TAMBIÉN YAVÉ BAJO EL
NUEVO PARADIGMA ARQUEOLÓGICO - BÍBLICO.
A propósito del libro de Thomas Römer, “L'Invention de Dieu”
José María VIGIL
https://eatwot.academia.edu/JoséMaríaVIGIL - Panamá, Panamá.
Resumen:
El llamado «nuevo paradigma arqueológico
bíblico» verá consolidado el aprecio que le tengan la teología y las ciencias
de la religión en la medida en que sus descubrimientos se vayan aplicando a los
principales temas bíblicos, histórico-religiosos y teológicos. Una de estas
aplicaciones es la que acaba de darse en un modo significativo con la
publicación del libro de Thomas Römer, L’invention
de Dieu, que viene a ser en este momento el mejor resumen de los hallazgos
-y cuestionamientos- que la nueva arqueología puede aportarnos hoy acerca del
Dios bíblico.
En un primer momento, este artículo
resume las novedades más destacadas de la nueva visión sobre el Dios bíblico
desde la perspectiva de la nueva arqueología, tal como aparecen en el libro de
Römer, y en un segundo momento trata de poner de relieve algunas consecuencias
y sugerencias, tanto en el plano teórico cuanto en el práctico-pedagógico.
UN «LIBRO DE ARQUEOLOGÍA», SOBRE DIOS
Motiva
este estudio la buena noticia producida en el mundo teológico y bíblico por la
publicación del libro de Thomas RÖMER L’invention de Dieu[1]. Hace más o menos
una década se dio a conocer una nueva generación de arqueólogos que asumieron
el ejercicio de su disciplina con planteamientos nuevos respecto a la clásica y
tradicional «arqueología bíblica». Su «nuevo paradigma arqueológico-bíblico»,
como se le conoce, está llamado a provocar, con el tiempo, una nueva interpretación tanto de la Biblia
en su conjunto, como de muchos aspectos teológicos e ideológicos del judaísmo,
del Estado
de Israel[2], del cristianismo, de los monoteísmos,
incluyendo el islam, en cuanto miembro de la familia abrahámica. El libro en
mención tal vez puede ser considerado en este momento como el mejor exponente
de esta nueva visión de «A origem de Javé»[3], a partir principalmente de esas
noticias «desenterradas»[4] por el nuevo paradigma arqueológico.
Si
bien no es un libro «de arqueología» en sentido estricto, sí lo es en el
sentido amplio, en cuanto que podemos decir que trata de presentarnos precisamente
el balance de las repercusiones que para
la imagen de Dios tienen los hallazgos de la esa nueva arqueología.
Como
dice Römer, «la arqueología de Oriente Próximo (Levant) ha hecho enormes
progresos en estos cincuenta años últimos; sobre todo, se ha emancipado del
yugo de un ambiente bíblico conservador que quería que la ‘arqueología bíblica’
probara que la Biblia dice la verdad. La arqueología en Israel/Palestina, tal
como es ejercida por una nueva generación de investigadores como Israel
Finkelstein, Oded Lipschits, Aren Maier y muchos otros, insiste sobre la autonomía de la arqueología, que no
aceptaría ser una disciplina auxiliar movilizada para legitimar tal o cual
opción religiosa o política. Gracias a la arqueología disponemos hoy día de un
número importante de inscripciones y otros documentos escritos, así como de
testimonios iconográficos (sellos, estatuas, óstraca, etc.) que son de gran
importancia para el historiador» [L’invention de Dieu, p. 23-24][5]. Tras estas
décadas de nueva arqueología, se hacía necesario ya hacer una reevaluación de
todo el conjunto del estado de las investigaciones, y es lo que creemos que el
libro de Römer consigue hacer exitosamente respecto a uno de los temas bíblicos
más importantes, precisamente el tema de «Dios», que en nuestro caso se llama
«Yavé».
Aunque
no se trata tampoco de un libro de «teología» -en el sentido habitual de la
palabra, como reflexión sobre Dios (teo-logía)-, el libro implica precisamente
un fuerte desafío para toda aquella reflexión «teológica» que se ha elaborado
tradicionalmente partiendo de datos muy diferentes -¡y hasta contrarios!- a los
que hoy nos revela esta arqueología de nuevo paradigma.
PRINCIPALES NOVEDADES
Queremos
en primer lugar informar al lector sucintamente sobre las principales novedades que esta nueva visión de Yavé nos ofrece. No
son pocas, y chocan con lo que creyente de base, judío o cristiano, o un lector
cualquiera de la Biblia, cree saber. Según la opinión común, en la Biblia
aparece claramente la imagen de Dios, concretamente de Yavé, presente ya desde
la Creación, proyectando la elección de un Pueblo escogido, acompañándole en
sus aventuras históricas y revelándole claramente su identidad y su voluntad.
