EL ÉXODO como tradición de Israel del Norte
bajo la conducción de El y
Yavé como un becerro, José Ademar KAEFER
Sumario
El Éxodo es una de las tradiciones fundacionales de Israel y de Judá.
Pero, si Israel, en cuanto pueblo, es oriundo de Canaán, ¿cómo entender el
proceso de liberación de Egipto? El artículo busca demostrar que la tradición
del Éxodo se formó en Israel del Norte,
posiblemente durante el dominio egipcio de Sheshong I (945-925), campaña que se
encuentra registrada en los muros del templo de Karnak en Egipto, que derrocó
al reino naciente de Saúl. El artículo también muestra que en los santuarios de
Betel, Siquem y Dan había un culto a una
divinidad representada por la imagen de un toro, a quien se atribuía la
liberación de Egipto. Al principio esta deidad era el dios El; más tarde, sin embargo, se convirtió en el dios Yahvé, que absorbió los atributos
de El, incluso su culto en forma de toro. La peregrinación por el desierto es
una tradición independiente, que sólo más tarde fue anexada a la tradición de la liberación de Egipto. Es posible que
haya surgido en Kuntillet ‘Ajrud, un almacén para el cobro de tributos
establecido en el desierto del Sinaí y dominado por Israel del Norte durante el
reinado de Jeroboam II, en la primera mitad del siglo VIII a.e.c.
INTRODUCCIÓN
Desde el siglo XIX, el estudio
literario de la Biblia, teniendo como aliados principales, a partir del siglo
XX, el método crítico histórico y la arqueología, viene deconstruyendo y reconstruyendo teorías acerca de la historia de
Israel. Una de las deconstrucciones más llamativas fue sin duda la de la teoría
de la conquista de la tierra prometida, narrada principalmente en el libro de
Josué. Después de estudios, como los de Martin Noth (Das System der zwölf
Stämme Israels, 1930) y Albrecht Alt (Kleine Schriften zur Geschichte
des Volkes Israel, 1953), entre otros, sobre la ocupación lenta de Canaán
(teoría de la migración), seguidos de la teoría de George Emery Mendehall (The
Tenth Generation: The Origens of the Biblical Tradition, La Décima Generación:
Los orígenes de la tradición bíblica, 1973) y Normann K. Gottwald (The
Tribes of Yahweh – A Sociology of the Religion of Liberated Israel, Las tribus
de Yavé. Sociología de la Religión del Israel Liberto, 1250-1050 a.e.c.,
1979) sobre la revuelta campesina contra las ciudades-estado cananeas,
influenciados por los cambios sociales y políticos en América Latina,
especialmente en Cuba y Nicaragua, se llegó a casi a la unanimidad de que Israel surgió en Canaán. Es decir,
ningún estudio serio hoy día acepta ya que Israel sea una especie de nación
alienígena que se estableció en Canaán venida desde fuera. Por el contrario, el
Israel bíblico es esencialmente cananeo. Esto, por supuesto, ha tenido y sigue
teniendo repercusiones en la situación geopolítica por la que pasan Palestina e
Israel. Últimamente, la teoría que viene sufriendo gran contradicción, con los
estudios principalmente de Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman (The
Bible Unearthed, La Biblia desenterrada, 2001; David and Salomon,
David y Salomón, 2006), es la de la Monarquía Unida.
Si Israel surgió en Canaán,
¿cómo queda la historia o la tradición del Éxodo,
considerada la experiencia fundante de Israel? En un primer momento, después de
la aparición de las primeras teorías, con el fin de salvaguardar la presencia
del Éxodo en la formación del pueblo de Israel, se argumentó que sólo un
pequeño grupo, bajo la dirección de un líder (¿Moisés?) y la conducción de un
Dios (¿Yavé?), habría huido de la opresión egipcia y se habría unido a los
rebeldes cananeos y los inmigrantes extra-palestinos en las montañas de la
meseta central de Canaán[1]. Sin embargo, este pequeño grupo, dadas
las dificultades para probar su paso por el desierto del Sinaí sin ser
detectado por las unidades de control de Egipto, fue considerado cada vez más
pequeño, hasta casi desaparecer o llegar a resultar difícil de sostener esta
hipótesis.
En fin, la cuestión no se ha
resuelto: si Israel surgió en Canaán, ¿de
dónde vino la tradición del Éxodo? Esta duda aumentó con los recientes
descubrimientos y hallazgos arqueológicos de que Judá se desarrolló sólo
tardíamente. Es decir, Judá, en
cuanto reino con estructura burocrática básica para la recaudación de
impuestos, etc., sólo se desarrolló a finales
del siglo VIII, después de la caída de Samaria (722 a.e.c.). Es a partir de
este período cuando Judá se expande hacia el sur y el oeste, las montañas
comienzan a ser habitadas y la ciudad de Jerusalén crece extraordinariamente en
población. También es cuando empiezan a ser encontradas las famosas phitoi,
grandes jarras con la marca lemelek, “para el rey”, la prueba de la
aparición de una estructura monárquica para la recaudación de impuestos, y un
cuerpo de escribas que organizaba las cuentas de la corte. En efecto, la
escritura, la capacidad de escribir aparece en Judá prácticamente en este
período. Este hecho elimina cualquier remota posibilidad de localizar el Éxodo
hacia 1200 a.e.c., fecha en que fue tradicionalmente localizado. Así, no sólo
la salida de Egipto es puesta en cuestión, sino también la ruta que habría
seguido por el desierto del Sinaí, en el sur de Judá y el sur de Transjordania,
territorio totalmente desconocido antes del siglo VIII.
Para nuestro ensayo en busca
de respuestas a la pregunta planteada arriba, vamos a apoyarnos inicialmente en
algunos textos bíblicos, y luego vamos a ver algunos descubrimientos recientes
en sitios arqueológicos en Israel y Palestina.
1. «ESTOS SON TUS DIOSES, ISRAEL, QUE TE HICIERON
SUBIR DE LA TIERRA DE EGIPTO (Ex 32,4b)
Uno de los textos de nuestro
análisis es Ex 32, tradicionalmente conocido como “el relato del becerro de oro”. Cuando el pueblo vio que Moisés
tardaba en bajar de la montaña, pidió a Aarón que le hiciese dioses (‘elohim)
que fuesen delante de él. Después de reunir objetos de adorno personales, el
pueblo los llevó a Aarón, que los
fundió, y fabricó con ellos un toro joven (‘egel)[2] de metal, el becerro de oro. Al verlo, el
pueblo exclamó: «Éstos son tus dioses, Israel, que te hicieron subir de la
tierra de Egipto» (32,4b). Esta exclamación es sorprendente, porque contradice
la tradición de que Moisés fue, junto con Yahvé, quien sacó a Israel de Egipto.
Y esa exclamación no tiene lugar sólo aquí, sino que se repite en 32,8c, donde
es colocada en la boca del mismo Yavé. Es decir, por un lado, como hemos visto,
es atribuida a los ‘elohim en la imagen de un becerro, y otras veces es
atribuida a Moisés: «...pues de este Moisés, el hombre que nos hizo subir de la
tierra de Egipto, no sabemos qué ha sido de él» (32,1c). «Y dijo Yahvé a
Moisés: ‘Anda, baja, pues se ha pervertido tu pueblo, el que hiciste subir de
la tierra de Egipto’» (32,7). Así que al parecer tenemos aquí dos tradiciones que divergen sobre la
salida de la tierra de Egipto. Si es así, ¿cuál es la más antigua o cuál
fue cooptada?
Además de versiones
divergentes del Éxodo, el texto también revela la presencia de una antigua
tradición de culto a una deidad en
la imagen de un “toro joven” a quien se le atribuye la salida de Egipto: “Y los
eché al fuego (los pendientes) y salió este becerro (‘egel) “(32,24).
