos Marcos 10,17-31 y el texto de apoyo: Lucas 9,57-62.
  2. Organizar bien la dinámica del próximo encuentro y distribuir las tareas.





Comentario 21. El mandamiento mayor: Amar a Dios en el amor al prójimo



Un poeta anónimo de África nos abre la puerta para entrar en el tema del amor (Mateo 25,31-46). Dejemos que sus palabras interpelen nuestra práctica y provoquen una revisión de nuestro modo de vivir el mandamiento de Jesús.

-          “Yo tenía hambre y ustedes fundaron un club humanitario para discutir sobre mi hambre. Se lo agradezco.

-          Yo estaba preso y ustedes fueron a la iglesia a rezar por mi libertad. Se lo agradezco.

-          Yo estaba desnudo y ustedes examinaron con seriedad las consecuencias morales de mi desnudez. Se lo agradezco.

-          Yo estaba enfermo y ustedes se arrodillaron y les agradecieron a Dios el don de la salud. Se lo agradezco.

-          Yo no tenía casa y ustedes predicaron sobre el amor de Dios: ¡Ustedes parecían tan piadosos y tan cerca de Dios! Se lo agradezco.

-          Pero yo sigo con hambre, permanezco solo, desnudo, enfermo, prisionero. Tengo frío y estoy sin casa”.



A. La experiencia del amor en la vida y en la MISIÓN de JESÚS

Amar, antes que nada, es una experiencia donde: la alegría y el sufrimiento se abrazan; la entrega y la renuncia se encuentran; el don y el compromiso son como las dos caras de una medalla; la vida y la muerte se palpan y encuentran su verdadero sentido. Amar es algo real que no se define. Es una fuerza que se da en nosotros. Esta fuerza impulsa y dinamiza nuestra vida, nuestras opciones.



  1. Una vida marcada por el amor. Jesús experimentó el amor en muchas situaciones reales de su vida y misión.

a).  En el encuentro con personas: los cuatro evangelios nos hablan del gran amor que Jesús tenía por las personas. Jesús tenía un amor preferencial por los pobres y pequeños (Cf. Marcos 6,30-44; Lucas 10,21-22).    Este amor de Jesús no se expresaba por una relación neutra o genérica, sino cargada de sentimientos de amistad: “Jesús era amigo de Marta, de su hermana y de Lázaro” (Juan 11,5). Era una relación de amor marcada por la presencia solidaria y fiel en la alegría y en el dolor: “Al ver Jesús a María llorando se estremeció por dentro y dijo muy agitado: ¿dónde lo han puesto? Le dicen: Señor, ven a ver. Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: ¡cómo lo quería!” (Juan 11,33-36).

b).  En el encuentro con su Padre: Jesús hablaba con frecuencia de Dios y con Dios llamándolo Padre. En el evangelio de Juan aparece 136 veces la palabra Padre, mientras que en el Antiguo Testamento tan sólo 15 veces referida a Dios. Jesús vino a revelarnos el rostro paterno-materno de Dios como ‘Abba’ o sea ‘papito Dios’. Lo unía al Padre un lazo fuerte de amor. Este amor de Dios no lo encerraba en sí mismo. La encarnación fue la entrega del Hijo amado y la máxima manifestación del amor de Dios: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que quien crea no perezca, sino tenga vida eterna” (Juan 3,16).

c).  En el compartir la misión: el amor estrecha lazos y se abre a la misión. Jesús vibró de alegría y gratitud cuando los discípulos volvieron y compartieron lo de la misión: “En aquella ocasión, con el júbilo del Espíritu Santo, dijo: ¡Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra! porque, ocultando estas cosas a los entendidos, se las has revelado a los ignorantes. Si, Padre, esa ha sido tu elección” (Lucas 10,21).

d).  En la unidad entre el amor al Padre y a las personas: Toda la vida y misión de Jesús estuvieron bajo la relación de amor con el Padre y por la participación de este amor con nosotros (Juan 15,9). En la pasión Jesús nos mostró que su amor por nosotros era amor de verdad, serio y hasta el fin: “Sabiendo Jesús que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre, después de haber amado a los suyos del mundo, los amó hasta el extremo” (Juan 13,1).



  1. El Padre está al origen del amor de Jesús

      ¿De qué fuente bebía Jesús para amar tan intensamente? La fuente generadora de vida y misión de Jesús es su relación trinitaria. Él amó y se dejó amar por el Padre (Juan 4,34; 3,35; 5,20; 10,17...). Esto le dio una libertad increíble para amar a los hermanos. Quien ama así, no tiene miedo ni de perder la propia vida. Hizo de ella un gesto libre de entrega: “Por eso me ama el Padre, porque doy la vida, para recobrarla después. Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente” (Juan 10,17-18). “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos” (Juan 15,13).

      Toda misión de Jesús fue guiada por la dirección del Espíritu que mantenía viva la relación de amor entre el Padre y el Hijo y entre el Hijo y nosotros. “Como me amó el Padre lo amé yo: permanezcan en mi amor” (Juan 15,9)

      Esta experiencia trinitaria del amor, encarnada en la historia por medio del Hijo, se convierte para nosotros en herencia y memorial. Jesús nos deja el nuevo mandamiento del amor, como su testamento, en el discurso de despedida: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros. Como yo les he amado: ámense así unos a otros. En eso conocerán todos que son mis discípulos: en que se amen unos a otros” (Juan 13,34-35; Juan 15,12.17).



B. El mandamiento del amor: amar a Dios y amar al PRÓJIMO

El mandamiento de amar existía antes de Jesús, desde el principio (1 Juan 2,7-11; 2 Juan 4-6), pero en Jesús se convierte en “nuevo” porque, al mismo tiempo, El lo vivió en plenitud y por medio del don del Espíritu Santo creó en nosotros la capacidad de amarnos mutuamente con la calidad propia del amor de Dios. Este amor, escribió San Pablo, “fue derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5,5). Nuestro amor a los hermanos es una prolongación del amor con el que Dios nos ama.

En tiempos de Jesús el judaísmo oficial interpretaba la Ley de Dios, la Torá, dentro de un esquema moral de muchas prescripciones que ayudaban poco para liberar a las personas y estaban lejos de la voluntad de Dios. Metidos en esta infinidad de leyes obligatorias uno comprende por qué la pregunta: ¿cuál es el primero y principal de todos los mandamientos? (Marcos 12,28-34 par). Jesús responde siempre que el mayor y principal es: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo” (Marcos 12,29-30). Esta respuesta se encuentra en la tradición del Antiguo Testamento: Deuteronomio 6,5 y Levítico 19,18.

Jesús no respondía solamente con palabras. Su vida y misión se resumían en la integración profunda y concreta del amor a Dios y al prójimo. En esta integración encontró Jesús la raíz de su libertad. Libertad que le dio la capacidad para ser plenamente fiel a la voluntad del Padre y a las necesidades del pueblo. Libertad que lo llevó a entregar la propia vida como gesto máximo y prueba del amor que alguien tiene para sus amigos (Juan 10,10-11.17-18; 15,13). Jesús vivió el mandamiento del amor de un modo concreto y no abstracto. Participó de la práctica religiosa de la sinagoga que, en su tiempo, estaba marcada por el encuentro de la cultura hebrea con la helénica.

El judaísmo acentuaba la práctica de las obras de misericordia como medio de salvación. El prójimo y el necesitado se convertían en objeto de amor. Se perdía así la característica principal del amor: la gratuidad. El pensamiento griego consideraba el amor como la virtud más elevada de la ética griega. Pensaban que por medio de esta virtud alguien podía llegar a la perfección y a la contemplación mística.

Por una parte, Jesús asumió las prácticas válidas del amor, pero también cuestionó las formas equivocadas de vivir el amor. Además de esto introdujo una luz nueva sobre la realidad del amor. La práctica histórica de Jesús se convirtió en un criterio referencial permanente para la relectura de la praxis del amor, en cualquier tiempo y cultura: “Ámense como yo amé” (Juan 13,34; 15,12.17).

Con su modo de proceder Jesús nos enseña que el equilibrio entre la interioridad y la manifestación del amor sólo es posible en el horizonte de la gratuidad. En la lógica de la gratuidad el amor de Dios se hace concreto en el amor al prójimo, es decir, aquel que comulga conmigo, también en el amor al enemigo (Lucas 6,27.35).

El conocido “Himno al amor” de San Pablo nos indica cómo las primeras comunidades entendieron el amor cristiano: una realidad que sobrepasa a todas las virtudes heroicas y a las obras de misericordia distributivas. El amor sobrepasa a todos los carismas y es el camino que se hace en el seguimiento de Jesucristo (1 Corintios 13,1-13).



C. Amar al hermano y a la hermana: criterio prÁctico que confirma el amor a Dios

El evangelio de Lucas nos cuenta que los doctores de la ley no se conformaban con el nuevo modo de Jesús de vivir el amor a Dios y al pueblo. El problema no estaba en la teoría, sino en la práctica. Por eso el doctor de la ley, que conocía las Escrituras, después de decir cuál era el mandamiento que conducía a la vida eterna (Lucas 10,25-28), preguntó a Jesús como justificación: “¿Quién es mi prójimo?” (Lucas 10,29ss).

Jesús respondió a la pregunta por medio de una parábola que muestra el obrar misericordioso de un samaritano y la omisión de un sacerdote y de un levita. Desde luego que el samaritano era considerado como marginado: fuera de la ley la fe judáica. El obró movido por pura compasión humana, como también lo hacía Jesús. No sabía que el mandamiento del amor estaba escrito en el libro de la Biblia, pero sí lo sentía en su corazón humano. Esta parábola desconcertó a los judíos y también nos puede desconcertar a nosotros hoy.

Las primeras comunidades cristianas encontraban más dificultad para vivir el amor a los hermanos que el amor a Dios. En la carta de Juan, dirigida a las comunidades cristianas hacia el final del siglo primero, leemos: “Si alguno dice que ama a Dios mientras odia a su hermano, miente; pues si no ama al hermano suyo a quien ve, no puede amar al Dios a quien no ve. Y el mandato que nos dio es que quien ama a Dios ame también a su hermano” (1 Juan 4,20-21).

El amor a los hermanos concretiza y verifica la autenticidad de nuestro amor a Dios. Por otra parte, el amor a Dios cualifica y verifica la gratuidad de nuestro amor a los hermanos. Amar a Dios y amar al prójimo son dos dimensiones inseparables, las 2 caras de una misma moneda.



D. La vida religiosa y la PRÁCTICA del amor en el seguimiento de JESÚS

Al fin podemos resumir algunas características del amor que sirvan como criterio para quien está en el camino del seguimiento de Jesucristo:



  1. Práctica. El mandamiento del amor nos llama a una relación social que no se puede quedar en palabras. Nos invita a compartir nuestros bienes en concreto, cosa que pueda crear un nuevo horizonte de justicia, signo del Reino de Dios: “Si uno posee bienes del mundo y ve a su hermano necesitado y le cierra las entrañas y no se compadece de él, ¿cómo puede conservar el amor de Dios? Hijitos, no amemos de palabra y con la boca, sino con obras y de verdad” (1 Juan 3,17-18).



  1. Gratuidad. El amor, vivido como lo vivió Jesús, no se concretiza con actos aislados de caridad. No es asistencialista. No espera retribución. Es don gratuito. Consecuencia de una opción global y radical que llega hasta la entrega de la propia vida: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15,13).