Leída
la Biblia a la luz que la nueva arqueología arroja sobre los textos, la imagen
que aparece de Yavé es bien distinta, veamos:[6]
1.
En cuanto a su origen geográfico, Yavé no parece ser
israelita.
No es autóctono. El texto bíblico le atribuye varios
orígenes: de Madián ciertamente, pero también del
Sinaí,
de Seïr,
de Temán,
del monte Farán, Meribat... «Viene del Sur»[7], de las
estepas, de las regiones áridas [68-70], de fuera de Israel y de Judá
en todo caso [57, 141-142]. En el Próximo Oriente (Levante) hay muchos dioses
compartidos, que son venerados en lugares diferentes y distantes. Este es
también el caso de Yavé, que antes de ser dios de Israel ya lo ha sido de
otros pueblos, y que a lo largo del tiempo será venerado también fuera
de Israel y de Judá [141].
2.
Aunque uno de los relatos del Génesis nos lo haga
presente ya en el momento de la Creación…
… según otras tradiciones en el origen de Israel no está
presente Yavé; será más tarde cuando se producirá el «encuentro» del
pueblo con Yavé. En Egipto, según una de las tradiciones. Yavé no está con el
pueblo desde el principio, llega más tarde. «El origen ‘extranjero’ de Yavé
queda reflejado en el hecho de que según el capítulo 3 del libro del Éxodo, se
manifiesta a Moisés cuando éste se encuentra en el país de Madián, al servicio de su
yerno, un sacerdote del lugar. De ahí la idea de que Yavé habría sido venerado
primero en el país de Madián y probablemente también en el país de Edom.
Nuestra investigación ha encontrado indicios según los cuales Yavé habría sido
primero un dios tutelar de los edomitas antes de venirlo a ser de Israel»
[325-326].
3.
Tampoco en Jerusalén fue Yavé la primera divinidad[8].
Parece que David lleva el culto de Yavé a Jerusalén
[26, 110-113], donde durante los primeros tiempos convive con la divinidad
anterior [171, 168], una divinidad de tipo solar, a la que más tarde
irá desplazando poco a poco y de la que irá asumiendo sus atributos [171].
4.
Yavé no parece haber sido percibido con una identidad
fija a lo largo del tiempo...
Originalmente parece haber sido tenido como un Dios
guerrero, un Dios de la guerra, que protege a los suyos (Jue 5, Sl 68,
Hab 3). También como un Dios de la tormenta[9], sin olvidar
su absorción de los caracteres de la divinidad solar[10]. Yavé Sebaot (Dios de
los ejércitos) [175-178], en un largo recorrido histórico, «fue absorbiendo las
funciones del dios solar, y combinó las funciones de dos tipos de dioses, El y
Baal» [185, 261].
5.
El descubrimiento del sitio arqueológico de Ugarit-Ras Shamra…
… en 1929 ofreció en sus tablillas de cerámica un gran
conjunto de literatura mitológica sobre los dioses, los mismos que menciona la
Biblia[11]. Hoy sabemos que Yavé ha sido percibido, imaginado y cultuado de
diferentes maneras, incluso se duda si el culto oficial real a Yavé
era idéntico en Israel (Norte) y en Judá. Muchos especialistas, en
efecto, piensan que el culto de Yavé en Judá era muy distinto: «el Yavé de
Israel habría sido venerado más bien sobre el modelo de Baal, o sea, como una
divinidad de la tormenta y de la fertilidad, mientras que en el Sur habría
integrado los rasgos solares de la antigua divinidad tutelar de Jerusalén»
[142; también 154]. Por otra parte, durante siglos, Yavé no es uno, sino muchos:
Yavé de Temán, Yavé de Siquém, Yavé de Farán, Yavé de Samaría, Javé de
Jerusalén, Yavé de Hebrón, Yavé de Bethel... [141-142]. En el territorio de
Judá había una diversidad de santuarios, sobre todo en los «lugares altos»,
santuarios a cielo abierto, que la mayor parte de las veces eran yavistas [166-167].
Será ya sólo a partir del tiempo de Josías [253-276] que se comenzará a
reclamar la unidad de Yavé, lo que en principio será sólo una
monolatría, una unidad del culto y una centralización localizada del mismo, no
un verdadero monoteísmo.
6.