Como si Aarón no supiera por qué habría salido esa imagen. Lo interesante es
que el texto parece indicar que esta deidad en forma de un becerro es Yavé:
“Cuando vio Aarón (la imagen), edificó un altar delante del becerro, y entonces
Aarón gritó y dijo: ‘Mañana será fiesta para Yavé” (32,5). A la mañana
siguiente el pueblo se levantó temprano, ofreció holocaustos y ofrendas de paz,
comió, bebió e hizo fiesta (32,6). Este Yahvé, sin embargo, parece diferente
del Yahvé al que se rinde culto en Jerusalén, del que habla el redactor
deuteronomista, que reprime severamente el otro culto: “Moisés tomó el becerro
que habían hecho y lo quemó en el fuego y lo trituró hasta que lo redujo a
polvo. Luego lo echó sobre agua e hizo beberla a los hijos de Israel” (32,20).
El acto es similar al que hizo el rey Josías (640-609), cuando centralizó el
culto en Jerusalén y destruyó los santuarios del interior (2Re 22-23). La ira
contra el culto a Yahvé en forma de toro es tanta que el deuteronomista cree que
fue la causa de la ruptura de la alianza: “Sucedió que al acercarse al
campamento vio el becerro y las danzas, se encendió la ira de Moisés, y arrojó
de su mano las tablas y las rompió, al pie de la montaña” (32,19).
Por el texto, no se puede
saber con claridad dónde se practicaba el citado culto. Supuestamente estamos
al pie del Monte Sinaí, donde Moisés recibió las tablas de la ley (Ex 19,1-3).
Sin embargo, dada la tardía redacción del texto, probablemente está
refiriéndose al culto practicado en Israel
del Norte, en los santuarios de Samaria, Siquem y Betel.
2. «ESTOS SON TUS DIOSES, ISRAEL, QUE TE HICIERON
SUBIR DE LA TIERRA DE EGIPTO» (1Re 12,28c)
Otro texto de nuestro análisis
es 1° Reyes 12,26-33, tradicionalmente conocido como “el cisma religioso entre Israel y Judá”. Aquí también encontramos
la expresión que se refiere a la salida de Egipto: “Se aconsejó el rey
(Jeroboam) e hizo dos becerros (‘egeley) de oro, y les dijo: Es
demasiado que ustedes suban a Jerusalén; he aquí tus dioses (‘elohim),
Israel, los que te hicieron salir de la tierra de Egipto”. Y puso uno en Betel
y el otro en Dan” (12,28-29). Aquí también tenemos la existencia de un culto a
los ‘elohim en la imagen del “becerro” (‘egel). A diferencia del
texto anterior, la ubicación aquí está bien definida: en Betel, en el límite
entre Judá e Israel del norte, y en Dan, en el límite norte de Israel. Aunque
estos dos santuarios, ubicados en las fronteras norte y sur del territorio,
eran santuarios reales, la base de Jeroboam es Siquem, en la montaña de Efraín,
antigua ciudad en la meseta central de Samaria (12,25).
Al contrario de lo que intenta
dar a entender el texto, los santuarios de Betel y Dan son más antiguos que el templo de Jerusalén, así como el culto
practicado allí. Es decir, según el texto, en un primer análisis, quien cambia
la costumbre es el Norte: Siquem, Betel y Dan. Pero, en la realidad histórica,
lo que ocurre es lo contrario. Podemos probarlo en otros textos bíblicos, como
Gn 12,6-8, donde se relata que los primeros santuarios que Abraham visitó nada
más llegar a Canaán fueron Siquem y Betel. Abraham delimitó ese territorio
construyendo allí dos altares a Yavé. Un paralelo se encuentra en Gen 35,1-15,
texto probablemente mucho más antiguo que Gn 12,6-8. Aquí Jacob construye un
altar a El y le da al santuario el nombre de “Casa de El”, que significa Betel.
Para que fuese un santuario de Yavé debería haberse llamado Betyah (casa
de Yavé). Así que, mucho antes de ser de Yavé, Betel fue un santuario de El[3].
1° Re 12,26-33 también supone
que la Casa de David reinaba sobre todo Israel del Norte: “Y dijo Jeroboam en
su corazón: ‘Todavía puede volverse el reino a la casa de David... Si este
pueblo sube a ofrecer sacrificios en el Templo del Señor en Jerusalén, vuelve
el corazón de este pueblo a su señor Roboam, rey de Judá” (12,26-27). Hoy
sabemos que eso nunca fue realidad, y que Judá, con su capital Jerusalén, sólo
se hizo lo suficientemente fuerte para ello después de la caída de Samaria en
el año 722 a.e.c. En realidad, fue Israel
del Norte quien reinó sobre Judá. De forma que, si no hubo “monarquía
unida” bajo David y Salomón, tampoco hubo cisma, ni necesidad de evitar que la
gente peregrinara a Jerusalén.
Hay otros dos aspectos
importantes a destacar en 1° Re 12,26-33. Uno de ellos es la fiesta nacional celebrada en Betel: “E instituyó Jeroboam una fiesta
en el mes octavo, el día quince del mes, una fiesta como se celebraba en Judá,
y subió al altar. Así hizo en Betel para sacrificar a los becerros que había
hecho y colocado en Betel” (12,32). La fiesta parece ser la fiesta de las
Tiendas o de la cosecha, en la que Jeroboam sube al altar y hace la ofrenda, un
papel que en Jerusalén pertenecía
sólo al sacerdote. Para el texto, la fiesta existía antes en Jerusalén y luego
fue introducida por Jeroboam también en Betel; sin embargo, también en este
caso el proceso fue el contrario.
Otro aspecto interesante es la
acusación de que Jeroboam estaba promoviendo los llamados “lugares altos” (bamot),
que eran pequeños santuarios populares
en el interior de Israel, comúnmente ubicados en las colinas y bajo árboles
sagrados: “E hizo casa de lugares altos, e hizo sacerdotes a personas que no
eran de los hijos de Leví” (12,31). En otras palabras, a pesar de que Bethel
era un santuario nacional (Am 7,10-17), según el texto no había un lugar de
culto centralizado, como sucedía en Jerusalén, sino un culto difundido por el
interior. Además, el ejercicio del sacerdocio (qohen), no era exclusivo
de una dinastía, como la de los descendientes de Leví o de Sadoc, como pasó a
ser costumbre en Jerusalén, sino que era ejercido por personas tomadas de en
medio del pueblo (1Re 13,33). Al igual que en Ex 32, también aquí se habla
extremadamente mal del culto, pues a él se le considera la causa de la
destrucción y la deportación de Samaria (1Re 13,34), y Jeroboam será el
arquetipo de los reyes malos que llevaron a Israel a pecar.
De todos modos, ya que los
santuarios de Betel y Dan, así como el de Siquem, son mucho más antiguos que el
templo de Jerusalén, también el culto practicado allí es más antiguo.
Inicialmente parece que la mayor deidad en estos santuarios era El, probablemente en compañía de
deidades femeninas de la fertilidad, Ahserá y Anat. Más tarde, tal vez durante
el reinado de los reyes omridas, la deidad que se fue destacando, aunque entre
otras, sin el requisito monoteísta, fue Yahvé.
Prueba de ello es la estela de Mesa, erigida por el rey de Moab alrededor de
840 a.e.c., en la que Yahvé aparece ya como el Dios nacional de Israel del
Norte (KAEFER, J.A., 2006, 171). Un Yavé que, como estamos consiguiendo
observar, recibía culto en la imagen de un ternero y al que le era atribuida la
liberación del pueblo de Egipto. El culto de dicho Yavé bastante más tarde será
reprimido por el culto a Yavé de
Jerusalén, que poco a poco no permitirá más colaboración de otros dioses,
diosas principalmente, y se impondrá como el
único Dios.
3. «RECHAZA TU BECERRO (‘EGEL), SAMARIA» (Os 8,4a)
El tercer texto de nuestro
análisis es Os 8,4-7. Desde la caída de la teoría de las fuentes (J, E, D, P),
el libro del profeta Oseas es considerado como uno de los textos más antiguos de la literatura bíblica (De PURY,
A. (org.), 1996, p. 15-85), o al menos partes del mismo. Una de esas partes que
parecen conservar los recuerdos de antiguas prácticas del Israel del norte, en
particular de la capital, Samaria, es Os 8,4-7. Como en Ex 32 y 1Re 12,26-33,
también aquí tenemos una grave acusación
contra el culto al becerro en Israel Norte. Sólo que en este caso la
práctica tiene lugar en la capital Samaria:
“Rechaza el becerro (‘Egel), Samaria. Mi ira se enciende contra ellos. ¿Por
cuánto tiempo no van a ser capaces de inocencia? He aquí que es de Israel, y
fue un artesano quien lo hizo. No es un Dios. He aquí que el novillo (‘egel) de
Samaria será hecho pedazos” (8,4-5).
