jueves, 24 de noviembre de 2016

"Dios revisitado"... por los arqueólogos y ¡con sorpresas!



TAMBIÉN  YAVÉ  BAJO  EL  NUEVO  PARADIGMA  ARQUEOLÓGICO - BÍBLICO.
A propósito del libro de Thomas Römer, “L'Invention de Dieu”
José  María  VIGIL

Resumen:
El llamado «nuevo paradigma arqueológico bíblico» verá consolidado el aprecio que le tengan la teología y las ciencias de la religión en la medida en que sus descubrimientos se vayan aplicando a los principales temas bíblicos, histórico-religiosos y teológicos. Una de estas aplicaciones es la que acaba de darse en un modo significativo con la publicación del libro de Thomas Römer, L’invention de Dieu, que viene a ser en este momento el mejor resumen de los hallazgos -y cuestionamientos- que la nueva arqueología puede aportarnos hoy acerca del Dios bíblico.
En un primer momento, este artículo resume las novedades más destacadas de la nueva visión sobre el Dios bíblico desde la perspectiva de la nueva arqueología, tal como aparecen en el libro de Römer, y en un segundo momento trata de poner de relieve algunas consecuencias y sugerencias, tanto en el plano teórico cuanto en el práctico-pedagógico.


UN «LIBRO DE ARQUEOLOGÍA», SOBRE DIOS
Motiva este estudio la buena noticia producida en el mundo teológico y bíblico por la publicación del libro de Thomas RÖMER L’invention de Dieu[1]. Hace más o menos una década se dio a conocer una nueva generación de arqueólogos que asumieron el ejercicio de su disciplina con planteamientos nuevos respecto a la clásica y tradicional «arqueología bíblica». Su «nuevo paradigma arqueológico-bíblico», como se le conoce, está llamado a provocar, con el tiempo, una nueva interpretación tanto de la Biblia en su conjunto, como de muchos aspectos teológicos e ideológicos del judaísmo, del Estado de Israel[2], del cristianismo, de los monoteísmos, incluyendo el islam, en cuanto miembro de la familia abrahámica. El libro en mención tal vez puede ser considerado en este momento como el mejor exponente de esta nueva visión de «A origem de Javé»[3], a partir principalmente de esas noticias «desenterradas»[4] por el nuevo paradigma arqueológico.
Si bien no es un libro «de arqueología» en sentido estricto, sí lo es en el sentido amplio, en cuanto que podemos decir que trata de presentarnos precisamente el balance de las repercusiones que para la imagen de Dios tienen los hallazgos de la esa nueva arqueología.
Como dice Römer, «la arqueología de Oriente Próximo (Levant) ha hecho enormes progresos en estos cincuenta años últimos; sobre todo, se ha emancipado del yugo de un ambiente bíblico conservador que quería que la ‘arqueología bíblica’ probara que la Biblia dice la verdad. La arqueología en Israel/Palestina, tal como es ejercida por una nueva generación de investigadores como Israel Finkelstein, Oded Lipschits, Aren Maier y muchos otros, insiste sobre la autonomía de la arqueología, que no aceptaría ser una disciplina auxiliar movilizada para legitimar tal o cual opción religiosa o política. Gracias a la arqueología disponemos hoy día de un número importante de inscripciones y otros documentos escritos, así como de testimonios iconográficos (sellos, estatuas, óstraca, etc.) que son de gran importancia para el historiador» [L’invention de Dieu, p. 23-24][5]. Tras estas décadas de nueva arqueología, se hacía necesario ya hacer una reevaluación de todo el conjunto del estado de las investigaciones, y es lo que creemos que el libro de Römer consigue hacer exitosamente respecto a uno de los temas bíblicos más importantes, precisamente el tema de «Dios», que en nuestro caso se llama «Yavé».
Aunque no se trata tampoco de un libro de «teología» -en el sentido habitual de la palabra, como reflexión sobre Dios (teo-logía)-, el libro implica precisamente un fuerte desafío para toda aquella reflexión «teológica» que se ha elaborado tradicionalmente partiendo de datos muy diferentes -¡y hasta contrarios!- a los que hoy nos revela esta arqueología de nuevo paradigma.