El aniconismo (prohibición de imágenes) tan
característico de Yavé en la
(presentación final de la) Biblia…
… no parece responder a la realidad de los hechos
históricos; parece ser un desarrollo tardío. Durante la
primera mitad del primer milenio antes de nuestra era Yavé parece haber sido
representado icónicamente: parece que ha habido estatua de Yavé en muchos
santuarios yavistas[12], y también en el templo de Jerusalén[13]. «La
prohibición de las imágenes en el Decálogo no es una prescripción antigua, sino
una idea formulada, como muy pronto, en el siglo VI a.e.c., movida por la
preocupación (teológica) de distinguir a Yavé de las divinidades vecinas. En
efecto, esta distinción está en la Biblia, pero es el final de un largo
proceso, no un dato presente desde el principio»[14].
7.
Esas estatuas han sido antropomorfas, pero no sólo.
Hoy ya no ofrece dudas el hecho de que Yavé ha sido
venerado en Israel, en Betel y más tarde sin duda también en Dan, siendo representado
en forma bovina (toro joven, becerro), a la manera de Baal en Ugarit
[146, 153, 162, 187], y se ha atribuido a este dios la liberación de Egipto,
tradición que parece haber surgido primeramente en el reino del Norte[15].
Según los testimonios bíblicos, la veneración de Yavé ha sido materializada en
Israel sobre todo en estatuas bovinas» [187]. Por lo demás era ésta una forma
de representación divina común en el Levante. «La veneración de un toro en la
capital del reino de Israel, Samaría, está testimoniada por el libro de Oseas»
[145]. Tal vez el relato de 1Re 12 explica que había otro toro en el santuario
de Betel [ib.]. Las «vacas de Yavé» de Oseas (4,1) se refieren también a
ello[16].
8.
Un indicio directo de una estatua antropomorfa de Yavé…
… viene dado por la historia de la vocación del joven
Samuel como profeta de Yavé en el santuario de Silo, relatada en el capítulo
segundo del primer libro de Samuel. Parece probable que el texto hebreo ha sido
alterado deliberadamente; según parece, los masoretas querían evitar toda alusión
a una estatua divina... [162-163].
9.
«Aunque los redactores bíblicos critiquen a los reyes
que favorecieron la veneración de Asherá…
… no cabe duda de que a finales del siglo VII a.e.c.
este culto jugaba un papel importante. Asherá era asociada a Yavé, quizá
incluso en el templo de Jerusalén, por medio de una estatua colocada al lado de
la suya» [225]. Durante mucho tiempo de la historia de Israel y Judá, Yavé
no ha sido tenido por un Dios celibatario, como finalmente la Biblia
nos lo ha presentado, recogiendo solamente su imagen de los últimos tiempos, y
queriendo retro-proyectarla hasta abarcar toda su historia. En realidad, es
solamente con el reino de Josías que Yavé se encuentra solo, sin su consorte
Asherá [228]. 2Re 22,6 cuenta cómo Josías sacó la estatua de Asherá del templo,
la llevó fuera de la ciudad, al Cedrón, y allí la quemó hasta convertirla en
polvo. «La eliminación de la estatua de la diosa se enmarca en el objetivo
monolátrico de la reforma de Josías» [265-274]. Los redactores de la escuela
deuteronomista se han esforzado por separar a Yavé de su consorte Asherá [216].
10.
A la altura de todo lo que en los últimos años ha
mostrado y evidenciado la nueva arqueología…
… hoy ya no ofrece ninguna duda que los Patriarcas
son fundamentalmente tradiciones elaboradas para forjar una identidad, para dar
unidad familiar a las tribus, así como para establecer y ordenar o jerarquizar
las relaciones de Israel con los pueblos vecinos; a todos ellos se les da un
puesto dentro de la gran familia abrahámica[17]
Mención aparte merece la conquista de la tierra
prometida (Jos 1-12), que actualmente es remitida, sin ninguna duda, al campo
de la construcción teológica, de manos de los escribas del tiempo de Josías,
interesados en manifestar la legitimidad del dominio de este rey sobre aquellos
lugares, a la vez que proyectando hacia un pasado imaginario la imagen de un
«Reino unido» que daba base y justificación a las pretensión de Josías de unir
y anexionar el territorio correspondiente[18]. Los israelitas no realizaron
ninguna conquista, porque, de hecho, ellos no vinieron de fuera; lo suyo no fue
una
invasión de su propia tierra; porque son población autóctona, estaban
allí. «La distinción entre israelitas y cananeos no es una oposición étnica
real, sino una construcción ideológica al servicio de una ideología
segregacionista» [25].