Entendemos que la denuncia
tiene lugar en los últimos años de Israel Norte, poco antes de la invasión
asiria del año 722 a.e.c., pero el culto en Samaria es ciertamente mucho más
antiguo, por lo menos desde los días de Jeroboam II (788-747). La denuncia, sin embargo, viene del sur,
Judá. El Dios que habla aquí, o en cuya boca se colocan las palabras, es
Yavé de Jerusalén. El destinatario es bastante claro: el becerro de Samaria. El
sustantivo se menciona dos veces y dos veces se repite el pronombre “él”. De
manera que no hay cómo negar la existencia del culto a una deidad en forma de
becerro también en la capital Samaria. Por lo tanto, la queja es contra el Dios
nacional de Israel, que es el Yavé adorado en la forma de un ternero.
También aquí, como en textos
anteriores, la reprimenda contra este culto es muy fuerte: “No es un Dios y
será despedazado”. Parece haber mucha ira en la denuncia, lo que lleva a pensar
en la competencia ya señalada entre el templo de Jerusalén y los santuarios de
Samaria y Bethel. La situación es muy similar a lo que hicieron los reyes
Ezequías y Josías de Judá al destruir los santuarios del norte de una manera
muy violenta (2Re 18,1-8; 22-23).
En línea con Os 6,4-7 está Os
13,2, donde también hay una fuerte reprimenda al culto a la divinidad en forma
de becerro: “Y ahora aumentaron sus pecados y con su plata se hicieron una imagen,
según su entendimiento. Son ídolos, todo es obra de artesanos. De ellos dicen:
hombres que sacrifican los becerros (‘egeley) y los besan”. Aquí la
denuncia también incluye la forma de prestar el culto: “hombres que sacrifican
los becerros y los besan”. Un ritual similar parece haber sido celebrado para
Baal en 2Re 19,18.
Parece que el culto al becerro
en Samaria y Betel continuó incluso después de la caída de Samaria. Eso es lo
que da a entender Os 10,5: “Por las terneras de Bet Aven tiemblan los habitantes
de Samaria. He aquí que lamenta por él su pueblo y sus sacerdotes que se
regocijaban por su gloria. He aquí que fue arrebatada de él”. Los Setenta
traducen el sustantivo plural femenino ‘egelot (terneras, vacas jóvenes)
por “becerro”, en masculino singular, lo cual tiene sentido, ya que en la frase
hebrea cuatro veces se repite el sufijo pronominal masculino singular “de él”,
en referencia al becerro. Así que el sujeto también debería ser masculino
singular, como en el caso de “el becerro”. El lugar “Bet Aven” (casa del
pecado) alude a Betel (casa de Dios). La práctica de este culto, incluso
después de la invasión y la deportación de Samaria también se menciona en 2Re
17,16.
De todos modos, no hay duda de
que también en el libro de Oseas se puede encontrar antiguas memorias del culto
a una deidad en forma de novillo practicado en Samaria y Betel[4].
4. «JOSÉ/EFRAIM ES EL PRIMOGÉNITO DE SU BECERRO» (Dt
33,17a)
El cuarto texto de nuestro
análisis es Dt 33,13-17. El capítulo Dt 33, comúnmente conocido como “la bendición de Moisés a las tribus de
Israel”, es un texto paradigmático para la identidad de Israel. Estamos
interesados por la unidad que se ocupa del dicho de José (v. 13-17), y más
concretamente el v. 17, que dice: “(José es el) Primogénito de su toro, gloria
a él. Sus cuernos son cuernos de toro salvaje. Con ellos embiste violentamente
a los pueblos a los confines de la tierra. Y ellos son las miríadas de Efraín,
y ellos son los millares de Manasés”.
José, el hijo más joven de
Jacob, es presentado como el primogénito del toro, que aquí ya no es el
becerro, un novillo (‘egel), sino el
toro adulto (sor). ¿Quién sería este toro (sor) de quien José es el
primogénito? Todo parece indicar que es el
mismo Yahvé. Él es quien propicia a José la más abundante de las
bendiciones: lo más precioso del cielo y del océano que yace abajo, los mejores
frutos del sol, de la luna, las primicias de las montañas, etc. (Dt 33,13-15).
Una bendición no sólo de abundancia,
sino de poder, fuerza y dominio sobre los hermanos y sobre los pueblos de
la tierra (v. 17). El título de “primogénito de su toro”, prácticamente eleva a
José a la categoría divina: “¡Gloria
a él!”, el “consagrado” (nazir) de entre los hermanos.
Pero, ¿quién es José, presentado aquí como el
“primogénito de su toro”? Como veremos más adelante, José tiene una identidad
confusa, parece haber sido una tribu,
tradición literaria que fue asociada con Efraín.
Otra pregunta intrigante en el
dicho sobre de José es que él es probablemente oriundo de Israel Norte, igual que lo es buena parte de todo el capítulo Dt
33. Sin embargo, es muy extraño que, siendo originario del norte, este texto
paradigmático de la identidad de Israel no incluya a Efraín. Es decir, por ser
la más poderosa tribu de Israel, tanto que Israel y Efraín son sinónimos en la
Biblia, y la capital Samaria está situada en la montaña del mismo nombre, Efraín
debería estar entre las tribus que reciben la bendición de Moisés. Por otro
lado Efraín, con Manasés, está presentado como en lugar de José (v. 17). Es
bien probable, como veremos más adelante, que José tomó el lugar de Efraín. Es decir, en la redacción final de la
unidad, que tuvo lugar en Jerusalén, Efraín ha sido eliminado intencionalmente
por cuestiones ideológicas y en su lugar se ha añadido a José, que se
identifica más con Judá, como vemos en Gn 49 (KAEFER, J.A., 2006, p. 283s). Por
tanto, el “primogénito de su toro” debe
referirse a Efraín (Jr 31,9), y no a José.
Aparte de los detalles
literarios, nos interesa mostrar que en este importante texto reconocido como
paradigma de la identidad de Israel, encontramos una mención clara y enfática
de Yahvé como el toro (sor) y que José/Efraín, la tribu principal del norte, es
llamada el “primogénito de su toro”.
4.1 Gn 49,22-26
Un caso similar a Dt 33,13-17
se encuentra en Gn 49,22-26. Así como Dt 33, Gn 49 es un texto paradigmático de
la identidad de Israel. Sólo que, si allí era la bendición de Moisés a las
tribus, aquí es la bendición de Jacob sobre los hijos, que al final (49,28) ya
serán tribus. Creemos que este texto contiene un estrato antiguo
(49,13-(18)24a) que, antes de ser incorporado por la teología judaíta de
Jerusalén, que exalta la figura de Judá (49,8-12), era un texto independiente y
paradigmático para afirmar la identidad de Israel Norte, con alabanzas a Efraín[5].
La unidad de nuestro interés
son los versículos 22-26, específicamente el v. 22, cuya traducción es muy
compleja, ya que sufrió una gran interferencia literaria, lo que nos exigirá un
análisis más minucioso. La traducción literal es como sigue:
“Hijo de porat es José, hijo de porat junto
a la fuente. Hijas caminó sobre/junto muro/toro”.
A diferencia de otras palabras
de Gn 49, éste no comienza con la mención del nombre del hijo/tribu, sino con
la expresión “hijo de porat”, que es una expresión extraña, única en la
Biblia hebrea. Además, el sustantivo “hijas” no combina con el verbo andar (parah).