PRINCIPALES NOVEDADES
Queremos en primer lugar informar al lector sucintamente sobre las principales novedades que esta nueva visión de Yavé nos ofrece. No son pocas, y chocan con lo que creyente de base, judío o cristiano, o un lector cualquiera de la Biblia, cree saber. Según la opinión común, en la Biblia aparece claramente la imagen de Dios, concretamente de Yavé, presente ya desde la Creación, proyectando la elección de un Pueblo escogido, acompañándole en sus aventuras históricas y revelándole claramente su identidad y su voluntad.
Leída la Biblia a la luz que la nueva arqueología arroja sobre los textos, la imagen que aparece de Yavé es bien distinta, veamos:[6]

1.      En cuanto a su origen geográfico, Yavé no parece ser israelita.
No es autóctono. El texto bíblico le atribuye varios orígenes: de Madián ciertamente, pero también del Sinaí, de Seïr, de Temán, del monte Farán, Meribat... «Viene del Sur»[7], de las estepas, de las regiones áridas [68-70], de fuera de Israel y de Judá en todo caso [57, 141-142]. En el Próximo Oriente (Levante) hay muchos dioses compartidos, que son venerados en lugares diferentes y distantes. Este es también el caso de Yavé, que antes de ser dios de Israel ya lo ha sido de otros pueblos, y que a lo largo del tiempo será venerado también fuera de Israel y de Judá [141].

2.      Aunque uno de los relatos del Génesis nos lo haga presente ya en el momento de la Creación…
según otras tradiciones en el origen de Israel no está presente Yavé; será más tarde cuando se producirá el «encuentro» del pueblo con Yavé. En Egipto, según una de las tradiciones. Yavé no está con el pueblo desde el principio, llega más tarde. «El origen ‘extranjero’ de Yavé queda reflejado en el hecho de que según el capítulo 3 del libro del Éxodo, se manifiesta a Moisés cuando éste se encuentra en el país de Madián, al servicio de su yerno, un sacerdote del lugar. De ahí la idea de que Yavé habría sido venerado primero en el país de Madián y probablemente también en el país de Edom. Nuestra investigación ha encontrado indicios según los cuales Yavé habría sido primero un dios tutelar de los edomitas antes de venirlo a ser de Israel» [325-326].

3.      Tampoco en Jerusalén fue Yavé la primera divinidad[8].
Parece que David lleva el culto de Yavé a Jerusalén [26, 110-113], donde durante los primeros tiempos convive con la divinidad anterior [171, 168], una divinidad de tipo solar, a la que más tarde irá desplazando poco a poco y de la que irá asumiendo sus atributos [171].

4.      Yavé no parece haber sido percibido con una identidad fija a lo largo del tiempo...
Originalmente parece haber sido tenido como un Dios guerrero, un Dios de la guerra, que protege a los suyos (Jue 5, Sl 68, Hab 3). También como un Dios de la tormenta[9], sin olvidar su absorción de los caracteres de la divinidad solar[10]. Yavé Sebaot (Dios de los ejércitos) [175-178], en un largo recorrido histórico, «fue absorbiendo las funciones del dios solar, y combinó las funciones de dos tipos de dioses, El y Baal» [185, 261].

5.      El descubrimiento del sitio arqueológico de Ugarit-Ras Shamra…
… en 1929 ofreció en sus tablillas de cerámica un gran conjunto de literatura mitológica sobre los dioses, los mismos que menciona la Biblia[11]. Hoy sabemos que Yavé ha sido percibido, imaginado y cultuado de diferentes maneras, incluso se duda si el culto oficial real a Yavé era idéntico en Israel (Norte) y en Judá. Muchos especialistas, en efecto, piensan que el culto de Yavé en Judá era muy distinto: «el Yavé de Israel habría sido venerado más bien sobre el modelo de Baal, o sea, como una divinidad de la tormenta y de la fertilidad, mientras que en el Sur habría integrado los rasgos solares de la antigua divinidad tutelar de Jerusalén» [142; también 154]. Por otra parte, durante siglos, Yavé no es uno, sino muchos: Yavé de Temán, Yavé de Siquém, Yavé de Farán, Yavé de Samaría, Javé de Jerusalén, Yavé de Hebrón, Yavé de Bethel... [141-142]. En el territorio de Judá había una diversidad de santuarios, sobre todo en los «lugares altos», santuarios a cielo abierto, que la mayor parte de las veces eran yavistas [166-167]. Será ya sólo a partir del tiempo de Josías [253-276] que se comenzará a reclamar la unidad de Yavé, lo que en principio será sólo una monolatría, una unidad del culto y una centralización localizada del mismo, no un verdadero monoteísmo.