Por otra parte, la idea de que antes de la monarquía,
Israel habría estado constituida por doce tribus es «una invención de los
autores bíblicos de las épocas persa y helenista, durante las cuales esta idea
jugó un papel importante para afirmar la unidad religiosa de Judea, Samaría y
Galilea» [26] [19].
11.
La historia que narra la Biblia, sobre todo la
historia más lejana, no es la historia real sucedida.
-
No hace falta
irse con los «minimalistas»[20] al extremo de pensar que nada en la Biblia es
histórico; pero mucho menos cabe hoy día la posibilidad de optar ingenuamente
por una interpretación fundamentalista, que otorga verdad literal a todo lo que
la Biblia cuenta. Y esto que decimos de la historia bíblica general, también
vale concretamente para la historia de Yavé que la Biblia narra: muchas
de las cosas que la Biblia nos dice de Yavé no fueron así, o no lo
fueron desde el principio, o no lo fueron en la magnitud, extensión local y
significación que la Biblia les atribuye. También lo que se dice de Yavé,
incluidas las omisiones -lo que no se dice-, y hasta lo que se ha modificado en
el texto, o incluso lo que ha sido positivamente eliminado del texto en
revisiones posteriores, también eso es construcción teológica, elaboración
literaria con una intención religiosa, y casi siempre, también política.
-
No es cierta
históricamente hablando la idea de que el monoteísmo, tan esencialmente
asociado a Yavé, habría estado presente en el desarrollo religioso de Israel
desde el primer momento, precisamente como uno de los rasgos característicos
del Dios de la Biblia... Basta leerla con atención para ver los muchos trechos
en los que manifiesta claramente la idea de la existencia de otros dioses
tutelares de otros pueblos, a los que reconoce el mismo derecho de veneración
que reconoce a Yavé. Römer resume así: «Yavé se convierte definitivamente en la
divinidad más importante de Israel con el golpe de estado de Jehú. Yavé ha sido
venerado en el Norte sobre todo como un baal, es decir, como un dios de la
tormenta que recuerda al dios Baal de Ugarit[21]. No ha sido el único Dios
venerado en Israel; tal vez ha estado un tiempo subordinado al dios El (sobre
todo en el santuario de Betel)» [163]. No se puede hablar de monoteísmo sino a
partir de la época persa[22]. Este monoteísmo no es una característica esencial
de Dios desvelada desde el principio, sino un desarrollo muy tardío, en
respuesta a un contexto histórico muy preciso, producto en cierto modo de un
avatar político-histórico... Por otra parte, la imposición del monoteísmo no
fue algo aceptado sin resistencia, ni logró imponerse completamente [23].
-
Los avances de la
nueva arqueología hablan de otros temas que parecen también plausibles, aunque quizá
necesiten más tiempo para que se pueda dirimir más claramente su veracidad y su
alcance. Nos referimos al tema de los sacrificios humanos [181-185],
sacrificios de niños concretamente [181], a la prostitución sagrada masculina y
femenina en los templos [263], etc. Römer afronta delicadamente el tema en su
libro, y a él remitimos nosotros, pues para nuestro objetivo, con lo dicho
hasta aquí resulta suficiente.
REFLEXIONES TEOLÓGICAS
1.
El carácter mismo de «invención» o construcción humana
No cabe duda de que el título del libro de Römer
parece provocativo: la «invención de Dios». Pero el autor lo ha puesto
conscientemente: Hablando de ‘invención de Dios’, no es que nos imaginemos que
algunos beduinos se han reunido un día en torno a un oasis para crear su
dios... o que, más tarde, algunos escribas hayan forjado todas las piezas de
Yavé en cuanto dios tutelar... Hay que comprender esta ‘invención’ más bien
como una
construcción progresiva a base de tradiciones sedimentadas cuya
historia ha revuelto sus estratos hasta hacerlos emerger en una forma inédita.
Cuando se analiza cómo se ha desarrollado el discurso sobre este dios y cómo ha
venido a ser el dios único, se puede ver ahí una suerte de ‘invención colectiva’,
siempre en reacción a contextos históricos y sociales precisos. [14]
Así, es claro que el libro de Römer no pretende sólo
proporcionarnos un gran acopio de datos históricos sobre la evolución de Yavé y
los demás dioses en el desarrollo bíblico, sino que también viene a sostener la
tesis de que ese desarrollo, puede ser calificado o titulado con justicia como
una invención o construcción colectiva en reacción a los sucesivos contextos
históricos.