Por eso, se han hecho varias traducciones diferentes, que globalmente se pueden
agrupar en dos: las que traduzcan porat, por planta (árbol, vid, etc.) y
las que traducen porat por animal. Prácticamente la totalidad de
nuestras Biblias asocian porat a una planta. Yo mismo en otra ocasión traduje ben
porat por “viña joven” (KAEFER, J.A., 2006, p. 24.193). Gran parte de los que
traducen porat como animal lo identifican con el toro (Gunkel, H., 1964:
485; HOOP, R., 1999, p 180)[6], que parece ser la opción correcta.
Nos complace la traducción de
R. de Hoop (1999, p. 180): “Un becerro es José, un joven toro junto a la
fuente. En el prado el se dirige a zancadas hacia el toro”. Similar es la de V.
SALO (1968, p. 94-95), que traduce: “hijo de vaquilla es José, hijo de becerra
en la fuente, cría de aquella que va con el toro”[7].
El error parece estar en la versión masorética que leyó sur,
“muro”, en el tercer hemistiquio, en lugar de sor, “toro”. En hebreo, que no
tiene vocales, ambas lecturas son posibles.
Sin embargo, el enigma de este
versículo intrigante aún no está resuelto. La expresión ben porat
también ha sido vista como un juego de palabras en referencia a Efraín/Efrat
(SEEBASS, H., 1984, p. 334). Es decir, porat y Efraín/Efrat tienen la
misma raíz. Así que muchos estudiosos no vacilan en afirmar que, en principio,
el “dicho de José” (Gn 49,22-26) pertenecía a Efraín y no a José (ZOBEL, H.J.,
1965, p. 5.115 ; WESTERMANN, C., 1982 , p. 270; SANMARTIN, J., 1983, 92-93).
Eso explicaría la ausencia de
Efraín, la tribu más importante del norte, de ése que es el paradigma de los
textos para la identidad de Israel. Esta posibilidad tiene a su favor la
asociación constante entre José, Efraín y Manasés en la Biblia hebrea,
especialmente en el Pentateuco[8]. En contrapartida, rara vez encontramos
una mención de José como tribu, en vez de como casa, “la casa de José”, en
línea con “la casa de Judá”. En resumen, creemos que José, en cuanto tribu, es
una producción literaria de escribas de Jerusalén que incorporó la tradición de
Efraín y Manasés, con el fin de poner a un lado a esas dos entidades y
enaltecer a Judá. Por lo tanto, con lo anterior, la traducción de Gn 49,22 que
más convincente parece es: “Hijo del toro es Efraín, hijo del toro junto a la
fuente. Hijo de aquella que camina a la par que el toro”.
Esto pone a Gn 49,22 en
sintonía con Dt 33,17, cuyas unidades (Gn 49,22-26 y Dt 33,13-17) están bien
próximas, para decir que Efraín, la gran tribu de Israel Norte, se jactaba de
ser el toro primogénito del toro/Yavé (Jr 31,9), posición que será disputada
más tarde por Judá (Gn 49,8-10; Cr 5,1-2).
En resumen, los textos de Ex
32, 1Re 12,26-33, Os 8,4-7, Dt 33,13-17 y 49,22-26 revelan que en Israel, sobre
todo en los santuarios de Betel, Dan y Samaria, pero posiblemente también en
otros santuarios, como Siquem, se practicaba un culto a una deidad representada
en la imagen de un toro, a quien en un momento determinado se atribuyó la
liberación de Egipto. Los textos apuntan al hecho de que esta divinidad, en un
primer momento fue El y más tarde será Yavé, que se convertirá en el dios
oficial de Israel, como lo comprueba la estela de Mesa, donde, alrededor del
año 840 a.e.c., Yavé ya aparece como Dios de Israel Norte (KAEFER, J.A., 2006,
p. 171-174). Por tanto, antes de ser una fuente de inspiración de la
resistencia en la lucha contra los imperios extranjeros en Judá, el Éxodo fue
una tradición israelí norte, similar a la tradición del patriarca Jacob,
procedente también del norte, de la región de Galaad, y que sólo más tarde fue
incorporada por la tradición de Judá, en el sur, y asociada a la tradición del
patriarca Abraham.
Si la tradición del Éxodo
tiene su origen en el norte de Israel, ¿cómo surgió?, ¿en qué contexto? Vamos a
ver.
5. LA CAMPAÑA DEL FARAÓN SHESHONG I
Una cosa parece clara: la
tradición del Éxodo nace como una forma de resistencia al dominio del imperio
egipcio. Y la última presencia administrativa egipcia en Canaán fue durante la
conocida campaña del faraón Sheshong I (1Re 14,25), alrededor de 926 a.e.c., un
hecho registrado en las paredes del famoso templo de Karnak, en Egipto. Muchas
ciudades de la sierra central de Israel, como Gabaón y Betel, fueron destruidas
y abandonadas a principios del Hierro II (Finkelstein, I., 2013, p. 51). Esa
destrucción coincide con la campaña del faraón Sheshong I (945- 925). La
pregunta es: ¿quién reinaba sobre esas ciudades de la sierra central antes de
ser destruidas por Sheshong? Como no fueron David y Salomón (Finkelstein, I;.
Silberman, N.A., 2006), una posible hipótesis es que haya sido el reino de
Saúl, que estaba por afianzar su poder en este período. Sólo que, si fue así,
entonces hay que adelantar casi un siglo la datación del reinado de Saúl
(KAEFER, J.A., 2014, p. 161-165), que tradicionalmente es situado alrededor de
los años 1030-1010. Eso es posible, una vez que la teoría de la monarquía unida
bajo David y Salomón, ya no se sostiene. Es decir, Saúl ocuparía el vacío de
poder que antes fue asignado a esos dos monarcas. Tal hipótesis puede apoyarse
en recientes descubrimientos llevados a cabo en el sitio arqueológico de
Khirbet Qeiyafa (GARFINKEL, Y., GANOR, S., 2009).
Se puede leer desde esta
perspectiva la batalla decisiva en el monte Gilboé entre Israel de Saúl y los
filisteos, narrada en 1Sam 28-31. Esta batalla, en la que Saúl y sus hijos
perdieron la vida, es considerada en la literatura bíblica como la que marca el
final del reinado de Saúl. En otras palabras, es probable que los filisteos
estuviesen al servicio de los egipcios de Sheshong I, con quien parece que
tenían relaciones comerciales, concretamente comercio de plata. Y debido al
constante conflicto con los filisteos en tiempos futuros, éstos quedaron en la
memoria del pueblo y de los redactores israelitas. La guerra, sin embargo,
habría sido de hecho contra los egipcios de Sheshong I. Es con este sentido de
lucha contra los egipcios que el verbo ‘lh “subir o hacer subir” (hifil)
se empleó en la fuente, como en la frase citada más arriba: “Estos son tus
dioses, Israel, que te hicieron subir (luchar contra) la tierra de Egipto” (Ex
32,4b; 1Re 12,28c). Así es como E. Zenger se expresa sobre el significado del
verbo ‘lh:
“La fórmula primitiva (‘lh) probablemente
no se limitó a la idea de una simple marcha bajo el comando de Yavé. Más bien
apuntaba a una acción de Yavé ligada al combate y a la guerra, tanto en
relación al punto de partida (Egipto) cuanto en relación al punto de llegada
(Canaán). Fue sólo en una etapa posterior cuando el significado, de un origen
tan concreto, de la fórmula (‘lh) sería extendido a los múltiples eventos que
marcan el camino de Egipto a Israel” (ZENGER, E., 1996, p. 241-241).
Después de la victoria sobre
el naciente reino de Israel de Saúl, la administración de Sheshong I se
estableció en Bet-seán, ubicada en el corazón del Valle de Jezreel, considerada
el granero de la región. La presencia egipcia, sin embargo, no duró mucho. Las
razones son desconocidas, pero se sabe que el dominio egipcio fue sustituido
por el nuevo reino de Israel (FINKESLTEIN, I., 2013, p. 146), que para ese
momento comienza a adquirir status de Estado y que se fortaleció enormemente
con la ascensión de la dinastía omrida (884-842).