  1. Servicio. El amor no da prestigio ni poder, pero sí destruye cualquier tipo de dominación. La fuerza del amor está en el servicio gratuito a los otros, como Jesús: “¿Entienden lo que les he hecho? Si yo, que soy Maestro y Señor le he lavado los pies, también ustedes deben lavarse mutuamente los pies. Les he dado ejemplo para que hagan lo que yo he hecho” (Juan 13,12-15).



  1. Justicia. En un contexto de injusticia el amor debe ser antes que nada un signo de justicia, porque Dios es justo (Juan 17,25): “Quiénes son hijos de Dios y quiénes del diablo se demuestra así: quien no practica la justicia ni ama a su hermano no procede de Dios” (1 Juan 3,10).



  1. Revelación. El amor vivido en comunidad se convierte en signo del verdadero discipulado y sacramento de Dios Trinidad en el mundo. Concretiza su presencia permanente en la historia: “A Dios nunca lo ha visto nadie; si nosotros nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios está en nosotros consumado” (1 Juan 4,12; Cf. Juan 13,35).

            Jesús bebía de la fuente del amor trinitario lo que dinamizaba toda su vida y misión. También nosotros, sus seguidoras y seguidores, estamos invitados a beber de esta fuente y a dejamos llevar por el dinamismo trinitario cuyas 2 características son:

-          Crear comunión en la alteridad, o sea unidad en la diversidad, y

-          Aceptar las diferencias sin establecer jerarquías.

Dejamos impregnar por el dinamismo trinitario significa además: comprender que “Dios nos amó primero” (1 Juan 4,19; Cf. 1 Juan 4,7.10; Juan 3,16). Su amor no se ha encerrado en sí mismo, ni se traduce en una simple relación interpersonal. Su dinámica trinitaria es expansiva y generadora de nuevas relaciones comunitarias: “Queridos, si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amamos unos a otros” (1 Juan 4,11; Juan 15,9)

Dentro de un ambiente conflictiva, marcado por la ausencia y negación de la justicia y por la constante amenaza a la vida, estamos convocados a hacer emerger un nuevo rostro de Dios, el Dios Trinidad: Amor que se comunica, comparte, encarna en la historia y rescata la dignidad humana. El nos compromete con la construcción de una nueva sociedad en la que se den relaciones de justicia y fraternidad, de confianza y amor, señal de que su reino está entre nosotros.





 ENCUENTRO 22. Conclusión: Seguir a Jesús: Dejamos todo y te seguimos.



Mensaje: Todos tenemos nuestros personajes preferidos que nos gusta imitar. Jesús es nuestro mejor modelo para vivir felices los unos con los otros, con la naturaleza y con Dios.

La vida cristiana tiene como fuente eje y objetivo seguir a Jesús. Quien oye el llamado, deja todo y entra en una comunidad para vivir como discípula o discípulo de Jesús al servicio de los pobres. Después de todo lo que hemos meditado en estos guiones sobre el seguimiento de Jesús, vamos a intentar hacer una evaluación del camino andado.

El texto de hoy nos narra varios episodios relacionados con el seguimiento de Jesús. El evangelio de Marcos reunió palabras de Jesús para animar la fe de las comunidades de judíos y paganos convertidos en Roma. Meditando juntos el texto, debemos haber descubierto en él algo que se da también en nuestra vida.



Bienvenida. Canto. Acogida y motivación. Breve oración al Espíritu Santo.

Nuestra realidad: Poner prioridades para nos andar perdidos.

1.      Entre nuestras actividades semanales, ¿a cuales damos más importancia?

2.      ¿Cuándo pensamos que nuestras actividades construyen el Reino de Dios?

Palabra de Dios. Marcos 10,17-31: Seguir a Jesús.

3.      En esta lectura, ¿cuál es la palabra que más nos llama la atención?

4.      ¿A qué ideal apuntan las palabras de Jesús?

Hoy nosotros: Mantenernos unidos para seguir mejor a Jesús

5.      ¿Por qué razones tenemos que pasar por dificultades y persecuciones en el seguimiento de Jesús?

6.      ¿Cómo vamos a seguir ayudándonos en la entrega por el Reino?

Oraciones comunitarias. Salmo. Canto. Bendición final.



Clausuramos un folleto más de nuestra colección “La Vida es tu Palabra”. Nos esperamos con el próximo folleto sobre los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de Pablo, Santiago y Judas. Conoceremos el caminar de las primeras comunidades cristianas para vivir mejor nosotros y nosotras en comunidades cristianas hay.





Comentario 22: MEDITACIÓN SOBRE LA VUELTA DE JESÚS

Nuestras Comunidades: Una muestra del futuro que espera el pueblo



A. En el camino de EmaÚs

En el curso de los 22 encuentros sobre la lectura orante de los cuatro evangelios tuvimos la oportunidad de reflexionar sobre el segui­miento de Jesús como eje central de la vida cristiana. Como los discípulos de Emaús, caminamos con El y conversamos sobre lo que sucede en nuestras vidas. El nos hizo preguntas por medio de la Biblia y por intermedio de los hermanos y hermanas. Lo reconocemos en el compartir de nuestras comunidades. Nos unimos para celebrar con otros nuestra experiencia de la resurrección. Como para los discípulos de Emaús, tampoco para nosotros es siempre fácil…



B. ¿Nos hemos engañado?

Hace unos 30 años, con la renovación que aportó el Concilio, teníamos la convicción de que el cambio, la transformación vendrían pronto. Ahora, después de estos años, comprobamos que la renovación eclesial y el cambio social todavía no llegaron. Y, lo que es peor, cada vez parecen más lejanos. Muchos ya sacaron la conclusión: “Como no dio resultado, es mejor volver a lo de antes. El camino que emprendimos es demasiado exigente…”.

Parece que, como Juan Bautista, estamos con ganas de preguntar: “¿Era este el camino o debíamos haber tomado otro?” (Mateo 11,3). Como los cristianos del final del primer siglo nos preguntamos: ¿En que quedó la promesa de la venida? ¡Todo continúa como al comienzo! Pedro tuvo que responder: “Que esto sólo, queridos, no se os oculte: ¡que para el Señor un día es como mil años y mil años es como un día!” (2 Pedro 3,8). En aquella época, algunos pensaban que Jesús vendría independientemente del esfuerzo de ellos. Por eso, se quedaron mirando al cielo, de brazos cruzados. Tuvieron que oír: “¿Qué hacen ahí mirando al cielo?” (He 1,11). “No les toca a ustedes saber los tiempos y circunstancias” (Hechos 1,7). En lugar de esto debieron ir por el mundo para ser los testigos de Jesús (Hechos 1,8) en medio de muchos conflictos y persecuciones.

Sólo así, por la conversión y por el testimonio, se contribuye “para que vengan los tiempos favorables” (Hechos 3,19). Y a los que vivían “muy atareados sin hacer nada” (2 Tesalonicenses 3,11) esperando tan sólo la vuelta de Jesús, Pablo les avisa: “la norma es ésta: quien se niegue a trabajar que no coma” (2 Tesalonicenses 3,10).



C. La vuelta de JESÚS

Los primeros cristianos esperaban la vuelta de Jesús en su misma época. Estaban convencidos de que la cuenta regresiva ya había comenzado el día de la resurrección. De alguna manera tenían razón. Hay un nexo inseparable entre la resurrec­ción y la venida de Jesús al fin de los tiempos. El Apocalipsis lo expresa cuando dice que Jesús, por su resurrección, se convirtió en el Señor de la historia y tomó en sus manos el libro sellado (Apocalipsis 5,7-8). Pero la resurrección y su dominio sobre la historia son temas que sólo la fe nos revela. No son temas públicos. Nosotros los cristianos creemos que lo que oímos cerca del oído, un día, se hará público. Creemos que Jesús volverá: ‘Ha comenzado ya el Reino que vendrá’.

Por eso que existen muchas incertidumbres: La fecha, la demora, las contradicciones, la lucha… Nuestra espiritualidad nos mantiene activos y esperanzados: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven, Señor Jesús”.



D. El esta en medio de ustedes

Los primeros cristianos, hacia la mitad del siglo primero, forzados por las situaciones y problemas, aprendieron a leer los signos de los tiempos y a descubrir mejor la acción de Dios dentro de la historia (Mateo 16,1-4). Aprendieron que la venida de Jesús ya se estaba realizando dentro de la vida de sus comunidades (Mateo 18,20). Ellos, vivieron el evangelio, eran la manifestación de la presencia y de la venida de Jesús (Lucas 17,21; 11,20). La única señal clara que los confirmó fue la resurrección (Lucas 11,29-32). Las otras preguntas sobre el cómo, el cuándo de la venida, ellos se las dejaban confiadas a Dios: “En cuanto al día y la hora, no los conoce nadie, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo; sólo los conoce el Padre” (Marcos 13,32). Ellos por el modo de proceder, debían mostrar el futuro que todos esperaban, o sea anticipar con sus vivencias. Debían ser una expresión de la esperanza de los pequeños. Este era el servicio, el ministerio, que debían hacer a la humanidad. Esta era la razón de ser de su vida y misión: como Jesús ser Buena Noticia para todos, en especial para los pobres (Lucas 4,18-19).



E. Vida cristiana y Venida de JESÚS

Volvamos a la pregunta sobre la vida cristiana y sobre su renovación que se está demorando. Cómo la vida de los primeros cristianos, la vida cristiana debe ser un anticipo del futuro que todos esperan, sobre todo los pobres. ¿Es verdad que el pueblo se reconoce en la manera cómo nosotros, los miembros de las CEBs, vivimos la vida? ¿Nuestro modo de proceder y de convivir es una expresión de la esperanza que los pobres arrastran en su corazón? La respuesta es positiva cuando otros, en particular la juventud, entran en la dinámica del Reino.

Algunos no aguantaron la demora y dieron marcha atrás. Volvieron a la vida que llevaban antes. Esto les da más seguridad. Otros, cansados y desanimados como Elías, se fueron al desierto y se echaron debajo de un árbol, pidiendo la muerte (1 Re 19,4-5). Pero conviene continuar la lucha, como Jacob, hasta que amanezca (Génesis 32,25). No soltar la mano del ángel que nos hace sufrir por la demora, e insistirle que nos dé su bendición (Génesis 32,27), ¡aún cuando esta lucha lo deje renqueando de un pie! (Génesis 32,26). Pues lo que nos acompaña en nuestro camino no es la certeza de la seguridad humana, sino la certeza de Dios, como Abrahán, que dejó lo cierto por lo incierto, lo seguro por lo inseguro, lo conocido por lo desconocido (Génesis 12,1-3; Isaías 51,1-2), “sin otra luz ni guía, fuera de la que el corazón ardía” (S. Juan de la Cruz): ‘Esperando contra toda esperanza’ (Romanos 5,18).

Teniendo una nube de testigos, que antes que nosotros siguieron por este camino sin desistir, continuaremos con la mirada fija en el autor y consumador de nuestra fe, Jesús (Hebreos 12,1-2). ‘¡Seguir a Jesús aunque nos cueste la vida!’ Juntos nos vamos a ayudar a:

-          Imitarlo: Convertido Jesús en modelo de nuestra vida y hacer hoy, en nuestro contexto, nos animamos a imitar sus palabras, actitudes y hechos.

-          Vivirlo: Sintiendo a Jesús presente, buscamos identificarnos con él siendo la revelación de su amor.

-          Comprometerse: Asumimos su Reino y su mismo destino, seguimos con él, aún cuando seamos perseguidos y crucificados.

-          Celebrarlo: Nos alegramos por Jesús, en la vida, en los sacramentos, en la Eucaristía, porque somos testigos personales y colectivos de su resurrección y de su Reino.