Hasta hace relativamente poco tiempo, expresarse así
se consideraba religiosamente ilegítimo, como un síntoma de una falta o una
pérdida de la fe; esta consideración fue una posición rígida secularmente
mantenida. Después se dio otra posición: la de distinguir la afirmación de fe y
la afirmación científica. Una cosa sería lo que un autor puede pensar como
creyente, y otra lo que puede afirmar en cuanto historiador, o arqueólogo. Hoy
día tal vez no necesitamos tanto de esa distinción: lo que creemos en el plano
religioso tiene que ser compatible con la verdad de los hechos que la ciencia
nos descubre. No se trata de elevar la ciencia a la categoría de dogma
incuestionable, pues la misma ciencia se proclama no dogmática y siempre
dispuesta a dar la bienvenida a nuevos descubrimientos que nos obliguen a
elaborar hipótesis nuevas y hasta contrarias a las actuales; pero sí se trata
de acomodar
nuestras opciones creyentes a un nuevo modo humano de ser en este mundo
marcado radicalmente por una ciencia en avance constante.
2.
La revisión de los antiguos planteamientos dualistas
del concepto de revelación
Este nuevo panorama que la historia y la arqueología
nos ofrecen del proceso de elaboración de la Biblia inviabilizan ya
definitivamente aquel modo de ver de hecho la Biblia como Palabra de Dios,
literalmente dictada por él; los
creyentes han profesado una devoción sublime singular hacia este libro cuando
vivían en un mundo mental precientífico, en el que todavía les era posible
pensar que de alguna manera la Biblia había caído del cielo, que Moisés bajó de
la Montaña las tablas de la Ley, que los profetas escuchaban y transcribían los
oráculos de Yavé, y que el texto de la Biblia era, en el sentido más directo de
la palabra, «Palabra de Dios», un libro cuyo «autor» es Dios[24]. Estaba de por
medio la visión de un Dios teísta, situado en el cielo, desde donde
protagonizaba una larga serie de intervenciones en la historia, cuyo registro
constituía precisamente la Biblia. Aquel mundo hace tiempo que se acabó,
y la nueva arqueología ha venido a hacerlo si cabe más imposible. Si hemos de
seguir creyendo en la dimensión bíblica que tradicionalmente hemos llamado
«revelación», habrá de ser desde otros supuestos, y probablemente hasta con
otros nombres.
Hace ya años sugerí[25] que la palabra «revelación»
(remover el velo, des-velar, re-velar) no sólo no es correcta, en cuanto que no
se refiere a lo principal de lo que con ella querríamos significar hoy, sino
que además nos hace daño, en cuanto que prolonga un imaginario dualista (Dios
arriba, nosotros abajo, Dios quitando el velo para que nosotros podamos ver,
Dios autor unilateral de la revelación...) y teísta, que nos mantendrá alejados
de otras visiones más ajustadas a la realidad concreta de ese proceso de
elaboración bíblica que hoy conocemos mejor. Sólo se puede permanecer en el
antiguo concepto de «re-velación» si nos mantenemos alejados de esta
información histórica a la que hoy tenemos acceso por el desarrollo de la
arqueología y otras ciencias. Y viceversa: quien accede a esta información, no
puede ya aceptar aquel mundo mítico de revelaciones, intervenciones celestiales
para comunicarnos secretos en palabras mágicas sagradas que contienen la
Palabra de Dios.
La evolución de la imagen de Yavé que el libro de
Römer presenta es una evolución histórico-cultural normal,
como cualquier otra de las registradas en las culturas vecinas, en todo el
Levante, o como en cualquier otra parte del mundo, como cualquier otro pueblo
de la Antigüedad, cada uno con su idiosincrasia y sus propios condicionamientos
contextuales, de todo tipo. Por eso mismo, esa evolución cultural incluirá la
convicción de que ese pueblo es diferente, es único, porque su dios tutelar es
también único y lo ha elegido únicamente a él... Se trata de una unicidad
«normal» en ese tipo de procesos de la historia humana. Son procesos culturales
-concretamente religiosos- peculiares en cada caso, aparentemente únicos e
irrepetibles, pero con estructuras muy semejantes, comunes dentro de la
evolución de la especie humana. A la genialidad y creatividad religiosa de cada
cultura, juntan la neurosis religiosa propia de su pueblo: una síntesis
con sus propias luces y sombras; algo muy humano.
3.
Muchas cosas hermosas que hemos dicho en el ámbito
religioso…
… no se pueden ya repetir cuando accedemos al
conocimiento concreto y detallado de los entresijos históricos y políticos de
la vida de un pueblo, que estaban sepultados por la densidad de la historia
hasta que la arqueología ha comenzado a desvelárnoslos. Hoy, conociendo la
letra pequeña de todo ese desarrollo histórico, y sus imponderables
motivaciones y condicionamientos, ya no podemos repetir muchas de aquellas
cosas hermosas sin darnos cuenta de que se trata de eso: «cosas hermosas»,
pensamientos bellos, genialidades estético-religiosas, poesía, metáforas, buenos
deseos... de los que como seres humanos tenemos tanta necesidad.