Por lo tanto, es en este
contexto de la lucha contra la ocupación egipcia de Sheshong I donde la
tradición del Éxodo debe haber tenido su nacimiento, siendo conservada en la
memoria popular inicialmente en los santuarios de Betel y Siquem, en la capital
Tirsa y luego también en Samaria.
Con todo, ¿qué pasa con la
ruta o peregrinación atribuida al recorrido del Éxodo? Es decir, si el Éxodo es
una tradición originaria de Israel del Norte, ¿por qué la ruta del Éxodo siguió
por el desierto al sur de Judá, a través de Transjordania, Edom y Moab,
entrando en la tierra prometida por región de Jericó, junto a Jerusalén? La
respuesta más probable es que la ruta que siguió el éxodo se habría añadido más
tarde. Es decir, el Éxodo, en cuanto lucha contra Egipto, y la peregrinación a
través del desierto, son dos tradiciones independientes. Para la fundamentación
de esta afirmación vamos a apoyarnos en el análisis de los descubrimientos en
el yacimiento arqueológico Kuntillet ‘Ajrud.
6. JUNTILLET ‘AJRUD
Kuntillet ‘Ajrud ha sido uno
de los más sorprendentes hallazgos arqueológicos en la región del Sinaí, al sur
del desierto de Judea, a finales del pasado siglo XX. Las innumerables
inscripciones y dibujos allí encontrados, sin precedentes en las excavaciones
de la época la edad del hierro en Canaán, son esenciales para una comprensión
más actualizada de la historia de Israel y Judá en el siglo VIII a.e.c.
Kuntillet ‘Ajrud está en el
desierto del Sinaí, a 50 km al sur de Cades-Barnea, y 10 km al oeste de la rústica
carretera que une Gaza a Elat. La pequeña colina está al lado de Wadi Quraya,
que formaba una vía natural de este a oeste, y donde probablemente había una
fuente permanente de agua, caso raro en esta árida región del Sinaí. El factor
agua hizo de Ajrud parada obligatoria para las caravanas de mercaderes que iban
y venían, conectando Egipto a la lejana Arabia.
El sitio fue excavado por un equipo dirigido por el
arqueólogo Zeev Meshel, del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel
Aviv, en 1975 a 1976, y ha sido fechado con bastante precisión como de la
primera mitad del siglo VIII a.e.c. (Meshel, Z., 1993 ). Así que, casi con
total probabilidad, durante el largo reinado de Jeroboam II (788-747).
Las excavaciones encontraron
dos áreas de construcción, una más grande, rectangular, y otra secundaria. El
edificio más grande contenía una puerta de entrada, un gran patio interior, una
habitación en cada una de las cuatro esquinas, y una sala rectangular estrecha,
a la izquierda de la entrada, en paralelo al patio interior. En esta sala
rectangular había varios pithoi, grandes vasijas de cerámica, utilizadas
para almacenar el grano y el aceite, una señal de que la habitación era un gran
almacén. La puerta de entrada llevaba a una primera habitación, conocida como
el salón de entrada, que a su vez llevaba a una segunda sala, conocida como
sala de los bancos, y ésta conducía al gran patio interior.
Según Meshel, la habitación de
los bancos parece haber sido el cuarto más importante en el edificio. En ella
había una pared de yeso blanco, decorada, y a lo largo de la pared bancos de
piedra, que ocupaban casi toda la habitación. En la sala de los bancos se
encontraron dos pithoi decoradas, con inscripciones y dibujos, así como
varios cuencos de piedra, cuatro de ellos con los nombres de sus donantes. En
el umbral de la puerta de los bancos fue encontrada parte de una inscripción,
que se asemeja a lo escrito en el umbral de la casa mencionada en Dt 6,9. Así,
la habitación de los bancos parece haber sido un lugar religioso donde se
guardaban los vasos y objetos ofrecidos por los fieles que por allí pasaban
pidiendo bendiciones. Muchas ollas y vasijas de cerámica, como las grandes pithoi,
tenían letras grabadas, lo que apunta a la hipótesis de que Kuntillet ‘Ajrud
era un centro de recaudación de impuestos. Las inscripciones pidiendo
bendiciones y jarras de almacenamiento de granos muestran que en Kuntillet
‘Ajrud la vida giraba en torno a tres elementos básicos: el agua, los tributos
y las bendiciones.
6.1 INSCRIPCIONES Y DIBUJOS
Entre las inscripciones y
dibujos que se encuentran en Kuntillet ‘Ajrud, dos grandes vasijas de cerámica
(pithoi) llaman especialmente la atención. Un pote fue encontrado en la
habitación de los bancos y otro en el cuarto lateral a la derecha, conocida
como sala de las inscripciones. En ambos había una fórmula utilizada para
introducir una carta-oración de bendición: ... el R(ey) dice: diga x, y, z, que
sean bendecidos por YHWH de Samaria y su ASHERAH” (Meshel 1993, p. 208.).
Entre los dibujos grabados en
las jarras, algunos son más notables; es el caso de la escena que representa a
dos deidades, al parecer una masculina y otra femenina[9]. Las divinidades tienen forma humana,
pero con rasgos animales, posiblemente de león o de toro. La parte superior del
cuerpo está vestida con una ropa de cuero, y la parte inferior está desnuda,
aparentemente. Lo que parecen ser los genitales, pueden ser la cola (¿de
león?). Aparte hay otras escenas, un/a intérprete tocando la lira; un árbol de
la vida, flanqueado por dos cabras de montaña que comen sus hojas; un león; un
grupo de personas (cinco figuras) con sus manos levantadas en actitud de
oración; un arquero apuntando; un grupo de animales; y finalmente una vaca
amamantado y lamiendo su cría.
Las dos deidades tienen la
cabeza, cara, orejas, pelo/crines como la melena de un león; por eso fueron
identificados en principio con el dios egipcio Bes. Si es así, las palabras
“Yahvé de Samaria y su Asherah” no estarían relacionados con las dos figuras,
serían una aplicación independiente (DIA, J., 2002, p. 51). Sin embargo, la
diferencia con las imágenes dedicadas al dios egipcio sabemos también que es
muy grande, por lo que las dudas persisten. Por otra parte, en las dos
divinidades retratadas también aparecen rasgos bovinos. Además, otro detalle
digno de mención: la deidad masculina tiene su pie derecho delante, junto al
pie de la vaca que está amamantando a su cría, lo que hace suponer que se trata
de un toro.
Independientemente de la
identificación exacta de las imágenes, la inscripción no deja ninguna duda
sobre dos cosas: Una: tenemos aquí la evidencia más consistente de un culto a
una deidad llamada “Yahvé de Samaria”, capital del Norte de Israel, como hemos
visto en los textos bíblicos citados. Y que posiblemente también aquí que ese
Yavé está representado en la imagen de un toro. Otra, que el rey del norte de
Israel, probablemente Jeroboam II, era quien reinaba en Kuntillet ‘Ajrud y que,
por lo tanto, tenía el control de la ruta comercial Egipto-Arabia y su rico
tributo. Esto, por supuesto, permite atribuir un gran poder a Israel Norte en
esta primera mitad del siglo VIII, nada extraño para el narrador de 2Re
14,25.28.
Entre los fragmentos de la
habitación de los bancos se encontraron restos de tres inscripciones en
caracteres fenicios. Las inscripciones fueron hechas en tinta roja sobre el
yeso que cubría la pared. El hecho de que el yeso se haya desprendido de la
pared y se haya caído hace prácticamente imposible la reconstitución de las
inscripciones. También encontraron otras dos inscripciones en hebreo antiguo
escritas en tinta negra entre los escombros de la habitación. Sin embargo, sólo
fue posible reconstituir de nuevo una parte de la inscripción que estaba en el
umbral de la sala de los bancos. Aunque fragmentarias y desvaídas, dos líneas
sí pudieron ser reconstruidas, conformando el siguiente texto: “...sus días
sean prolongados y te den satisfacción... dé YHWH de Temán y su Asherah... Yavé
de Temán y su Asherah favorezca...” (Meshel, 1993, 207).