‘¡Amén! Ven Señor Jesús’ (Apocalipsis 22,20).





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 A N E X O S.



CONTENIDO

  1. Vida de Jesús (5 pasos)
  2. Presentación del folleto 5
  3. Índice detallado del folleto





ANEXO  1 :   L A   V I D A   D E   J E S Ú S   (5 pasos)

“Jesucristo ayer hoy, y siempre” (Hebreos 13,8)



CONTENIDO

  1. Su encarnación: ver cómo se hizo igual a nosotros en todo menos en el pecado (Hebreos 4,15).
  2. Su inserción en el “movimiento popular” de la época: ver cómo Él estaba atento a los signos de los tiempos para descubrir en ellos la voluntad del Padre.
  3. Su práctica: ver cómo anunciaba el Reino colocándose al lado de los pobres.
  4. Sus exigencias: ver cómo Él llamaba a las personas para seguirlo, formando con ellas una pequeña comunidad, señal del Reino.
  5. Su pasión y muerte: ver cómo fue perseguido y cómo continuaba firme, obediente al Padre en todo, ¡hasta la muerte!

En la conclusión veremos la respuesta de Dios: la resurrección, la nueva luz, que nos ayuda a entender la vida de Jesús; la llave que nos abre el sentido de los evangelios, de la historia y de la vida.





1º. LA ENCARNACIÓN DE JESÚS

Jesús asume la condición humana con sus limitaciones y posibilidades

“Igual a nosotros en todo menos en el pecado” (Hebreos 4,15)



Cada uno de nosotros, por el simple hecho de nacer en este mundo, nace condicionado de muchas maneras. Condicionamientos que nadie escoge, pero que afectan la vida del principio al fin:

-          Lugar donde se nace: país, región, ciudad, pueblo, barrio.

-          Tiempo en que se nace: época, siglo, guerra, paz, cambios.

-          Cultura que se recibe: lengua, acento, mentalidad, historia.

-          Familia que nos recibe: padres, hermanos, parientes, vecinos.

-          Carácter: tímido, extrovertido, introvertido.

-          Color o raza: blanco, negro, amarillo, moreno, mestizo.

-          Sexo: mujer u hombre.

-          Religión: católica, evangélica, cristiano, ateo.

-          Clase: pobre, rica, media.

-          Físico: bonito, feo, fuerte, pequeño, flaco, minusválido.

Estos condicionamientos son inherentes a la condición humana, anteriores a nosotros mismos. Punto de partida para cualquier cosa que se quiera hacer en la vida. Son la encarnación, la inserción básica, por donde cada uno de nosotros entra en la convivencia humana. No son iguales para todos. Para unos pesan mucho; para otros, poco. Para unos son verdaderas limitaciones, para otros una oportunidad de elección. Muchos, con todo, no pueden elegir: los pobres, los empobrecidos, los enfermos, los doloridos, los parapléjicos, los ciegos, los excluidos, ¡tantos! La mayor de todas las limitaciones que afectan a la vida es la certidumbre de la muerte.

Para muchos, todos estos condicionamientos son un dolor permanente en su vida. A algunas personas les hacen perder la voluntad de vivir. Para unos son motivo de rebelión; para otros, motivo de conformismo: ‘¡Paciencia! ¡Dios así lo quiere!’ Y, ¿para Jesús? ¿Qué hizo Él?

Jesús asumió estos condicionamientos, y los asumió donde pesaban más, es decir, en medio de los pobres. “Siendo de condición divina, se despojó a sí mismo y asumió la condición de siervo, uno en medio de muchos” (Filemón 2,6-7). “Siendo rico, se hizo pobre” (2 Corintios 8,9), “hijo de carpintero” (Mateo 13,55):



  1. Nacido en Belén de Judá (Mateo 2,1), fue criado en Nazaret de Galilea (Lucas 4,16). Hablaba el arameo, con el acento de los de Galilea. La samaritana lo vio como judío (Juan 4,9), y los judíos de Judea como galileo (Mateo 26,69). Es decir, nacido en un lugar, criado en otro, residente en otro.
  2. Fue criado en el interior, en una zona rural, donde la explotación de los poderosos era más pesada. No tuvo oportunidad de estudiar, como Pablo. Tuvo que trabajar. No era doctor de la ley, no pertenecía a los grupos de fariseos o esenios. Para conocer la vida del Hijo de Dios durante 30 años, basta analizar la vida de cualquier nazareno de la época, ver cómo vivían de la mañana hasta la noche, cambiarle el nombre, llamarlo Jesús y tendrá su biografía.
  3. La familia de Jesús no era sacerdotal. Jesús no nació siendo sacerdote o hijo de sacerdote. Nace siendo laico, pobre, sin la protección de una clase social. Es posible que la familia de José haya emigrado de Belén de Judea (Lucas 2,4), en el tiempo de los Asmoneos (142 a 63 antes de Cristo), para vivir y trabajar en Galilea. Como todos los judíos del interior, Jesús trabajaba como agricultor. Además, aprendió la profesión de su padre (Mateo 13,55) y servía al pueblo como carpintero (Marcos 6,3). Los parientes no lo entienden y a veces lo molestan; alguna vez lo quieren llevar a su casa pensando que está loco (Marcos 3,21); otras veces quieren que se manifieste al pueblo, allá en Jerusalén, en la capital (Juan 7,3-8).
  4. Antes de nacer, Jesús ya era víctima del sistema. El emperador romano mandó hacer un censo para el cobro de los impuestos (Lucas 2,1-3). Por eso, Jesús nació fuera de su casa (Lucas 2,4-7). Después de su nacimiento fue perseguido por la tiranía del rey Herodes (Mateo 2,13). Su infancia fue marcada por la violencia. Como veremos, los doce primeros años de la vida de Jesús fueron uno de los períodos más violentos de la historia de Palestina.
  5. Conforme al cálculo de un estudioso, los 2.000 años que van desde Jesús hasta hoy, comparados con el tiempo total de la historia del mundo desde su creación hasta ahora, representan tan solo un segundo dentro de todo un año. Los treinta y tres años de vida de Jesús, por lo tanto, no pasan de un abrir y cerrar de ojos. Y de estos treinta y tres, pasó treinta en el anonimato, en Nazaret, un pueblo sin importancia (Juan 1,46), donde vivió aprendiendo en su casa, con la familia y en su comunidad, con el pueblo. Esa fue la escuela de Jesús. Vino a salvar a toda la humanidad, y no salió de Palestina. Vino a salvar toda la historia, y vivió solamente treinta y tres años. La geografía y la cronología de la vida de Jesús son muy limitadas.



            “Él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, pero que a Él no lo llevaron al pecado” (Hebreos 4,15). “Cristo en los días de su vida mortal, ofreció su sacrificio con lágrimas y grandes clamores. Dirigió riesgos y súplicas a aquel que lo podía salvar de la muerte, y fue escuchado por su sumisión. Aún siendo Hijo, aprendió en su pasión lo que es obedecer” (Hebreos 5,7-8).

En esta reflexión de la carta a los Hebreos, aparece la convicción de los primeros cristianos de que Jesús no se sometió pasivamente a los condicionamientos y limitaciones de la vida. Al contrario, sintió su flaqueza, fue probado, y resistió. Las limitaciones que para unos son una fatalidad y para otros motivos de protesta, para Jesús eran la tierra ofrecida para crecer en la vida y realizar su misión aquí en el mundo. Era el contexto en que ÉL procuraba leer lo que el Padre quería (Juan 5,19; 4,34). Las limitaciones que quitan la libertad de muchos, para Jesús eran la fuente de su libertad: “Nadie me quita la vida. La doy libremente” (Juan 10,18). Para Jesús fue muy duro seguir por este camino. Tuvo que aprenderlo a través de mucho sufrimiento, discernimiento y oración.

Pues, es difícil sentir en la propia carne la flaqueza a que está condenado el pueblo empobrecido. Él sufrió la tentación de seguir por otros caminos (Lucas 4,1-13). Pero consiguió resistir (Mateo 16,22-23). Fue obediente a su Padre, continuando al lado de los pobres hasta la muerte, y muerte de cruz (Filemón 2,8). Su vida se resume en esta frase: “Heme aquí para hacer tu voluntad (Hebreos 10,7).





2º. La INSERCIÓN DE Jesús

Jesús se incorpora dentro del movimiento popular

“¡Este es verdaderamente el Profeta!” (Juan 7,40)



Aunque el pueblo estaba de vuelta del exilio, una doble esclavitud marcaba su situación del pueblo en la época de Jesús de la época de Jesús. Desde Nehemías (445 aC.) y especialmente desde Esdras (398 aC.), el cerco de la ley y de la raza se volvía cada vez más fuerte (Es 7,25-26; 9,2; 10,3; Nehemías 9,2; 10,29-30). Por eso, gran parte del pueblo, incapaz de observar la ley y las muchas normas de la tradición (Marcos 7,4-13; Mateo 23,23), quedó marginada como ignorante y maldita (Juan 7,49; 9,34). Esta esclavitud, mantenida tanto por los doctores de la ley como por los funcionarios del templo, era lo que más atormentaba al pueblo en los quehaceres diarios y lo hacía sufrir. Como veremos, la lucha contra esa esclavitud fue lo que más marcó la práctica de Jesús.

Además de esta esclavitud de la ley y ligado a ella, existía la dependencia al Imperio Romano. Desde el 63 aC, el tributo a Roma pesaba sobre el pueblo. Por eso, la época en que Jesús nació era de hambre, pobreza y enfermedades, con mucho desempleo (Mateo 20,3-6) y endeudamiento (Mateo 6,12; 18,24-28). Había clases altas y ricos poderosos, como los saduceos y sacerdotes, comprometidos con los romanos (Juan 11,47-48), a quienes no les importaba la pobreza de los pequeños (Lucas 15,16; 16,20-21; 22,25); y había grupos de oposición a los romanos, como los fariseos y esenios, que se identificaban con las aspiraciones del pueblo (He 5,36-37). Había muchos conflictos y tensiones sociales (Marcos 15,7; Mateo 24,23-24), con una represión sangrienta que mataba sin piedad (Lucas 13,1). La dureza de esta situación influía en la manera de vivir la fe: existía la religión oficial, ambigua (Lucas 20,46-47) y, a veces, opresora (Mateo 23,4.23-32), organizada en torno a la sinagoga y al templo (Mateo 21,13); y existía la piedad popular, igualmente ambigua, pero resistente, con sus devociones y prácticas (Mateo 21,8-9; Lucas 2,41; 21,2; Juan 6,14).

En una palabra, la doble esclavitud creó una situación confusa, sin solución. Había conflictos en varios niveles de la vida: económico, social, político, ideológico, cultural y religioso. El pueblo estaba dividido, sin condiciones de reencontrar la unidad.

Es por esta situación sin salida que el movimiento popular de la época estaba en un proceso de radicalización, es decir, buscaba raíces y motivaciones más profundas. No queriendo ser la víctima perpetua de las represiones romanas y no encontrando resonancia ni respuesta en los líderes oficiales, el movimiento popular buscaba sus propios cami­nos. Poco a poco se transformaba en un movimiento profético más amplio que llamaba al pueblo a regresar a su origen, a la alianza. Jesús se incorpora en este proceso de radicalización del movimiento popular. Es lo que veremos ahora, analizando sus varias etapas.