¿Se puede continuar diciendo que todos los pueblos
buscaron a Dios, mientras que «nosotros somos el único pueblo al que Dios
(¿Yavé?) salió al encuentro»? Después de estudiar los resultados de la
nueva arqueología, de la que el libro de Römer nos presenta un buen resumen, ya
no se puede seguir diciendo lo mismo. Es conocido el dicho de Schiller,
retomado por Hegel, de que la historia del mundo es el juicio del mundo;
podríamos decir paralelamente que, la arqueología de la Biblia y de su proceso
de formación son también el mejor juicio crítico de la Biblia y de sus
contenidos, el mejor juicio crítico del teísmo. La honradez del conocimiento
exige reconsiderar las bases arqueológico-bíblicas de cualquier planteamiento
teísta. Basta estar bien informado histórica y arqueológicamente para no caer
en el teísmo ingenuo, en el fundamentalismo, en la
interpretación de textos como escritos o dictados por Dios, o en el exclusivismo
religioso, ni siquiera en un monoteísmo determinado.
¿Se puede seguir diciendo que el monoteísmo es el
sello de la revelación de Yavé, o la marca registrada esencial de la religión
judía? La línea que Römer ha conseguido trazar a base de los factores de su
surgimiento y los condicionamientos histórico-políticos que lo rodearon, rebaja
mucho el entusiasmo que hoy pueden suscitar aquellas afirmaciones en el campo
concreto de la historia de las religiones. La situación actual es mucho más
humilde. Y tenemos ahora por delante muchas cosas nuevas que reflexionar.
Un pensamiento importante: viendo por la arqueología
ese desarrollo histórico de la formación de la Biblia, y hablando
teísticamente, podríamos decir que «dios salió al encuentro de Israel a través
del encuentro de Israel con otros pueblos». En efecto, la ciencia nos
descubre cómo muchos elementos bíblicos están inspirados, influenciados, o
directamente tomados de la vivencia religiosa de otros pueblos, de su
literatura religiosa: de Mesopotamia, de Ugarit, Egipto, Asiria, Persia... La
«revelación de Dios» exclusiva y monopólica, tal vez no ha existido más que en
nuestra mente, no en la realidad, ni siquiera en las páginas de la Biblia
cuando las leemos con todo el realismo que la nueva arqueología posibilita. El nuevo
concepto de «revelación» -si es que mantuviéramos la palabra-, seguramente
ya no podrá mantener fronteras ni exclusividades.
Dice Römer que la mayor parte de la Biblia hebrea
puede ser calificada como «literatura de crisis»[26]. Los
grandes textos, los elementos ideológicos más de fondo, los principales
impulsos de redacción, tuvieron lugar en momentos históricos de crisis, no sólo
económica o política, sino sobre todo existencial. Momentos en los que el
pueblo perdió el sentido del rumbo de su existencia, o en que pareció que su
identidad se evaporaba, o en que su Dios había fracasado. Fueron momentos de
crisis en los que Israel puso a prueba su genio, su creatividad, las fuerzas más
hondas de su existencia, para reinventarse a sí mismo,
reinterpretando su historia y creando ante sí un espacio de futuro para su
esperanza[27], lo cual es quizá la esencia del hecho religioso.
¿Por
dónde continuaría hoy esa «inspiración» que «en tiempos de crisis» cristalizó
en la elaboración de la Biblia? Esa inspiración continuará hoy sin duda en la
reflexión religiosa que necesitamos hacer para afrontar y superar una nueva
crisis, la actual, que incluye la urgencia de descubrir que Dios es una construcción humana
colectiva... y que ahora que la arqueología nos ha hecho perder la
ingenuidad sobre el proceso de elaboración de la Biblia, ya no podemos esperar
otra palabra de Dios caída del cielo, como durante más de dos milenios
estuvimos pensando. ¿Cómo se transformará esa construcción colectiva de la
inspiración divina, ahora que sí sabemos que somos nosotros quienes la
construimos? Tendremos que responder entre todos a la pregunta, con los hechos,
aunque probablemente será de nuevo con palabras como haremos la nueva
construcción con la que recrearemos nuestra identidad y nuestro futuro, y nos reinventaremos a nosotros mismos.