Como vemos, el texto parece
ser una oración de la bendición a ser dada a los viajeros que depositan allí su
tributo. A diferencia del texto anterior, las deidades que bendicen aquí son
Yavé de Temán y su Asherah.
En Kuntillet ‘Ajrud
encontramos por tanto dos referencias diferentes a Yahvé: Yahvé de Samaria y
Yavé de Temán. Un tema complejo, pero sin embargo, no tan extraño como
parecería, pues esta referencia también se encuentra en algunos pasajes
bíblicos, como en Dt 33,2, Jue 5,4-5 y Hab 3,3.7. Estos textos parecen indicar
que Yavé tiene su origen en la región desértica del sur de Edom o el norte de
Arabia. Los textos mencionados se refieren a Yahvé como un dios de la montaña,
y en movimiento, como el sol, de este a oeste. Así que es probable que Yavé no
sea originario de Canaán (DAY J., 2002, p. 15). Un factor determinante en esta
posibilidad es el hecho de que Yavé no aparece en la lista del panteón
ugarítico, cuyo imaginario religioso influenció mucho en el contexto cananeo
(Sal 82). Últimamente la tendencia de los investigadores es colocarlo como
proveniente de fuera, de la región de Madián, en Arabia. Del mismo modo, la
ubicación del Monte Sinaí no estaría en la península del Sinaí, al sur del
desierto de Judea, sino en el sur de la Transjordania o el noroeste de Arabia
(CROS, FM, 1988, p. 46-65). Los registros de Kuntillet ‘Ajrud parecen apoyar
esta hipótesis.
Todo esto, sin embargo,
conduce a otro problema. Si los textos bíblicos todavía conservan la memoria de
Yavé como originario del exterior, algo que es confirmado por inscripciones
extra-bíblicas, entonces el culto a Yahvé en Canaán es relativamente reciente.
Aunque, como hemos visto más arriba, en el tiempo de omridas Yahvé ya sea el
Dios nacional de Israel del Norte, es posible, y nos parece que es así, que el
Dios a quien inicialmente le fue atribuida la liberación de Egipto no era Yavé,
sino El. Vamos a ver.
6.2 EL ES YAVÉ
Lo que es evidente en la
literatura bíblica más antigua de la Biblia hebrea, así como en las
excavaciones arqueológicas, es la fuerte presencia del culto a El en Canaán.
Basta observar la presencia de la raíz el en el nombre de personas y lugares en
la Biblia. Incluso en el nombre propio “Israel”. En el panteón ugarítico, El
era el Dios supremo y su símbolo fue el toro (DIA, J, 2002, p. 34-39). La
fertilidad, sin embargo, parece que no era atributo de El, al menos no era el
principal; la fertilidad era mucho más un atributo de Baal. Así que el toro asociado
a Yahvé, como hemos visto en nuestros textos, es una herencia de El, la deidad
suprema del panteón ugarítico. De ahí, el gran número de imágenes o símbolos
asociados con el toro, como el vaso de cerámica en forma de toro que se
encuentra en Silo, la estatuilla de plata del becerro encontrado en Ashkelon,
la famosa imagen del toro encontrada en Siquem, cerca del monte Ebal, cuyo
sitio arqueológico ha pasado a ser conocido como “el sitio del toro” (DIA, J.,
2002, p. 34, n.58), se referían a El.
Sin embargo se da prácticamente un consenso entre los
investigadores de que Yahvé se apropió de los atributos de El. El toro que
antes fue representación de El, ahora será Yahvé. Obviamente aquí nos estamos
refiriendo a Yahvé de Samaria, como hemos visto más arriba, forma que será muy
criticada por los redactores deuteronomistas de Jerusalén. Esa apropiación
también se dio en referencia a Baal, con la diferencia de que con Baal la
apropiación se produjo en medio de una fuerte disputa; basta ver, entre muchos
ejemplos, Os 1-3, mientras que con El que parece haber sido más pacífica. Es
decir, una de los grandes apropiaciones de Yavé fue la consorte de El, Asherah
(DEVER, W.G., 2005); la otra fue el toro. Evidentemente que el conflicto no es
entre las divinidades, sino la forma como poco a poco los atributos de un Dios
pasan a ser atribuidos por los fieles a otro Dios. Este es un proceso constante
en la historia del fenómeno religioso.
Por lo tanto, es probable que
antes de ser asociado con Yahvé, el Éxodo era atribuido a El. Esto, a nuestra
forma de ver, es confirmado por Nm 23,22 y 24,8, donde la liberación de Egipto
se atribuye a El, que se asocia con el toro. Así dicen esos versículos: “El, el
que los saca de Egipto, sus cuernos son como los de toro salvaje (r’m)”
(Nm 23,22); “El, el que lo saca de Egipto, sus cuernos son como los de toro
salvaje” (Nm 24,8). Los dos versículos son difíciles de traducir, y no está
claro si el complemento “sus cuernos” se refiere a El o a Israel... En
cualquier caso, “El”, “Israel”, “cuernos” y “toro salvaje” pertenecen al mismo
campo semántico.
6.3 KUNTILLET ‘AJRUD Y LA MEMORIA DE LA PEREGRINACIÓN
POR EL DESIERTO[10]
Como hemos afirmado
anteriormente, la peregrinación por el desierto es una tradición independiente
de la tradición Éxodo y fue añadida más tarde. Los lugares mencionados en ruta
del Éxodo debían ser desconocidos de Israel Norte en el siglo X, cuando nace la
tradición del Éxodo; muchos de ellos incluso eran inexistentes (Finkelstein,
I., 1999). O, por lo menos, si había algún conocimiento, era muy fragmentario.
Sin embargo, en el siglo octavo, Oseas y Amós ya estaban al tanto de la
tradición de la peregrinación por desierto[11]. Si eso es así, ¿cómo fue que la ruta
por el sur de la península del Sinaí, hasta el Golfo de Áqaba y subiendo por la
Transjordania, pasando por Edom hasta Moab llegó a ser conocida en Israel del Norte
en el siglo VIII hasta el punto de ser mencionada por los profetas? Es posible
que Kintillet ‘Ajrud pueda ser la clave para entender esta compleja cuestión.
Por lo que hemos visto más
arriba respecto a los hallazgos en Kuntillet ‘Ajrud, está comprobado que
Jeroboam II (788-747), rey de Israel del Norte, reinaba sobre la península del
Sinaí hasta el Golfo de Áqaba en la primera mitad del siglo VIII[12].
Y que Israel controlaba la ruta comercial que conectaba Arabia con Egipto a
través del desierto del Sinaí. Según Nadav Naamán, un dibujo que se encuentra
en la pared de la entrada principal del edificio Kuntillet ‘Ajrud parece hacer
mención de la ruta Éxodo[13], lo que mostraría que la tradición del
éxodo no sólo era conocida en Israel del Norte, sino que era utilizada como
propaganda por la realeza de Samaria y ya estaba extendida en el sur de Judá.
Es posible que la ruta del Éxodo narrada en Nm 33 haya surgido en ese momento y
en ese contexto, pues Nm 33 presenta lugares que sólo aparecen aquí y que no se
mencionan en otros textos que tratan del Éxodo[14]. En Ajrud Kuntillet las autoridades y
los escribas de Israel del Norte sin duda tenían un contacto constante con los
comerciantes nómadas y con ellos deben haber aprendido acerca de los lugares
del desierto lejano, desde el Golfo de Áqaba hasta la costa del Mediterráneo, y
éstos podrían haber sido los nombres que aparecen en la lista Nm 33. Por lo
tanto, la lista de nombres Nm 33 sería la fuente más antigua de la
peregrinación por el desierto, e independiente de las demás. Su origen estaría
vinculado a informaciones de comerciantes y peregrinos que pasaban por
Kuntillet ‘Ajrud.