  1. Del 63 al 37 aC: Rebelión popular sin rumbo

      Es el comienzo del control romano, época de mucha anarquía por causa de la incertidumbre política. El pesado tributo reintroducido por Roma y las continuas guerras, que marcaron el paso de la República al Imperio Romano, fueron desastrosas para el pueblo de Palestina. Del 57 al 37 aC., en apenas 20 años, explotaron seis rebeliones. Flavio Josefo dice al respecto de estos revoltosos: “Robar es la práctica común de este pueblo” pues no tienen otro modo de subsistir; no tienen ciudad propia, no poseen tierras, sino únicamente grutas en donde viven con sus animales. Se trata del pueblo empobrecido del interior de Galilea, al que no le sobraba ya nada. Todo le había sido robado. Las continuas revueltas eran el fruto de la desesperación.

      En este periodo, el movimiento popular no tenía rumbo. Sucede como con los caudillos a quienes sigue el pueblo porque prometen liberarlos del tributo injusto; así sucedió con Alejandro u Aristóbulo, miembros de la familia real depuesta por Roma en el 63 aC., que querían reconquistar el poder; o con Pitolau y Ezequías, líderes populares de origen campesino.

      Para reprimir las revueltas, los romanos contaban con la ayuda de Herodes, un idumeo, extranjero, que antes de ser rey de toda la Palestina, fue comandante militar de Galilea (47-41 aC.). Él enfrentó y mató a Ezequías, el famoso jefe de los revoltosos, que actuaba en Galilea.



  1. Del 37 al 4 aC.: Represión y desarticulación

      Herodes es nombrado rey y hay un periodo de relativa calma. La represión brutal de la policía de Herodes impedía cualquier manifestación popular. Era el periodo de la así llamada “Paz Romana”. Período de reorganización de la administración del imperio en vista de las futuras conquistas. La “Paz Romana” trajo cierta estabilidad económica para el imperio. Pero para los otros pueblos no era paz, sino pacificación violenta. El emperador Octavio Augusto (31 aC. a 14 dC.) tenía el mayor interés en promover una política de estabilidad y de paz después de tantos años de guerra civil.

      Sólo poco antes de la muerte de Herodes, dos fariseos, Matías y Judas, ambos doctores de la ley, consiguieron hacer una protesta. Llevaron a sus alumnos a derribar el águila, símbolo del poder romano, que Herodes había colocado en la puerta del templo. Herodes reaccionó con violencia. Mandó quemar vivos a los dos profesores y a cuarenta de sus alumnos.

            Jesús nace al final del gobierno de Herodes2. Es la época de su infancia de la cual Lucas dice: “El niño crecía, se desarrollaba y estaba lleno de sabiduría” (Lucas 2,40).



  1. Del 4 aC. al 6 dC.: Revoluciones mesiánicas

      Es el período de gobierno de Arquelao, en Judea. Fueron diez años de mucha violencia. El día que llegó al gobierno, fiesta de pascua, Arquelao masacró tres mil personas en la plaza del Templo. Los peregrinos que escaparon, dieron la alarma, y la revuelta explotó en todo el país. Pero ya no era una revuelta sin rumbo. Los líderes de este período apelaban a las antiguas promesas hechas a David y se presentaban como Rey y Mesías: Judas, hijo de Ezequías, en Galilea; Simón, un ex-esclavo de Herodes, en Perea; Atronges, un simple pastor, en Judea. El pueblo los seguía en masa, señal de que el movimiento popular buscaba una motivación más profunda vinculada a la fe en Dios y con las tradiciones y promesas antiguas.

      La represión romana fue lenta, pero violenta. Séforis, capital de Galilea, fue arrasada y su población esclavizada. Jerusalén se rindió y escapó de la destrucción, pero dos mil revoltosos fueron presos y crucificados alrededor de la ciudad.

      En este mismo periodo, allá en Nazaret, el niño Jesús, saliendo de la infancia y entrando en la adolescencia, “crecía en sabiduría, estatura y gracia delante de Dios y de los hombres” (Lucas 2,52). Es bueno recordar que Nazaret quedaba apenas a ocho kilómetros de Séforis, la capital que fue destruida.



  1. Del 6 al 27 dC.: Celo por la ley, tiempo de revisión

      En el año 6, Roma intervino expresamente y asumió el control. Después de Arquelao transformó Judea en una provincia romana gobernada por procuradores. EL gobierno interno continuaba en las manos del Sumo Sacerdote, nombrado por Roma. La aristocracia de los saduceos, dueños de tierras y ligados al comercio internacional, apoyaba la política romana. EL censo, decretado para reorganizar la adminis­tración y garantizar el cobro del tributo, provocó fuerte reacción popular, inspirada en el celo por la Ley. En el pasado, el celo ya había dado razón a Finjas (Números 25,11), al profeta Elías (1 Re 19,10; 18,40; Sirácides 48,2) y a Matatías (1 Macabeos 2,24-26). Ahora, este mismo celo, liderado por Sadoc y Judas de Gamla, hacía que el pueblo no diera su nombre en el censo y no pagara el tributo. Este modo de pensar fue aceptado por mucha gente. Era una nueva forma de resistir, una especie de desobediencia civil, otro paso más en este proceso de radicalización de la lucha del pueblo, después de la malograda revuelta popular y del mesianismo. Con todo, el celo estrechaba la visión. Los “celosos” corrían el peligro de reducir a la observancia de la Ley la oposición a los romanos. Lo que de hecho ocurrió más tarde, en el movimiento de los “zelotes”.

      El cambio de régimen con ocasión de la deposición de Arquelao, trajo una calma relativa. Pero siempre continuaba la amenaza. Las revueltas esporádicas, como la de Barrabás (Marcos 15,7) y la de los galileos (Lucas 13,1), como la inmediata represión romana, recordaban la extrema gravedad de la situación. El celo ardía como un fuego oculto en las cenizas, sin posibilidad de salida. Bastaba que alguien soplara, y Roma vendría para acabar con el templo y la nación (Juan 11,48), como de hecho sucedió en el año 70 dC (Cf. Lucas 13,34-35; 19,41-44). La calma era solo una tregua, una ocasión ofrecida por la historia – por Dios – para hacer una revisión del camino y de la lucha del pueblo (Cf. Lucas 13,3.5).

      En este período, el joven Jesús, llegando a la edad de doce años, comienza a participar plenamente de la vida de la comunidad. Vive y trabaja en el campo de Nazaret, y ayuda al pueblo prestando servicios como carpintero. Esto, durante casi veinte años, desde los doce hasta los 30 años de edad.



  1. Del 27 al 69 dC.: Reaparecen los profetas

      Después de unos veinte años, la revisión de la marcha apareció en la prédica de los profetas. El primero fue Juan Bautista (Mateo 11,9; 14,5; Lucas 1,76). A su alrededor creció un enorme movimiento popular (Mateo 3,5-7). Poco después vino Jesús (Mateo 16,14; 21,11.46; Lucas 7,16). Simultáneamente continuaban ardiendo, la revuelta, el mesianismo y el celo. Por eso, en el tiempo de Jesús, había tantas tendencias y divisiones en medio del pueblo.

      Después, llegaron otros profetas: en el 36, un samaritano anónimo convocaba al pueblo al monte Garizim y prometía revelar dónde Moisés había escondido los utensilios del Templo. En el 45, un cierto Teudas, convocaba al pueblo junto al Jordán, prometiendo dividir las aguas para abrir un paso; en el 56, un judío anónimo venido de Egipto, llamado simplemente egipcio, reunía treinta mil en el desierto y prometía hacer caer los muros de Jerusalén; en el 60, otro anónimo prometía “liberación de las miserias” a los que le seguían al desierto. Como siempre, la historia oficial narrada por Flavio Josefo, no guardó los nombres de los profetas populares. La mayoría de ellos son anónimos.

      ¿Que pretendían estos profetas, y qué significaban para el pueblo? Representan un paso más en el proceso de radicalización del movimiento popular. Hacen una nueva lectura de los hechos. Quieren rehacer la historia. Convocan al pueblo para el nuevo éxodo, anunciado por Isaías (Isaías 43,16-21); llaman al pueblo al desierto (0seas 2,16; 12,10). Como sucedió al final de la travesía del desierto, prometen separar las aguas del Jordán y abrir un pasaje (Josué 3,16-16; 2 Re 2,8.14). Como la caída de las murallas de Jericó al terminar los 40 años del desierto (Josué 6,20), ellos anuncian la caída de las murallas de Jerusalén (Lucas 19,44; Mateo 24,2). Al igual que los profetas antiguos, ellos anuncian el comienzo de un nuevo año jubilar (Lucas 4,19) y la liberación (Lucas 4,18), y piden un cambio en el modo de vivir (Marcos 1,15; Mateo 3,2). Como en el tiempo de Moisés, quieren revivir la Alianza.

      Tanto los romanos, los sacerdotes y saduceos, como los escribas y fariseos, todos ellos vivían ajenos al movimiento popular. Los fariseos y escribas vivían preocupados con la observancia de la ley de acuerdo con la tradición de los antiguos (Marcos 7,3-4.13). A pesar de estar contra los romanos, no querían un conflicto abierto con ellos. Deseaban calma para poder observar la ley. No tomaban en serio al movimiento popular alrededor de Juan Bautista y de Jesús (Lucas 7,29-30.33-35; Mateo 21,32; Juan 7,48). No percibían la gravedad del momento ni la necesidad de un cambio radical en el rumbo de la marcha. Por eso, sin darse cuenta, conducían al pueblo hacia el desastre (Lucas 13,1-5; 19,41-44). Cerrados en su propia sabiduría (Lucas 7,35) se volvieron incapaces de reconocer la llegada del Reino en medio de los pobres (Mateo 11,25).

      Los sumos sacerdotes, los ancianos y los saduceos habían aplaudido el cambio de régimen que siguió con la deposición de Arquelao. La política romana favorecía los intereses de esta élite y encontraba en ella un apoyo al control y a la represión al pueblo (Juan 11,45-49). Se decían bienhechores del pueblo, pero en la realidad eran sus explotado­res (Juan 22,25).

      Todos esos líderes, preocupados tan solo por la seguridad del templo y de la nación (Juan 11,48) o por la observancia estricta de la Ley (Mateo 23,1-23), nada sabían de lo que ocurría en el alma del pueblo. No percibían la diferencia existente entre los profetas y los otros líderes populares. Por ejemplo, el capitán romano que prendió a Pablo, creía que Pablo era el “egipcio” y que este profeta era líder de sicarios y bandidos (He 21,38). Pilato pensó que Jesús era un revoltoso como Barrabás (Marcos 15,7) y lo confunde con los reyes mesiánicos (Marcos 15.9)). Los judíos que acusaban a Jesús tienen la misma confusión entre Jesús y los reyes mesiánicos (Lucas 23,2-5). Gamaliel, doctor de la Ley, coloca al profeta Teudas en la misma línea que Judas, el jefe de los revoltosos y no cree en ninguno de los dos (He 5,35-37). El propio Flavio Josefo, en su libro “Antigüedades Judías”, confunde los profetas con los “ladrones” e “impostores”. ¡Es como hoy!