Notas
[1] Seuil, Paris, marzo de
2014, 332 páginas. Existe traducción al inglés: ‘The Invention of God’, Harward
College, 2015. Traducción al portugués: ‘A história de Javé’, Paulus, São
Paulo, 2016. Nosotros manejamos la edición original francesa, que es la que
citaremos. La traducción de las citas es nuestra.
[2] El desafío de esta
nueva arqueología (antes llamada bíblica) no afecta ahora sólo a las
religiones, sino también al Estado de Israel y al Pueblo judío. No pocas
certezas de la historia del pueblo y de la cultura judía se tambalean ante los
nuevos descubrimientos de esta nueva arqueología. Cfr a título de ejemplo los
libros de Shlomo SAND, entre otros, ‘Comment le peuple juif fut inventé’, Fayard,
2008 (traducción española: ‘La invención del pueblo judío’, Akal, Madrid 2011,
350 pp; traducción al inglés: ‘The Invention of the Jewish People’, Verso,
London-NewYork 2009).
[3] Es de notar el cambio
de título de la traducción brasileña: ‘A origem de Javé’. Aunque los cambios de
título en las traducciones de los libros suelen ser problemáticos, hay que
reconocer que este nuevo título describe perfectamente el contenido del libro.
[4] El adjetivo hace
alusión al título de la obra más famosa de este «nuevo paradigmo arqueológico»,
‘La Biblia desenterrada. Una nueva visión arqueológica del Antiguo Israel y de
los orígenes de sus textos sagrados’, Siglo XXI Editores, Madrid 2003, pp. 312,
de Israel FINKELSTEIN y Neil Asher SILBERMANN
[5] Para aligerar las notas
a pie de página, incluiremos en el cuerpo principal del texto del artículo las
referencias escuetas de las páginas cuando se trate de ‘L’invention de Dieu’ -en
su edición original en francés.
[6] El lector podrá
confirmar y desarrollar matizadamente cada uno de estos puntos sobre el libro
de Römer.
[7] Cuatro textos poéticos
de la Biblia hebrea afirman el origen ‘sudista’ de Yavé: Dt 33,2 (Dios viene
del Sinaí, del Seir), Jue 5,4-5, Sl 68 y Hab 3,3. ‘L’invention…’, 57-61.
[8] «Como ya lo hemos
destacado, incluso en Jerusalén, Yavé no ha sido venerado en solitario. Según
nuestra investigación, en los primeros tiempos, sin duda, ha cohabitado en el
templo con una divinidad solar, a la que quizá se hallaba subordinado». ‘L’invention…’,
167.
[9] «Es un dios de la
guerra y un dios de la tormenta. Se comprende entonces fácilmente que esta
divinidad haya sido venerada por tribus de las regiones áridas, en conflictos
militares con otros grupos o con el poder egipcio». ‘L’invention…’, 67.
[10] «Sin duda, Yavé ha
tomado sobre sí los rasgos y funciones del dios solar con el cual ha en
Jerusalén. La importancia del culto solar en Jerusalén se puede explicar, entre
otras razones, por la influencia egipcia. La transferencia de los rasgos
solares sobre Yavé aparece en los nombres propios teolfóricos, en la
iconografía y en las descripciones de las teofanías». ‘L’invention…’, 171.
[11] «Los textos ugaríticos
de final del segundo milenio describen a Baal con funciones y títulos que son
aplicados a Yavé en los textos bíblicos, lo que confirma la idea de que el dios
de Israel es, desde el punto de vista de la historia de las religiones, un dios
de la tormenta como lo es Baal-Hadad, el dios que provoca el rayo y el trueno»,
Thomas RÖMER, ‘Les cornes de Moïse. Faire entrer la Bible dans l’histoire’, Collège de
France/Fayard, Paris 2009, p. 33.
[12] ‘Les cornes de Moïse’, p. 44.
[13] ‘L’invention…’, 194. ‘Les cornes…’, 44.
[14] ‘Les cornes…’, ib.
[15] ‘L’invention…’, 146. Ver también: KAEFER, Ademar, ‘The Exodus as a
Tradition from Northern Israel under the leadership of «Él» and «Yahwéh» in the
form of a young bull’, in VOICES XXXVIII, 2015/3-4 (December 2015) 123-142. Traducción española: El éxodo como tradición de Israel
Norte bajo la conducción de El y Yavé como un becerro, ibid. p. 143-164.