Tratando de entender mejor: la
tradición de la peregrinación por el desierto se habría originado en Kuntillet
‘Ajrud durante la primera mitad del siglo VIII, cuando Israel del Norte
dominaba la península del Sinaí. De allí habría pasado a Samaria, donde habría
sido integrada a la tradición del Éxodo, e incorporada a la propaganda
anti-Egipto. Es en ese sentido en el que es mencionada por los profetas Oseas y
Amós. Después de la caída de Samaria en el 722, la tradición del Éxodo, ya con
la peregrinación por el desierto integrada, emigró a Judá, junto con otras
tradiciones provenientes de Israel Norte, y allí sería incluida en el relato de
la ley de Moisés. Con la caída de Asiria en la segunda mitad del siglo VII, se
produjo un vacío de poder en la región de la Península del Sinaí, que pasa a
ser disputada por Judá y Egipto, éste bajo el reinado de la vigésima sexta
dinastía (663-525)[15]. Es posible que el conflicto se diese
también con el reino de Edom, que también tenía intereses en la región.
Para Judá, en tiempos del rey
Josías (640-609), la tradición del Éxodo cae como hecho a la medida en la lucha
contra Egipto, principalmente por el factor ideológico de la victoria Yavé
sobre el faraón. En ese tiempo, con un amplio conocimiento por parte de los
escribas jerosolimitanos de la región sur de Judá y de sus rutas, la
peregrinación por el desierto es ampliada y detallada. Es probable que la
peregrinación por el desierto del Negev, pasando por la fortaleza de Cadesh
Barnea, haya sido añadida en ese período, pues las excavaciones en esta región,
en particular en Cades Barnea, muestran una fuerte presencia de los reyes de
Judá en estos lugares durante la monarquía tardía. Es posible que la
importancia de Edom y de Moab, en el itinerario del Éxodo también refleje este
período.
Según Israel Finkelstein[16],
el conocimiento geopolítico de los lugares de la ruta del Éxodo de los judíos
desapareció al final de la edad de hierro. Todas las fortalezas del desierto
fueron abandonadas, y Edom comenzó a declinar después del siglo V. Los
sacerdotes que escribieron en el post-exilio no tenían ya conocimiento de esos
lugares del sur del desierto. Por lo tanto, los lugares mencionados en la ruta
del Éxodo sólo pueden ser oriundos de los tiempos pre-exílicos. Sin embargo, el
relato del Éxodo continuó desarrollándose, sobre todo en el rescate de la
identidad del pueblo judaíta después del exilio babilónico, haciendo una
relectura de la antigua tradición como un nuevo éxodo.
CONCLUSIÓN
El estudio de los textos
bíblicos del Ex 32, 1Re 12,26-33, Os 8,4-7, Dt 33,13-17 y Gn 49,22-26 revela
que en Israel Norte había una tradición que atribuía la liberación de Egipto a
una divinidad a la que se rendía culto en forma de toro. Posiblemente esta
tradición surgió en la lucha contra la ocupación egipcia durante la campaña del
faraón Sheshong I, registrada en el templo de Karnak, en Egipto, cuando el
naciente reino del norte de Israel fue derrotado por las fuerzas egipcias (1Sam
31). También hemos visto que los textos analizados dan a entender que esa
divinidad cultuada en forma de toro era Yahvé. Este atributo, sin embargo,
pertenecía anteriormente a El, la divinidad suprema del panteón ugarítico, con
fuerte presencia también en Canaán. Por tanto, al inicio el Dios del Éxodo en
Israel Norte era El, cultuado en la imagen de un toro en los santuarios de
Betel y Siquem, entre otros, y sólo más tarde pasó a ser Yavé, que absorbió los
atributos de El.
En un segundo momento
abordamos la tradición de la peregrinación por el desierto, tradición independiente
que sólo más tarde fue asociada a la tradición de la liberación de Egipto. En
este punto particular nos basamos en los descubrimientos arqueológicos de
Kuntillet ‘Ajrud, que muestran que en la primera mitad del siglo VIII, Israel
Norte, con Jeroboam II, reinaba sobre la región del sur de Judá hasta el puerto
de Áqaba y que, por tanto, controlaba la ruta comercial que pasaba a través del
Sinaí y unía el norte de Arabia con la costa del Mediterráneo y Egipto. Hemos
visto que en Kuntillet ‘Ajrud había culto a Yahvé de Samaria y su Asherah, así
como a Yavé de Temán (noreste de Arabia) y su Asherah. Es posible que la
tradición de la peregrinación por el desierto haya surgido en este lugar y en
este período, cuando los escribas del Israel Norte que actuaban en Kuntillet
‘Ajrud conocieron los lugares de la ruta del Éxodo a través de los mercaderes y
peregrinos que pasaban por Kuntillet’ Ajrud. Así es como la tradición del Éxodo
–tanto la liberación misma cuanto la peregrinación por el desierto–, llegó hasta
los profetas Oseas y Amós. Es posible que esta ruta sea la que menciona Nm 33,
cuyos lugares son en su mayor parte desconocidos y distintos de los lugares
citados por otros textos bíblicos.
Después de migrar de Kuntillet
‘Ajrud a Samaria, las dos tradiciones se fundieron y, junto con otras
tradiciones, migraron hacia el sur, Jerusalén, después de la caída de Samaria
en el año 722 a.e.c. En Judá, ahora ya como tradición del Éxodo, recibió
añadiduras y fue ampliamente utilizada en la lucha del rey Josías contra el
Egipto de la vigésimo sexta dinastía. En el exilio y post-exilio, el Éxodo fue
releído ahora como un Nuevo Éxodo, y sirvió de referencia para la
reconstrucción de la identidad judaíta.
José Ademar KAEFER, Doctor en teología bíblica por la Westfälische
Wilhelms-Universität de Münster, Alemania.
Profesor titular de
Antiguo Testamento del Programa de Maestría y Doctorado en Ciencias de la
Religión de la Universidad Metodista de São Paulo (UMESP). Brasil.
E-mail: jademarkaefer@yahoo.com.br
Referencias
ACOSTA BENÍTEZ, Milton. "La
Estela de Merneptah y la tasa de desempleo: ideología y teología en la
historiografía de los orígenes de Israel". «Theológica Xaveriana»,
Bogotá, v. 63, n. 176, p. 307-330, 2013.
CROATTO, Severino. "A deusa Aserá no antigo Israel: a contribuição
epigráfica da arqueologia". Revista de Interpretação Bíblica
Latino-Americana, RIBLA, n. 38. Petrópolis: Vozes, 2002. p. 32-44.
CROSS, F. M. "Reuben: first-born of Jacob". ZAW supplement,
Erlangen, v. 100, issue s1, p. 46-65, 1988.
DAY, John. Yahweh and the Gods and Goddesses of Canaan. New York:
Sheffield Academic Press, 2002. (JSOT Supplement Series, 265).
DE PURY, A. (org.). O Pentateuco em questão: as origens e a
composição dos cinco primeiros livros da Bíblia à luz das pesquisas recentes.
Petrópolis:
Vozes, 1996. Original: Israël construit son histoire. L’historicgraphic
deuteronomiste a la lumiere des recherches rècentes. Geneve, Labor et
Fides 1996.
DEVER, William G. Did God Have a Wife? Archaeology and folk religion
in ancient Israel. Michigan: Eerdmans, 2005.
FINKELSTEIN, I.; MAZAR, Amihai. The quest for the historical Israel:
debating archaeology and the history of early Israel. Edição Brian B.
Schmidt. Atlanta: SBL, 2007.
FINKELSTEIN, I.; SILBERMAN, N. A. David and Solomon: In search of the
Bible’s sacred kings and the roots of the western tradition. New York: The
Free Press, 2006.
FINKELSTEIN, I.; SILBERMAN, N. A. The Bible Unearthed: archaeology’s
new vision of ancient Israel and the origin of its sacred texts. New York:
The Free Press, 2001.
FINKELSTEIN, I. "State formation in Israel and Judah: a contrast in
context, a contrast in trajectory". Near Eastern Archaeology,
Boston, v. 62, n. 1, p. 35-62, 1999.
FINKELSTEIN, I. The Forgotten Kingdom: the archaeology and history of
northern Israel. Atlanta: SBL, 2013.
FINKELSTEIN, I. "Two Notes on Northern Samaria: the “‘Einun Pottery
and the date of the ‘Bull Site’”. Palestine Exploration Quarterly,
London, v. 130, p. 94-98, 1998.