      Realmente, el pueblo era como un rebaño sin pastor (Mateo 9,36). Sus líderes no entraban por la puerta, sino por otros caminos (Juan 10,1). Sin líderes para orientarlos, sin rumbo y sin horizonte, en aquella situación confusa y conflictiva de tantos movimientos, tendencias y liderazgos, y cansado de tanta opresión y explotación (Mateo 11,28), el pueblo vivía a la espera de la llegada del Reino. Es en este contexto bien preciso que Jesús recibe y asume su misión. Él siente dolor de este pueblo (Marcos 6,34; 8,2) y quiere congregarlo (Lucas 13,34). Situándose dentro del proceso más amplio del movimiento popular, lo ayuda a dar un paso más, el paso que faltaba. Él trae la luz de Dios para aquel momento crítico de la historia de su pueblo. Atento a los signos de los tiempos (Mateo 16,1-3), descubre el llamado de Dios y anuncia la llegada del Reino (Mateo 4,17). Jesús dirige su mensaje al pueblo de su tiempo. Y es exactamente por eso que el mensaje del Reino es tan universal, válido para todos los tiempos, hasta hoy.



NOTAS

  1. Gran parte de las informaciones sobre el movimiento popular del tiempo de Jesús vienen de Flavio Josefo, historiador judío que vivió entre el 37 y 103 dC. En el año 66 participó de la revuelta de los judíos contra los romanos. Más tarde, se pasó al lado de los romanos, se retiró y escribió la historia del pueblo judío: ‘Antigüedades Judías’.
  2. El monje Dionisio el pequeño, en el siglo 6 dC, calculó la fecha del nacimiento de Jesús, erró por un pequeño margen de 5 ó 6 años. Así, en la realidad, hoy estamos 5 o 6 años más después del nacimiento de Cristo. Jesús nació 5 ó 6 años antes de esta fecha calculada por el monje. Para evitar mayor confusión, vamos a mantener la fecha tradicional. Solamente cuando sea necesario, haremos la distinción entre la fecha verdadera y la tradicional.





3º. La práctica de Jesús

Jesús anuncia y revela la llegada del Reino de Dios

“Díganle a Juan lo que están viendo y oyendo” (Mateo 11,4).



Juan predicaba en el desierto. Jesús se adhirió al mensaje de Juan. En el momento de comprometerse con él, en la hora del bautismo, escuchó la voz del Padre indicándole la misión de siervo: “Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco” (Marcos 1,10; Isaías 42,1; 49,3). Cuando Jesús supo que Juan estaba preso, volvió a Galilea (Mateo 4,12), asumió su misión y comenzó a recorrer el país con este mensaje: “El plazo está vencido, el Reino de Dios se ha acercado. Tomen otro camino y crean en la Buena Nueva” (Marcos 1,15)

En aquel tiempo, todos esperaban el Reino. Cada uno a su modo. Para los fariseos el Reino llegaría solamente cuando la observancia de la Ley fuese perfecta. Para los esenios, cuando el país fuese purificado. Todos esperaban la llegada de un Mesías glorioso, y para todos la llegada del Reino dependía del esfuerzo que ellos mismos tendrían que hacer: la observancia de la Ley, la purificación de la tierra, o la lucha. Jesús decía lo contrario. Independientemente del esfuerzo hecho, ¡el Reino ya estaba llegando! “El Reino de, Dios ya está en medio de ustedes” (Lucas 17,21). Su llegada era pura gratuidad, don de Dios. El esfuerzo a realizar consistía en aceptar este Reino y comprometerse con él: “Cambien su vida y crean en esta Buena Noticia” (Marcos 1,15).

¿Qué análisis hacía Jesús de la realidad para llegar a esta conclusión? ¿Dónde estaba ese Reino? Los fariseos querían que les mostrara una señal. Pero Jesús no dio señal ni prueba (Mateo 12,38-40). Tan solo pedía: “Cambien su vida y crean en esta Buena Noticia” (Marcos 1,15). Jesús leía los hechos con ojos diferentes (Mateo 16,2-3; Juan 4,35). Y la persona que cambiase su vida por causa de él y de su práctica, también cambiaría su modo de ver y se volvería capaz de percibir la llegada del Reino (Mateo 11,25; 13,11).

El mismo Juan Bautista tuvo necesidad de cambiar su mirada (Mateo 11,2-3). Jesús lo ayudó. Con frases extraídas del mismo Isaías le mandó el siguiente recado: “Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y escuchando: los ciegos ven, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados” (Mateo 11,4-5; Cf. Isaías 26,19; 29,18-19; 35,5-6). Los hechos mostraban que Jesús era el siervo, anunciado por Isaías (Lucas 4,18-19; Isaías 61,1). Juan debía comprender que el Reino estaba llegando no a través de un juicio de fuego, sino por medio del servicio que Jesús prestaba al pueblo (Lucas 11,20; Mateo 20,28). Veremos algunos aspectos de esta práctica de Jesús, en que el Reino se hacía presente y que era motivo de escándalo para muchos (Mateo 11,6). ¡Hasta hoy!



  1. Jesús convive con los marginados y los acoge

      Jesús ofreció un lugar a los que no tienen lugar en la convivencia humana. Recibe a los que no son recibidos: los inmorales: prostitutas y pecadores (Mateo 21,31-32; Lucas 7,37-50; Juan 8,2-11); los herejes: paganos y samaritanos (Lucas 7,2-10; 17,16; Marcos 7,24-30; Juan 4,7-42); los impuros: leprosos y poseídos (Mateo 8,2-4; Lucas 17,12-14; 11,14-22; Marcos 1,25-26.41-44); los marginados: mujeres, niños, enfermos de todo tipo (Marcos 1,32-34; Mateo 8,17; 19,13-15; Lucas 8,1-3); los colaboradores del imperio: publicanos y soldados (Lucas 18,9-14; 19,1-10); los pobres: gente del pueblo y quienes no tenían poder (Mateo 5,3; Lucas 6,20.24; Mateo 11,25-26). ¡Jesús anuncia el Reino para todos! No excluye a nadie. Pero lo anuncia a partir de los excluidos.

      La opción de Jesús es clara, el llamado también: no es posible ser amigo de él y continuar apoyando el sistema que margina a tanta gente. A quien quiere seguirlo le manda elegir: “O Dios o el dinero”. No se puede servir a los dos (Mateo 6,24). “Ve, vende cuanto tienes dalo a los pobres. Después, ven y sígueme” (Mateo 19,21).



  1. Jesús recibe a la mujer y no la discrimina

      La mujer vivía marginada por el simple hecho de ser mujer (Cf. Levítico 15,19-27; 12,1-5). ¡No podía haber injusticia mayor! Jesús toma posición, las recibe y no las discrimina como lo hacía la sociedad de su época. Cura a la suegra de Pedro (Marcos 1,29-31); una extranjera de Tiro y Sidón consigue hacerlo cambiar de idea y es atendida por él (Marcos 7,24-38); resucitado, se aparece a María Magdalena, enviándola como mensajera de la Buena Nueva de la Resurrección (Juan 20,16-18) (Para otras informaciones, Cf. Subsidio 6).

      Jesús retoma el proyecto del Padre en que la mujer y el hombre, con sus diferencias, son iguales en dignidad y valor (Mateo 19,4-5). Al discípulo que pretende seguirlo no le permite que mantenga el dominio del hombre sobre la mujer (Mateo 19,10-12).



  1. Jesús combate las divisiones injustas

      Había divisiones, legitimadas por la religión oficial, que marginaba mucha gente. Jesús, con palabras y hechos bien concretos, denuncia o ignora estas divisiones.

-          Prójimo y no-prójimo: obrar como el samaritano: prójimo es todo aquel a quien uno se aproxima (Lucas 10,29-37).

-          Judío y extranjero: Jesús atiende el pedido del centurión (Lucas 7,6-10) y de la cananea (Mateo 15,21-28).

-          Santo y pecador: Acoge a Zaqueo y rebate las críticas de los fariseos (Marcos 2,15-17).

-          Puro e impuro: Jesús cuestiona, critica y hasta ridiculiza la ley de la pureza legal (Mateo 23,23-24; Marcos 7,13-23).

-          Obras santas y profanas: Limosna (Mateo 6,1-4), oración (Mateo 6,5-8) y ayuno (Mateo 6,16-18) son redimensionados.

-          Tiempo sagrado y profano: Jesús coloca el sábado al servicio del ser humano (Marcos 2,27; Juan 7,23).

-          Lugar sagrado y profano: Jesús relativiza el templo; dios puede ser adorado en cualquier lugar (Juan 4,21-24; 2,19; Marcos 13,2; Juan 2,19).

-          Rico y pobre: denuncia el escándalo del abismo que separa al rico del pobre (Lucas 16,19-31

Denunciando las divisiones injustas, Jesús invita a la gente a definirse frente a los nuevos valores del amor y de la justicia. Algunos lo aceptan, otros lo rechazan. Él es señal de contradicción (Lucas 2,34). Crea nuevas divisiones (Mateo 10,34-36). A quienes quieren seguirlo les advierte que se preparen, irán a sufrir la misma contradicción (Mateo 10,25).



  1. Jesús combate los males que arruinan la vida

A través de su acción y su predicación, Jesús combate el hambre (Marcos 6,35-44), la enfermedad (Marcos 1,32-34), la tristeza (Lucas 7,13), la ignorancia (Marcos 1,22; 6,2), el abandono (Mateo 9,36), la soledad (Mateo 11,28; Marcos 1,40-41), la letra que mata (Marcos 2,23-28; 3,4), la discriminación (Marcos 9,38-40; Juan 4,9-10), las leyes opresoras (Mateo 23,13-15; Marcos 7,8-13), la injusticia (Mateo 5,20; Lucas 22,25-26), el miedo (Marcos 6,50; Mateo 28,10), los males de la naturaleza (Mateo 8,26), el sufrimiento (Mateo 8,17), el pecado (Marcos 2,5), la muerte (Marcos 5,41-42; Lucas 7,11-17), el demonio (Marcos 1,25.34; Lucas 4,13).

Jesús vino “para que todos tengan vida, y vida en abundancia” (Juan 10,10). Lucha por recuperar la bendición de la vida (Cf. Génesis 1,27; 12,3), perdida por causa del pecado (Génesis 3,15-19). A quien quiere seguirlo le da el poder de curar las enfermedades y de expulsar los malos espíritus (Marcos 3,15; 6,7). El discípulo debe asumir el mismo combate por la vida.



  1. Jesús desenmascara la falsedad de los poderosos

Entre los males combatidos por Jesús, están los falsos liderazgos. No tiene miedo de denunciar la hipocresía de los líderes religiosos de la época: sacerdotes, escribas y fariseos (Mateo 23,1-36; Lucas 11,37-52; 12,1; Marcos 11,15-18). Condena la pretensión de los ricos y no cree mucho en su conversión (Lucas 16,31; 6,24; 12,13-21; Mateo 6,24; Marcos 10,25). Ante las amenazas de los representantes del poder político, tanto de los judíos como de los romanos, Jesús no se intimida y mantiene una actitud de gran libertad (Lucas 13,32; 23,9; Juan 19,11; 18,23).

Jesús prcibe la mentalidad opresora de los líderes civiles (Lucas 22,25) y religiosos (Mateo 23,2-4). A quienes quieren seguirle les advierte: “¡entre ustedes no sean así!” (Lucas 22,26). Y pide que recen al Padre para que mande obreros para su misión, es decir, que ayude al pueblo a tener buenos líderes (Mateo 9,38).

Con esta predicación en favor de la vida y contra todo lo que la destruye, la corrompe y la arruina, Jesús se presenta al pueblo, anda por Galilea y anuncia la Buena Noticia del Reino. –En estos gestos de solidaridad él se revela Emmanuel, Dios con nosotros (Mateo 1,23), y se convierte, él mismo, en Buena Noticia para el pueblo. Por eso atrae a los pobres y marginados. Es todo un movimiento popular que se forma alrededor de su persona y mensaje (Marcos 1,33.45). Mucha gente comienza a seguir a Jesús.