[16] «...Este protocapitalismo provoca la pauperización de
las capas más modestas de la sociedad. Profetas como Oseas y Amós denuncian
esto. Oseas polemiza con las ‘vacas’ de Samaría y de Betel, lo que significa
que la divinidad tutelar de Israel fue venerada allí bajo la forma bovina. Es
posible que, bajo Jeroboam II, ciertas tradiciones bíblicas como la historia de
Jacob, que se convierte en el ancestro de Israel, o incluso la tradición de la
salida de Egipto, han sido escritas por primera vez en el santuario de Betel», ‘L’invention…’,
29.
[17] Esta nueva visión de
los patriarcas modifica nuestra visión de «el Dios de Abraham, el Dios de Isaac
y el Dios de Jacob»... Yavé deja de ser el Dios que decidió formarse un pueblo
de las entrañas de Abraham... Igualmente, la nueva arqueología piensa que no
hubo éxodo o salida de Egipto ni travesía por el desierto... con lo que, como
consecuencia, también cambia la imagen de Yavé como «el Dios liberador de la
esclavitud de Egipto».
[18] «Se puede observar que
los relatos que narran las conquistas en detalle se sitúan todas en el
territorio de Benjamín. Podría tratarse entonces de una legitimación de las
conquistas de Josías por medio de un relato que se presenta como narrando los
orígenes de la posesión del país presentando el apoyo de Yavé, a la manera del
apoyo de los dioses asirios a favor de los reyes del Imperio. En efecto, Josué,
cuya historicidad no es nada segura, es un Josías apenas disimulado, y el hecho
de que conquista todos los territorios prometidos por Yavé muestra la
superioridad del dios de Israel sobre los otros dioses». ‘L’invention…’, 275.
[19] Afortunadamente, la
deconstrucción de la conquista bíblica de la tierra prometida libra a Yavé de
una página supuestamente histórica que en los tiempos modernos no le habría
hecho mucho favor, ya que la imagen tribal, etnocéntrica, y por momentos
genocida -con verdaderos «crímenes de guerra» en una «guerra de invasión» por
demás injusta- le privaría actualmente de credibilidad.
[20] ‘Les cornes…’, 50.
[21] «El salmo 29 -probablemente
norteño, aunque ha sufrido una revisión en el sur-, describe claramente a Yavé
como un dios de la tormenta que calma las aguas, como el Baal de Ugarit. Afirma
la potencia de Yavé comparándolo a un toro joven, sobre las aguas y la
naturaleza. Tal himno hubiera podido ser aplicado a Baal sin problema ninguno
en Ugarit». ‘L’invention…’, 154-155.
[22] «El ‘monoteísmo
bíblico’ no aparece claramente hasta la época persa, integrando aun así una
cierta dosis de politeísmo (textos que aceptan la existencia de otros dioses,
que no son censurados)». ‘Les cornes…’, 44.
[23] «Los documentos que
provienen de la colonia militar de Elefantina, entre otros, testimonian todavía
en la época persa la veneración del dios de Israel (Yaho) en compañía de otras
divinidades, a la manera de las tríadas egipcias; es decir, que el monoteísmo y
la centralización del culto en Jerusalén lo tenía muy difícil para hacerse
aceptar en todos los lugares». ‘Les cornes…’, 54.
[24] La idea de la autoría
directa de Dios ha hecho correr, milenariamente, ríos de tinta, tratados
enteros sobre Dios como autor, y sobre el «hagiógrafo» como instrumento, la
revelación como «dictado» por parte de Dios, la interpretación del texto como
palabras directas de Dios. Cfr. A. BARUQ - H.CAZELLES, ‘Los libros inspirados’,
en A. ROBERT - A.FEUILLET (eds), ‘Introducción a la Biblia’, Barcelona 1965, p.
42.
[25] J.M. VIGIL, Teología
del pluralismo religioso, Abya Yala, Quito 2005, pág. 89. Accesible en: https://independent.academia.edu/josemariavigil/Teología-del-Pluralismo-Religioso
[26] «La mayor parte de la
Biblia hebrea puede ser calificada como ‘literatura de crisis’, pues el exilio
babilónico, aunque no haya afectado sino a una pequeña parte de la población,
constituye el fundamento histórico e ideológico de la Biblia y del judaísmo». ‘Les
cornes…’, 64.
[27] En ese tiempo de
crisis profunda, sin salida, en el que sentían que hasta su propio Dios había
sido derrotado, aquellos desconcertados creyentes... «se escribieron a sí
mismos dentro de los relatos que crearon, reivindicando ser los sobrevivientes
y los herederos de las promesas: el resto de Israel» (Van HAGEN, ‘Rescuing
Religion, How faith can survive its encounter with science’, Polibridge Press,
Salem, Oregon, USA, 2012, p 19).
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