FLEMING, D. E. The legacy of Israel in Judah Bible: history, politics
and the reinscribing of tradition. Cambridge: Cambridge University Press,
2012.
GARFINKEL, Y.; GANOR, S., Khirbet Qeiyafa: Excavation Report
2007-2008. Jerusalem: Israel Antiquities Authority, 2009.
GERSTENBEGER, Erhard S. Teologias no Antigo Testamento: pluralidade e
sincretismo da fé em Deus no Antigo Testamento. São Leopoldo: Sinodal,
2008.
GUNKEL, H. Genesis. Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 1964.
HOOP, R. De. Genesis 49 in its literary and historical context. Leiden: Brill,
1999.
ISHIDA, T. "The house of Ahab". Israel Exploration Journal, Jerusalem, v. 25,
p. 135-137, 1975.
KAEFER, José Ademar. "A estela de Dã". Caminhando, São
Bernardo do Campo, v. 17, n. 2, p. 33-46, jul./dez. 2012.
KAEFER, José Ademar. Arqueologia das terras da Bíblia. São Paulo:
Paulus, 2012.
KAEFER, José Ademar. "Hermenêutica bíblica: refazendo
caminhos". Estudos da Religião, São Bernardo do Campo, v. 28, n. 1,
p. 115-134, jan./ jun. 2014.
KAEFER, José Ademar. "Tribalismo na história de Israel: perspectiva
ainda válida?" Revista Espaços, São Paulo, v.18, n.2, p. 169-177,
2010.
KAEFER, José Ademar. Un
Pueblo libre y sin reyes: la función de Gn 49 y Dt 33 en la composición del
Pentateuco. Estella: Editorial Verbo Divino, 2006.
KEEL, Othmar; UEHLINGER,
Christoph. Göttinnen, Götter und Gottessymbole: Neue Erkenntnisse zur
Religionsgeschichte Kanaans und Israels aufgrund bislang unerschlossener
ikonographischer Quellen. Friburgo: Herder, 1992.
KORPEL, M. C. A. A rift in the clouds: Ugaritic and Hebrew
descriptions of the divine. Münster: Ugarit – Verlag, 1990.
MACCHI, J. D. Israёl et ses tribus selon
Genèse 49. Göttingen:
Vandenhoeck & Ruprecht, 2001.
MAZAR, A. "The “Bull Site”: An Iron Age I Open Cult Place". Bulletin
of the American Schools of Oriental Research, Boston, n.247, p. 27-42,
Summer 1982.
MESHEL, Z.; CARMI, I.; SEGAL, D. "14C Dating of an Israelite
biblical site at Kuntillet Ajrud". Radiocarbon, Tucson, v. 37, n.
2, p. 205-212, 1993.
MIELE, Neide. "Origem pagã do conceito de messias". In:
MARQUES, Luiz Carlos Luz (Org.). Religiosidades populares e
multiculturalismo: intolerâncias, diálogos, interpretações. Recife: Editora
Universitária UFPE, 2010. p. 143-165.
NA’AMAN, Nadav. Ancient Israel’s history and historiography: the
first temple period. Winona Lake: Eisenbrauns, 2006.
NA’AMAN, Nadav. "Khirbet Qeiyafa in context.
Ugarit-Forschungen", Neukirchen-Vluyn, v. 42, p. 497-526, 2006.
NA’AMAN, Nadav. "The abandonment of cult places in the kingdoms of
Israel and Judah as acts of cult reform. Ugarit-Forschungen", Neukirchen-Vluyn,
v. 34, p. 585-602, 2002.
NA’AMAN, Nadav. "The Exodus history: between historical memory and
historiographical composition". Journal of Ancient Near Eastern
Religions, Chicago, v. 11 , n. 1, p. 39- 69, 2011.
NA’AMAN, Nadav. "The inscriptions of Kuntillet ‘Ajrud through the
lens of historical research". Ugarit-Forschungen, Neukirchen-Vluyn,
v. 43, p. 1-43, 2012.
NOVA BÍBLIA PASTORAL. São Paulo: Paulus, 2014.
OTTERMANN, Monika. "A Deusa Inana-Ištar – uma rival de YHWH?
Considerações feministas em torno das Deusas-Árvore e do Deus único da Bíblia
Hebraica". In: REIMER, Haroldo; SILVA, Valmor da (Org.). Hermenêuticas
Bíblicas: contribuições ao I Congresso Brasileiro de Pesquisa Bíblica.
Goiânia: Editora UCG, 2006. p. 136-147.
OTTERMANN, Monika. “Eu sou tua Anat e Aserá...”. YHWH e Aserá (não
só) no Livro de Oséias: profecia e esperança: um tributo a Milton Schwantes.
São
Leopoldo: Oikos, 2006.
PRITCHARD, J. B. (Ed.). The ancient near eastern texts relating to
the Old Testament (ANET). New Jersey: Princeton University Press, 1969.
REIMER, Haroldo. Inefável e sem forma: estudos sobre o monoteísmo
hebraico. Goiânia: Editora UCG, 2009.
REIMER, Ivoni Richter (Org.). Imaginários da divindade. Goiânia:
Editora UCG, 2008.
RÖMER, Thomas. A chamada história deuteronomista. Vozes: Rio de
Janeiro, 2008.
SALO, V. Joseph, der Sohn der “Färse”. Biblische Zeitschrift, 12. Paderborn, p. 94-95, 1968.
SANMARTÍN, J.
"Problemas de textología en las «Bendiciones» de Moisés (Dt 33) y de Jacob
(Gn 49)". In: COLLADO, V.; ZURRO, E. (Org.). El misterio de las
palabras: FS L.A. Schökel. Madrid: Cristiandad, 1983. p. 75-96.
SCHOORS, A. The kingdoms of Israel and Judah in the eighth and seventh
centuries B.C.E. Atlanta: SBL, 2013.
SCHULTE, H. "The end of the Omride dynasty: social-ethical
observations on the subject of power and violence". KNIGHT, D. A. (org). Ethics
and politics in the Hebrew Bible. Atlanta: Scholars, 1994. p. 33-148.
SEEBASS, H. "Die Stämmesprüche Gn 49, 3-27". ZAW supplement,
Erlangen, v. 96, n. 3, p. 333 - 350, 1984.
SMITH, Mark S. O memorial de Deus: história, memória e a experiência
do divino no Antigo Israel. São Paulo: Paulus, 2006.
SMITH, Mark S. The early history of God: Yahweh and the other deities
in ancient Israel. Michigan: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 2002.
SPEISER, E.A. Genesis: a new translation with introduction and
commentary. Garden City: 1964.
SCHWANTES, M. História de Israel: Local e origens. 4ª. edição.
São Leopoldo: Oikos, 2008.
WENNING, R.; ZENGER, E. "Ein Bäuerliches Baal-Heiligtum im
samarischen Gebirge aus der Zeit der Anfänge Israels". ZDPV, Lichtenstein, v.
102, p. 75-86, 1986.
WESTERMANN, C. Genesis 37-50. Neukirchen-Vluyn: Neukirchener
Verlag, 1982.
WHITT, William D. "The divorce of Yahweh and Asherah in Hos 2,
4-7.12ff". Scandinavian Journal of the Old Testament, Copenhagen,
v. 6, n. 1, p. 31-67, 1992.
WILLIAMSON, H. G. M. "Tel Jezreel and the dynasty of Omri". Palestine
Exploration Quarterly, London, v. 128, n.1, p. 41-51, 1996.
ZENGER, E. "O tema da “saída do Egito” e a origem do
Pentateuco". DE PURY, A. (Org.). O Pentateuco em questão: as origens e
a composição dos cinco primeiros livros da Bíblia à luz das pesquisas recentes.
Petrópolis: Vozes, 1996. p. 240-269.
ZOBEL, H. J. "Stammesspruch und Geschichte. Die Angaben von Gen 49,
Dtn 33 und Jdc 5 über die politischen und kultischen Zustände im damaligen
“Israel”". BZAW, Berlin, v. 95, 163 p. 1965.
No hay comentarios:
Publicar un comentario