4º. El seguimiento de Jesús

El Reino se encarna en una nueva forma de convivencia humana

“Ustedes deben hacer lo mismo que yo hice” (Juan 13,15).



Tres aspectos piden ser profundizados: 1. Las condiciones del seguimiento. 2. Las características del seguimiento. 3. El objetivo, que es la misión.



1.      Las condiciones: Dejar todo por causa del Reino

Jesús pasa, mira y llama (Marcos 1,17-20). Los que son llamados lo conocen. Ya tuvieron alguna convivencia con Él (Juan 1,39; Lucas 5,1-11. Saben cómo vive y en qué piensa. El llamado es un largo proceso de repetidos llamados y respuestas, hechos de avances y retrocesos. Comienza a la orilla del lago (Marcos 1,17) y termina solamente después de la resurrección (Mateo 28,18-20; Juan 20,21), igualmente a la orilla del lago (Juan 21,22). En la práctica, el llamado coincide con la convivencia “desde el bautismo de Juan hasta el momento en que Jesús fue llevado al cielo” (He 1,21-22).

Algunas veces es Jesús quien toma la iniciativa y llama. Otras es Juan Bautista el que señala (Juan 1,35-39) o son los discípulos quienes llaman a sus parientes y amigos (Juan 1,40-42.45-46). Otras veces, todavía el mismo interesado se presenta y pide para seguirlo (Lucas 9,57-62). El llamado es gratuito. Aceptar el llamado exige un compromiso. Jesús nunca disminuyó ni escondió las exigencias. Quien quiere seguirlo debe cambiar de vida y creer en la Buena Nueva (Marcos 1,15); dejar su casa, familia y bienes y asumir con El una vida pobre e itinerante; renunciar a sí mismo, cargar su cruz todos los días (Mateo 10,37-39; 19,27-29; 8,18-22; Lucas 14,25-27). Quien no estuviera dispuesto a hacer todo esto “no puede ser mi discípulo” (Lucas 14,33). La condición es el abandono de todo y la itinerancia por amor a Jesús (Lucas 9,24) y al Evangelio (Marcos 8,35). El acento no está en la renuncia, sino en el amor que da sentido a la renuncia.

El llamado de Jesús es como un nuevo comienzo. Es el momento de entrar en una nueva familia, una nueva comunidad (Marcos 3,31-35), y de recomenzar la historia. ¡Comenzar todo de nuevo! Como en el tiempo de las doce tribus: “Ustedes juzgarán a las doce tribus” (Mateo 19,28), es decir: “Ustedes serán los coordinadores del nuevo pueblo de Dios”. Quien acepta el llamado debe dejar que los muertos entierren a sus muertos (Lucas 9,60). Debe seguir adelante y no mirar para atrás (Lucas 9,62). El llamado es un tesoro escondido (Mateo 13,44), la piedra preciosa (Mateo 13,45-46), el valor supremo. ¡Es el Reino llegando!

La mayor parte de los que “siguen” a Jesús son gente sencilla del pueblo, sin mucha instrucción (He 4,13): pescadores (Marcos 1,16.19), unidos al movimiento popular (Marcos 3,18), tal vez algunos de las revueltas y del mesianismo (Mateo 26,52; Lucas 9,54; 22,49-51), un publicano (Marcos 2,14). Entre ellos hay hombres y mujeres (Lucas 8,2-3; Marcos 15,40-41). Hay también algunos más ricos: Juana (Lucas 8,3), Nicodemo (Juan 3,1-2), José de Arimatea (Juan 19,38) y otros. Estos sentirán en su carne lo que quiere decir romper con el sistema y adherirse a Jesús. Nicodemo, al defender a Jesús en el tribunal, fue criticado (Juan 7,50-52). José de Arimatea, al pedir el cuerpo de Jesús, corrió el riesgo de ser acusado como enemigo de los romanos y de los judíos (Mateo 27,57-60). Zaqueo devolvió cuatro veces lo que había robado y dio la mitad de sus bienes a los pobres (Lucas 19,8). Todos ellos, tanto los pobres como los ricos, podían decir con Pedro: “Nosotros lo dejamos todo para seguirte” (Mateo 19,27).



2.      Las características: Comunidad, ensayo del Reino

Cierto día, después de una noche entera en oración (Lucas 6,12), “Jesús subió al monte y llamó junto a él a los que quería llamar, y fueron con él. Entonces Jesús constituyó el grupo de los Doce, para que quedaran con él y para enviarlos a predicar, con el poder de expulsar los demonios” (Marcos 3,13-15).

a).  El seguimiento. El mismo llamado tiene dos fines: quedarse junto a Él (comunidad) y “enviarlos a predicar y expulsar los demonios” (misión). “Quedarse con Él” o seguir a Jesús significa sobre todo:

-          Seguir el ejemplo del maestro: Jesús es el modelo a ser recreado en la vida del discípulo o de la discípula (Juan 13,13-15). La convivencia diaria permite un examen constante. En la “escuela de Jesús” solo se enseña una materia: ¡el Reino! Y este Reino se reconoce en la práctica de Jesús.

-          Participar del destino del maestro: Quien “sigue” a Jesús debe comprometerse con él y “estar con él en las tentaciones” (Lucas 22,28), inclusive en la persecución (Juan 15,20; Mateo 10,24-25) y en la muerte (Juan 11,16).

Después de la Pascua, a la luz de la resurrección, creció una tercera dimensión: Tener la vida de Jesús dentro de sí. Identificarse con Él (Filemón 3,10-11). Es la dimensión mística, fruto de la acción del Espíritu. “Vivo pero ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2,20).

Dentro de la comunidad más amplia, se forma así un núcleo de doce que corresponde a las doce tribus del Antiguo Testamento y simboliza al nuevo Pueblo de Dios (Mateo 19,28). Y aún dentro del grupo aparecen grupos menores. Por ejemplo, varias veces, Jesús llama a Pedro, Santiago y Juan, para rezar con Él (Mateo 26,37-38; Lucas 9,28).

b).  La pedagogía. A lo largo de aquellos pocos años de caminar, Jesús acompaña y forma a los discípulos y discípulas. Convive con ellos, come con ellos, anda con ellos, se alegra con ellos, sufre con ellos. A través de esta convivencia, el llamado se profundiza y el proceso de conversión avanza. Veamos algunos puntos de la pedagogía usada por Jesús:

-          Manda observar la realidad (Marcos 8,27-29; Juan 4,35; Mateo 16,1-3), confrontándola con las necesidades del pueblo (Juan 6,5) y reflexiona con ellos las grandes cuestiones del momento (Lucas 13,1-5).

-          Los incorpora a la misión (Marcos 6,7; Lucas 9,1-2; 10,1) y al volver, hace una revisión con ellos (Lucas 10,17-20).

-          Los corrige cuando se equivocan (Lucas 9,46-48; Marcos 10,14-15), los ayuda a discernir (Marcos 9,28-29) y los interpela cuando son lentos (Marcos 4,13; 8,14-21).

-          Los defiende cuando son criticados por los adversarios (Marcos 2,19; 7,5-13), los prepara para el conflicto (Juan 16,33; Mateo 10,17-25).

-          Procura tener momentos a solas con ellos para poder instruirlos (Marcos 9,30-31; 4,34; 7,17; Mateo 11,1; 24,3). Les enseña a rezar (Lucas 11,1-13; Mateo 6,5-15).

-          Cuida del descanso de ellos (Marcos 6,31) y piensa en la alimentación (Juan 21,9).

-          La convivencia con Jesús hace nacer en ellos la libertad para transgredir las normas caducas: toman espigas cuando tienen hambre (Mateo 12,1); no lavan sus manos antes de comer (Marcos 7,5); entran en las casas de los pecadores (Marcos 2,15-17); no ayunan (Marcos 2,18). Aprenden de Jesús que las necesidades del pueblo y de la misión son anteriores a las prescripciones rituales (Marcos 2,27; Mateo 12,7.12).

c).  La comunidad-modelo. En esta vida comunitaria junto a Jesús, aparece el ensayo del Reino que los profetas quisieron ver y no vieron (Lucas 10,23-24). En ella se encarna la nueva experiencia que Jesús tenía de Dios como Padre, como Abbá. Toda nueva experiencia de Dios trae consigo cambios profundos en el modo de convivir. Veamos algunas:

-          Todos son hermanos. Ninguno debe aceptar el título de maestro, ni de padre, ni de guía, porque “uno solo es el maestro de ustedes y todos ustedes son hermanos” (Mateo 23,8-10). La base de la comunidad no es el saber, ni la función, sino la igualdad de todos como hermanos. Es la fraternidad.

-          Igualdad entre hombre y mujer. Para escándalo de los propios discípulos, Jesús cambia la relación hombre-mujer, porque elimina el privilegio del hombre frente a la mujer (Mateo 19,7-12).

-          Compartir los bienes. Ninguno tenía nada propio (Mateo 19,27). Jesús no tenía donde reclinar su cabeza (Mateo 8,20). Tenían una caja en común que era compartida también con los pobres (Juan 13,29).

-          Amistad profunda. “Ya no les diré servidores, sino amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre” (Juan 15,15). La comunión debe comprender alma y corazón (Cf. He 4,32), hasta el punto de no existir más secretos.

-          El poder es servicio. “Los reyes de las naciones se portan como dueños de ellas y se hacen llamar bienhechores. Ustedes no deben ser así” (Lucas 22,25-26). El mayor sea el servidor de todos (Marcos 10,43). Él dio el ejemplo (Juan 13,13-15). “No vine para ser servido, sino para servir y dar la vida” (Mateo 20,28).

-          Poder para perdonar y retener. Este poder fue dado a Pedro (Mateo 16,19), a los apóstoles (Juan 20,23) y a las comunidades (Mateo 18,18). El perdón de Dios pasa por la comunidad, que debe ser un lugar de reconciliación y no de condenación mutua.

-          Oración en común. Iban juntos en peregrinación al templo, rezaban antes de las comidas, frecuentaban las sinagogas. Y en grupos pequeños, Jesús se retiraba con ellos para rezar (Lucas 9,28; Mateo 26,36-37).

-          Alegría. Jesús dice a los discípulos: “¡Felices ustedes! Sus nombres están inscritos en el cielo” (Lucas 10,20), sus ojos ven la realización de la promesa (Lucas 10,23-24), el Reino es de ustedes” (Lucas 6,20). Es una alegría que se convive con el dolor y la persecución (Mateo 5,11). Nadie puede robarla (Juan 16,20-22).

Esta es la comunidad-modelo para todas las comunidades que vinieran después. Trae a Dios más cerca, pues el modo de ser de Dios es comunión. La comunidad es el rostro de Dios, transformado en Buena Nueva para el pueblo. Es la plataforma de donde se parte para la misión del Reino.



  1. El objetivo: la misión de anunciar la buena nueva a los pobres

La misión de Jesús es “anunciar la Buena Nueva a los pobres” (Lucas 4,18). El llamado a los discípulos es en vista de esta misma misión: “como el Padre me envió a mí así los envío a ustedes” (Juan 20,21). De dos en dos, deben anunciar la llegada del Reino (Mateo 10,7; Lucas 10,1.9; Marcos 3,14). Deben curar a los enfermos (Lucas 9,2), expulsar a los demonios (Marcos 3,15), anunciar la paz (Lucas 10,5; Mateo 10,13), rezar por la continuidad de la misión (Lucas 10,2). Desde el primer momento del llamado, Jesús los compromete en la misión (Lucas 9,1-2; 10,1). Pues el anuncio del Reino forma parte del proceso de formación. Es el objetivo y la razón de ser de la vida comunitaria alrededor de Jesús.