6.      El aniconismo (prohibición de imágenes) tan característico de Yavé en la (presentación final de la) Biblia…
no parece responder a la realidad de los hechos históricos; parece ser un desarrollo tardío. Durante la primera mitad del primer milenio antes de nuestra era Yavé parece haber sido representado icónicamente: parece que ha habido estatua de Yavé en muchos santuarios yavistas[12], y también en el templo de Jerusalén[13]. «La prohibición de las imágenes en el Decálogo no es una prescripción antigua, sino una idea formulada, como muy pronto, en el siglo VI a.e.c., movida por la preocupación (teológica) de distinguir a Yavé de las divinidades vecinas. En efecto, esta distinción está en la Biblia, pero es el final de un largo proceso, no un dato presente desde el principio»[14].

7.      Esas estatuas han sido antropomorfas, pero no sólo.
Hoy ya no ofrece dudas el hecho de que Yavé ha sido venerado en Israel, en Betel y más tarde sin duda también en Dan, siendo representado en forma bovina (toro joven, becerro), a la manera de Baal en Ugarit [146, 153, 162, 187], y se ha atribuido a este dios la liberación de Egipto, tradición que parece haber surgido primeramente en el reino del Norte[15]. Según los testimonios bíblicos, la veneración de Yavé ha sido materializada en Israel sobre todo en estatuas bovinas» [187]. Por lo demás era ésta una forma de representación divina común en el Levante. «La veneración de un toro en la capital del reino de Israel, Samaría, está testimoniada por el libro de Oseas» [145]. Tal vez el relato de 1Re 12 explica que había otro toro en el santuario de Betel [ib.]. Las «vacas de Yavé» de Oseas (4,1) se refieren también a ello[16].

8.      Un indicio directo de una estatua antropomorfa de Yavé
viene dado por la historia de la vocación del joven Samuel como profeta de Yavé en el santuario de Silo, relatada en el capítulo segundo del primer libro de Samuel. Parece probable que el texto hebreo ha sido alterado deliberadamente; según parece, los masoretas querían evitar toda alusión a una estatua divina... [162-163].

9.      «Aunque los redactores bíblicos critiquen a los reyes que favorecieron la veneración de Asherá…
no cabe duda de que a finales del siglo VII a.e.c. este culto jugaba un papel importante. Asherá era asociada a Yavé, quizá incluso en el templo de Jerusalén, por medio de una estatua colocada al lado de la suya» [225]. Durante mucho tiempo de la historia de Israel y Judá, Yavé no ha sido tenido por un Dios celibatario, como finalmente la Biblia nos lo ha presentado, recogiendo solamente su imagen de los últimos tiempos, y queriendo retro-proyectarla hasta abarcar toda su historia. En realidad, es solamente con el reino de Josías que Yavé se encuentra solo, sin su consorte Asherá [228]. 2Re 22,6 cuenta cómo Josías sacó la estatua de Asherá del templo, la llevó fuera de la ciudad, al Cedrón, y allí la quemó hasta convertirla en polvo. «La eliminación de la estatua de la diosa se enmarca en el objetivo monolátrico de la reforma de Josías» [265-274]. Los redactores de la escuela deuteronomista se han esforzado por separar a Yavé de su consorte Asherá [216].