Existían otros movimientos, que como el de Jesús, buscaban una manera diferente de vivir: los esenios, fariseos, y más tarde, los zelotes. Muchos de ellos también formaban comunidades de discípulos y buscaban adeptos. Dentro de la comunidad de Jesús, con todo, había algo nuevo que la diferenciaba de los otros grupos y que daba consistencia al anuncio de la Buena Nueva. Era la actitud frente a los pobres y marginados.

Los fariseos y los escribas consideraban al pobre como ignorante y maldito (Juan 7,49), lleno de pecado (Juan 9,34), y no le permitían entrar en el Reino (Mateo 23,13). Por lo contrario, Jesús afirma que el Reino es de los pobres y los proclama felices (Lucas 6,20; Mateo 5,3). Reconoce la riqueza  y el valor que poseen (Mateo 11,25-26; Lucas 21,1-4), y define su propia misión como anuncio de la Buena Nueva a los pobres (Lucas 4,18).

Él vive como pobre. No posee nada para sí, ni siquiera una piedra para reclinar su cabeza (Lucas 9,58). Manda escoger: o Dios o el dinero (Mateo 6,24), Y cuando se trata de administrar los bienes, es necesario hacerlo con eficacia (Mateo 25,21.26; Lucas 19,22-23), al servicio de la vida (Lucas 16,9-13). Ser pobre no es sinónimo de vago y descuidado.

La pobreza, que caracterizaba la vida de Jesús y de los discípulos, debe también caracterizar la misión. No se puede llevar consigo: ni oro, ni plata, ni dos túnicas, ni bolso, ni sandalias (Mateo 10,9-10), se debe llevar una vida pobre (Mateo 19,21); se debe convivir con el pueblo en sus casas (Lucas 9,4) y vivir compartiendo (Lucas 10,7).

Este testimonio diferente de pobreza era el paso que faltaba en el proceso de radicalización del movimiento popular. Por su modo de vivir y de convivir, Jesús denuncia el sistema antiguo, que en nombre de Dios excluía a los pobres, y anuncia un nuevo comienzo, que en nombre de Dios acoge a los excluidos. La toca la raíz e inaugura la Nueva Alianza, un nuevo Año Jubilar: “El año de gracia del Señor” (Lucas 4,19).

Cada vez que en la Biblia se intenta renovar la Alianza, se recomienza restableciendo el derecho de los pobres, los excluidos. Así hacen los profetas, así sucede en la historia de Ruth, en el lamento de Job, en la parábola de Jonás. O sea, se intenta realizar un nuevo Éxodo. Sin esto, ¡no se puede realizar ninguna Alianza!

Jesús radicaliza la Ley (Mateo 5,17), es decir, la reduce a su raíz, que es la práctica del Amor a Dios y al prójimo (Mateo 22,37-40; 7,12). En las palabras y gestos de Jesús, Dios se hizo cercano. En la predicación de los escribas y fariseos, Dios parecía inaccesible al pueblo marginado (Mateo 23,13). Jesús trae la Buena Nueva del Reino, que el pueblo esperaba. Por eso ejerce una atracción tan fuerte sobre los pobres. Ellos perciben la novedad del anuncio (Marcos 1,22.27; Mateo 11,25-26; Lucas 10,23-24) y lo aceptan con entusiasmo: “Este es ciertamente el profeta que ha de venir al mundo” (Juan 6,14). Es en este mismo entusiasmo de los pobres que está también la fuente de las tentaciones y de la crisis de Jesús.





5º. Crisis y victoria de Jesús

El camino de la gloria pasa por el sufrimiento y por la cruz

“El Hijo de Dios debía sufrir mucho” (Marcos 8,31).



Fue grande el entusiasmo que Jesús suscitó en el pueblo pobre y abandonado de la época (Marcos 1,39.45). Era como si el Reino estuviese llegando (Juan 6,15). Pero, en la medida en que crecía la popularidad, también crecía la oposición (Marcos 2,16.24; 3,6). Jesús entró en conflicto con los líderes de la sociedad: fariseos, escribas, sacerdotes, saduceos, herodianos, romanos. Al final, fue tomado preso, condenado a muerte como un rebelde cualquiera (Lucas 23,2-5). Humanamente hablando, lo que parecía el comienzo del Reino, resultó una más de las muchas frustracio­nes ya sufridas por el pueblo desde la llegada de los romanos.

Hay tres momentos que piden ser profundizados, además de un cuarto que engloba a los tres: 1) Las tentaciones, en el comienzo; 2) la crisis en Galilea, en medio del camino; 3) la agonía, al final; 4) la fidelidad al Padre y a los pobres, desde el comienzo hasta el fin.



1.      La tentación de seguir por otros caminos

La tentación de seguir por otros caminos acompañó a Jesús, desde el comienzo de su actividad hasta el fin. Se trataba de propuestas que no combinaban con la misión del Siervo, asumida por Él desde el comienzo. Tenían su origen en la variedad de la expectativa mesiánica de la época y en los intereses particulares de ciertas personas:

a).  La expectativa mesiánica

En la medida en que el anuncio del Reino se divulgaba, crecía en el pueblo la expectativa mesiánica y aumentaba la presión sobre Jesús para aceptar el papel de Mesías que el pueblo esperaba. La presión venía de todos lados: de las tentaciones de los discípulos, de los pobres, del poder del mal. El tentador propone el camino del Mesías-nuevo Moisés, que alimenta al pueblo en el desierto, (Mateo 4,3; Juan 6,13-14); del Mesías desconocido que de repente se manifiesta públicamente (Mateo 4,5-6; Juan 7,27); y del Mesías nacionalista que conquista el dominio sobre el mundo entero (Mateo 4,9). Pedro propone el camino del Mesías glorioso sin la cruz (Mateo 16,22). El pueblo propone el camino del Mesías rey (Juan 6,15). Juan Bautista espera un Mesías que sea juez severo (Lucas 3 9; Mateo 3,7-12) y pide que Jesús se defina (Mateo 11,3). En la hora de la prisión, hora de las tinieblas, (Lucas 22,53), aparece por última vez la tentación de seguir por el camino del Mesías guerrero (Mateo 26,51-53).

b).  Intereses y preocupaciones de las personas

En determinado momento, los parientes creen que Jesús está fuera de sí y quieren llevarlo de vuelta a su casa (Marcos 3.21.33). Otras veces quieren que El se manifieste al pueblo en el día de la fiesta (Juan 7,2-8). Sucede lo mismo con los apóstoles. Después de un día de muchas curaciones, el pueblo en masa lo busca. A ellos les gustó ver tanto pueblo y lo llaman a Jesús de vuelta. Pero Él, en nombre de la misión recibida del Padre no atiende el pedido (Marcos 1,36-38). La mujer cananea, al pedir la curación de su hija, propone un camino no previsto inicialmente (Mateo 15,24). En el huerto el sufrimiento lo lleva a pedir: “Padre, aparta de mí esta copa”. Pero enseguida agrega. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieras tú” (Marcos 14,36).

Orientándose por la Palabra de Dios, Jesús rechaza todas estas propuestas (Mateo 4,4.7.10; 11,5; Lucas 18,31). El no sigue el camino de la rebelión, ni del Mesías-rey, ni del celo nacionalista: “Tengan cuidado de que nadie los engañe” (Mateo 24,4-5). Unido al Padre por la oración (Lucas 3,21; 5,16; 6,12; 9,18.28-29; 11,1; 22,41), resiste y sigue por el camino del Siervo, del servicio al pueblo (Mateo 20,28). Y para evitar engaños, malas interpretaciones y oposición no necesaria, no permite que los malos espíritus lo llamen Mesías (Marcos 1,25.34; 3,12), prohíbe al pueblo divulgar los milagros (Marcos 1,44; 5,43; 7,36) y pide a los discípulos no revelan que Él es el Mesías (Marcos 8,30; 9,9). Pero cuanto más lo prohíbe, más crece su fama (Marcos 1,28.45). Por eso, también crece la oposición de las autoridades, dispuestas a reprimir cualquier manifestación mesiánica ­popular. La destrucción de Séforis y la brutal represión romana del tiempo de Arquelao aún estaban vivas en la memoria de todos (Cf. Juan 11,48).



2.      La crisis de Galilea: renovar el compromiso

En medio de los conflictos con fariseos y herodianos (Marcos 8,11-21), Jesús sale de Galilea y se va a la región de Cesarea de Filipo (Marcos 8,27). Allí comienza a preparar a sus discípulos. En el camino hace una pregunta: “¿Quién dicen los hombres que soy yo?” (Marcos 8,27). Después de escuchar la respuesta y la confirmación de que lo consideran el Mesías, comienza a hablar de su pasión y su muerte (Marcos 8,31). Pedro reacciona: “¡Dios no lo permita!” (Mateo 16,22). Jesús le rebate: “¡Aléjate de mí, Satanás! Tú no piensas como Dios, sino como los hombres” (Marcos 8,33). Fue el momento de la crisis. Los discípulos, encerrados en la idea de un Mesías glorioso (Marcos 8,32-33; 9,32), no comprenden la respuesta de Jesús e intentan llevarlo por otro camino.

Era cerca de la fiesta de las Tiendas (Cf. Lucas 9,33), en que la expectativa mesiánica-popular acostumbraba a crecer y presionar. Jesús sube a la montaña para rezar (Lucas 9,28). Una vez más, vence a la tentación por la oración. La oposición creciente lo llevó a Jesús a cambiar su forma de anunciar el Reino. La nueva coyuntura, iluminada por la profecía del Siervo (Isaías 53,1-12), le dio la certeza de que la manifestación del Reino sería diferente de lo que se imaginaba inicialmente. La victoria del Siervo llegaría a través de la resistencia, la condenación y la muerte (Isaías 50,4-9; 53,1-12). En otras palabras, la cruz aparece en el horizonte, no ya como una posibilidad sino como algo cierto. A partir de este momento comienza el cambio. Veamos algunos puntos importantes de ese cambio:

-          Pocos milagros. Hasta ahí, hacía muchos milagros. Ahora, a partir de Marcos 8,27; Mateo 16,13 y Lucas 9,18, los milagros son casi una excepción en la actividad de Jesús.

-          Anuncio de la pasión. Antes no se hablaba de la pasión, a no ser como una posibilidad remota (Marcos 3,6). Ahora, se habla de ella constan­temente (Marcos 8,31; 9,9.31; 10,33.38).

-          Cargar la cruz. Antes, Jesús anunciaba la llegada inminente del Reino. Ahora, insiste en la vigilancia, en las exigencias del seguimiento y la necesidad de cargar la cruz (Mateo 16,24-26; 19,27-30; 24,42-51; 25,1-13; Marcos 8,34:10,28-31; Lucas 9,23-26.57-62; 12,8-9.35-48; 14,25-33; 17,33; 18,28-30).

-          Enseña a los discípulos. Antes enseñaba al pueblo. Ahora se preocupa más con la formación de los discípulos. Les pide que nueva­mente hagan su opción (Juan 6,67) y comienza a prepararlos para la misión que vendrá después. Llega a salir de la ciudad para poder estar con ellos y cuidar de su formación (Marcos 8,27; 9,28.30-35; 10,10.23.28-32; 11,11).

-          Parábolas diferentes. Antes las parábolas revelaban el misterio del Reino presente en la actividad de Jesús. Ahora las parábolas orientan al juicio futuro y al fin de los tiempos: los viñadores homicidas (Mateo 21,33-46); el compañero que no perdona (Mateo 18,23-35); los trabajadores de la undécima hora (Mateo 20,1-16); los dos hijos (Mateo 21,28-32); la fiesta nupcial (Mateo 22,1-14); los diez talentos (Mateo 25,14-30).

Jesús asume la voluntad del Padre que se revela en la nueva coyuntura y decide ir a Jerusalén (Lucas 9,51). Y lo hace con tanta decisión que deja asustados a los discípulos, que no entienden las cosas (Marcos 10,32; Lucas 18,31-34). Dentro de aquella sociedad, el anuncio del Reino del modo que lo hacía Jesús no sería tolerado. Una de dos: ¡O Jesús cambiaba, o sería muerto! Pero no cambió su anuncio. Continuó fiel a lo que le conducía a Jerusalén. Continuó fiel al Padre y a los pobres. Por eso fue muerto.



§  La agonía en el huerto: La última tentación

Entre la crisis de Galilea y la agonía en el huerto, está la larga caminata a Jerusalén, hacia la cruz, asumida con coraje a pesar del susto y de la ignorancia de los discípulos (Marcos 10,32; Lucas 9,51). En el huerto, Jesús enfrenta la gran batalla de su vida, dirigiendo al Padre sus preces con clamor y lágrimas (Hebreos 7,7).

Pocos días antes de la Pascua se dio el conflicto abierto. El pueblo que venía de la Galilea toma las calles de la capital e introduce a Jesús dentro de la ciudad y del templo como Mesías-Rey (Marcos 11,8-11). Jesús acepta la manifestación popular y la defiende contra las autoridades que quieren prohibirla (Lucas 19,39-40). Pero al mismo tiempo, El se mantiene en su propio camino: sentado en un burro (Marcos 11,7; Mateo 21,5), evoca la profecía de Zacarías (Zacarías 9,9) que no combina con la idea de Mesías-Rey. Entrando en el templo, hace un látigo de cuerdas (Juan 2,15) y, en un gesto profético de ruptura con el sistema, expulsa a los vendedores (Mateo 21,12-17; Marcos 11,15-19). En ese momento comienza la conspiración para matarlo (Lucas 19,47).

Es un momento dramático. Jesús estaba realmente solo. En el pueblo crecía el deseo de verlo como Mesías-Rey: ¡tentación para Jesús! En las autoridades crecía la conspiración para eliminarlo: ¡peligro para Jesús! En los discípulos crecía la perplejidad y el no entender: ¡experiencia de soledad para Jesús!



  1. Víspera de la Pascua

Día cargado de esperanza mesiánica. Situación tensa. Como otras veces, Jesús se retira para rezar. Va fuera de la ciudad, a una pequeña huerta, el Huerto de los Olivos, en donde experimenta una angustia terrible y miedo (Marcos 14,33). No se aguanta de pie y cae al suelo (Marcos 14,35). Un ángel viene a ayudarlo (Lucas 22,43). Está tan tenso que no aguanta rezar en solitario y pide ayuda a sus amigos: “Quédense aquí conmigo y permanezcan despiertos” (Mateo 26,38). Enfrenta la lucha más dura de su vida, que por eso es llamada agonía. Es allí donde aceptó las últimas consecuencias de su inserción en medio de los pobres: “¡Que se haga tu voluntad!” (Mateo 26,42). Vencida la batalla por la oración, se levantó cuando los soldados estaban llegando. Fue apresado por la traición de un amigo (Marcos 14,42).



  1. Fiel al Padre y a los pobres, desde el comienzo hasta el fin

      La encarnación de Jesús implicaba todo esto. Nació pobre y eligió quedarse al lado de los pobres. Sintió la pobreza por dentro. Se despojó a sí mismo y fue despojado (Filemón 2,7). Experimentó la debilidad a la hora de la agonía y el abandono total a la hora de la muerte (Marcos 15,34). El abandono al que eran condenados los pobres. Murió soltando el grito de los pobres, seguro de ser oído por el Padre (Marcos 15,37). Por eso, Dios lo exaltó (Filemón 2,9). La encarnación de Jesús fue un largo proceso. Comenzó con el sí de María (Lucas 1,38) y terminó con el último sí de Jesús en la hora de la muerte: “¡Todo está cumplido!” (Juan 19,30).

El objetivo último de la inserción de Jesús en medio de los pobres es revelar al Padre. Situándose en el movimiento popular corrige las distorsiones nacionalistas e institucionales que desviaban al pueblo de la Alianza, y revela el verdadero sentido de la Alianza, de la Buena Nueva del Reino. Jesús no es un Mesías intermediario. El es la semilla del Reino, la revelación del Padre que acoge a los excluidos y a los empobrecidos.

Jesús nunca buscó una salida individual. Nunca buscó privilegios para sí. Nació pobre, lo que para Él era expresión de la voluntad del Padre. Eligió quedarse al lado de los pobres, que era una decisión del Hijo, queriendo ser obediente al Padre hasta la muerte, “y muerte de cruz” (Filemón 2,8). Jesús no tuvo miedo de provocar conflictos, ni aún con las personas más queridas, para poder mantener la comunión con el Padre y con los pobres.

Como más adelante veremos (Subsidio 18), en Jesús, la obedien­cia no era una virtud al lado de las otras. Es una condición propia de su misión. En todo lo que hace, solamente busca hacer la voluntad del Padre (Juan 8,28-29; 5,19.30). Es su alimento (Juan 4,34). Quien obedece no habla por sí mismo, sino en nombre de aquel a quien obedece. La obediencia hace que Jesús se vuelva totalmente transparente, revela­ción del Padre al pueblo, especialmente a los pobres, “para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10,10). La obediencia de Jesús no es disciplinaria, sino profética.

Jesús dejó un testimonio muy hermoso a este respecto cuando dijo: “El mundo conocerá que yo amo al Padre y hago lo que el Padre me encomendó. ¡Levántense, salgamos de aquí!” (Juan 14,31). Se levantó y se dirigió al huerto, donde fue apresado. Allí comenzó la Pasión. La respuesta de Dios fue la resurrección de Jesús.



CONCLUSIÓN. La resurrección de Jesús: Nueva luz, nueva fuerza

Después de la muerte de Jesús, los discípulos salen de Jerusalén (Lucas 24,13) y se dispersan (Marcos 14,27). No perciben la presencia de Jesús en medio de ellos (Lucas 24,20). En ellos murió la esperanza. ¡Estaban más muertos que el mismo Jesús! “Nosotros esperábamos... pero...” (Lucas 24,21).

La experiencia de la resurrección obró en ellos como un rayo, como un temblor de tierra (Mateo 28,2-3). Le sucedió primero a las mujeres (Mateo 28,9-10; Marcos 16,9; Lucas 24,4-11.23; Juan 20,13-16); después a los hombres. Les devolvió la esperanza. Superan el miedo y se reúnen nuevamente (Lucas 24,33-35), recuperan la fe, reencuentran el coraje (He 4,19; 5,29). ¡Ellos mismos resucitan!

Hasta hoy, la resurrección se repite y hace que el pueblo experi­mente la presencia liberadora de Dios en la vida diaria y que cante: “¿Quién nos separará, quién nos va a separar del amor de Cristo?” (Romanos 8,35). Nada, nadie, ninguna autoridad es capaz de neutralizar el impulso creador de la resurrección. La misma fuerza que Dios usó para sacar a Jesús de la muerte, obra en la comunidad a través de la fe (Efesios 1,19-20).

De hecho, la experiencia de la resurrección ilumina la cruz y la transforma en signo de vida (Lucas 24,25-27); abre los ojos para entender el significado del Antiguo Testamento (Lucas 24,25-27.44-48); ayuda a entender las palabras y gestos del mismo Jesús (Juan 2,21; 5,39; 14,26); ayuda a percibir y experimentar la presencia viva de Jesús en la vida de hoy.

Jesús, que vivió en Palestina, que se colocó en medio de su pueblo, que acogía a los pobres de su tiempo y era para ellos una revelación del Padre, este mismo Jesús continúa vivo hoy en medio de nosotros, en nuestras comunidades, para continuar, aquí en América Latina, a través de nosotros, la misma misión que realizó en aquel tiempo. Es el deseo de cumplir nuestra misión, que nos lleva ahora a abrir y estudiar el Evangelio de Jesús en los cuatro evangelios que la Biblia nos trasmite. ‘Jesucristo es el mismo, ayer hoy y siempre’ (Hebreos 13,8).





A N E X O  2 :   Í N D I C E   D E T A L L A D O   D E L   F O L L E T O   6





Presentación

Introducción: Jesús, nuestro hermano mayor



1ª Parte: Del anuncio de la buena nueva a los Evangelios escritos

Introducción

1.      María, Madre de Dios y madre de los pobres. Comentario: La madre de Jesús María en la Biblia.

2.      El llamado que viene de los pobres. Comentario: Comprometerse con los pobres.

3.      Jesús y las mujeres. Comentario: Las discípulas de Jesús Ministerio de las mujeres.

4.      Señor enséñanos a orar. Comentario: La oración en la vida de Jesús ¡Rezar siempre!

5.      ‘Recibid el Espíritu Santo’ Todo fue escrito para animar la fe. Comentario: La luz y la fuerza del Espíritu Santo El dinamismo que mantiene la actualidad de los Evangelios.



2ª Parte: El evangelio según Marcos

Introducción

6.      Las parábolas del Reino. Comentario: Las parábolas del Reino La pedagogía de Jesús.

7.      Los milagros de Jesús. Comentario: Los milagros de Jesús Signos de Vida Nueva.

8.      El secreto mesiánico. Comentario: El secreto mesiánico: ¿Por qué Jesús no se revela?

9.      Pasión y muerte de Jesús. Comentario: El Mesías crucificado y resucitado Las narraciones de la Pasión y Muerte.



Parte El evangelio según san Mateo

Introducción

10.  Los evangelios de la infancia. Comentario: Los evangelios de la infancia ¿Historia o símbolo?

11.  La nueva ley y la nueva justicia. Comentario: El Sermón del Monte El camino de la perfección.

12.  Vivir en comunidad. Comentario: La vida en la comunidad Las características de una comunidad cristiana.

13.  Una nueva relación. Comentario: El voto de castidad.



4ª Parte: El evangelio de Lucas

Introducción

14.  María, Madre de Dios y madre de los pobres. Comentario: La madre de Jesús María en la Biblia.

15.  El llamado que viene de los pobres. Comentario: Comprometerse con los pobres.

16.  Jesús y las mujeres. Comentario: Las discípulas de Jesús Ministerio de las mujeres.

17.  Señor enséñanos a orar. Comentario: La oración en la vida de Jesús ¡Rezar siempre!



5ª Parte: El evangelio de Juan

Introducción

18.  Jesús y el Padre ‘¡Vine en nombre de mi Padre!’. Comentario: Revelar el Padre a los pobres El voto de obediencia.

19.  La eucaristía ‘¡Yo soy el pan de vida!’. Comentario: ‘Hagan esto en memoria mía’. Recordar, agradecer, compartir, comprometerse.

20.  Vida en abundancia para todos. Comentario: El Camino, la Verdad y la Vida. ‘¡Vida que es eterna desde ahora!’.

21.  ‘Ámense unos con otros como yo los he amado’ ‘Permanezcan en mi amor’. Comentario: El mayor mandamiento: Amar a Dios y amar al prójimo.

22.  ¡Seguir a Jesús! ‘Dejamos todo y te seguimos’. Comentario: Meditación sobre la venida de Jesús como Vida.