10.   A la altura de todo lo que en los últimos años ha mostrado y evidenciado la nueva arqueología…
hoy ya no ofrece ninguna duda que los Patriarcas son fundamentalmente tradiciones elaboradas para forjar una identidad, para dar unidad familiar a las tribus, así como para establecer y ordenar o jerarquizar las relaciones de Israel con los pueblos vecinos; a todos ellos se les da un puesto dentro de la gran familia abrahámica[17]
Mención aparte merece la conquista de la tierra prometida (Jos 1-12), que actualmente es remitida, sin ninguna duda, al campo de la construcción teológica, de manos de los escribas del tiempo de Josías, interesados en manifestar la legitimidad del dominio de este rey sobre aquellos lugares, a la vez que proyectando hacia un pasado imaginario la imagen de un «Reino unido» que daba base y justificación a las pretensión de Josías de unir y anexionar el territorio correspondiente[18]. Los israelitas no realizaron ninguna conquista, porque, de hecho, ellos no vinieron de fuera; lo suyo no fue una invasión de su propia tierra; porque son población autóctona, estaban allí. «La distinción entre israelitas y cananeos no es una oposición étnica real, sino una construcción ideológica al servicio de una ideología segregacionista» [25].
Por otra parte, la idea de que antes de la monarquía, Israel habría estado constituida por doce tribus es «una invención de los autores bíblicos de las épocas persa y helenista, durante las cuales esta idea jugó un papel importante para afirmar la unidad religiosa de Judea, Samaría y Galilea» [26] [19].

11.   La historia que narra la Biblia, sobre todo la historia más lejana, no es la historia real sucedida.

-         No hace falta irse con los «minimalistas»[20] al extremo de pensar que nada en la Biblia es histórico; pero mucho menos cabe hoy día la posibilidad de optar ingenuamente por una interpretación fundamentalista, que otorga verdad literal a todo lo que la Biblia cuenta. Y esto que decimos de la historia bíblica general, también vale concretamente para la historia de Yavé que la Biblia narra: muchas de las cosas que la Biblia nos dice de Yavé no fueron así, o no lo fueron desde el principio, o no lo fueron en la magnitud, extensión local y significación que la Biblia les atribuye. También lo que se dice de Yavé, incluidas las omisiones -lo que no se dice-, y hasta lo que se ha modificado en el texto, o incluso lo que ha sido positivamente eliminado del texto en revisiones posteriores, también eso es construcción teológica, elaboración literaria con una intención religiosa, y casi siempre, también política.

-         No es cierta históricamente hablando la idea de que el monoteísmo, tan esencialmente asociado a Yavé, habría estado presente en el desarrollo religioso de Israel desde el primer momento, precisamente como uno de los rasgos característicos del Dios de la Biblia... Basta leerla con atención para ver los muchos trechos en los que manifiesta claramente la idea de la existencia de otros dioses tutelares de otros pueblos, a los que reconoce el mismo derecho de veneración que reconoce a Yavé. Römer resume así: «Yavé se convierte definitivamente en la divinidad más importante de Israel con el golpe de estado de Jehú. Yavé ha sido venerado en el Norte sobre todo como un baal, es decir, como un dios de la tormenta que recuerda al dios Baal de Ugarit[21]. No ha sido el único Dios venerado en Israel; tal vez ha estado un tiempo subordinado al dios El (sobre todo en el santuario de Betel)» [163]. No se puede hablar de monoteísmo sino a partir de la época persa[22]. Este monoteísmo no es una característica esencial de Dios desvelada desde el principio, sino un desarrollo muy tardío, en respuesta a un contexto histórico muy preciso, producto en cierto modo de un avatar político-histórico... Por otra parte, la imposición del monoteísmo no fue algo aceptado sin resistencia, ni logró imponerse completamente [23].

-         Los avances de la nueva arqueología hablan de otros temas que parecen también plausibles, aunque quizá necesiten más tiempo para que se pueda dirimir más claramente su veracidad y su alcance. Nos referimos al tema de los sacrificios humanos [181-185], sacrificios de niños concretamente [181], a la prostitución sagrada masculina y femenina en los templos [263], etc. Römer afronta delicadamente el tema en su libro, y a él remitimos nosotros, pues para nuestro objetivo, con lo dicho hasta aquí resulta suficiente.

REFLEXIONES TEOLÓGICAS

1.      El carácter mismo de «invención» o construcción humana
No cabe duda de que el título del libro de Römer parece provocativo: la «invención de Dios». Pero el autor lo ha puesto conscientemente: Hablando de ‘invención de Dios’, no es que nos imaginemos que algunos beduinos se han reunido un día en torno a un oasis para crear su dios... o que, más tarde, algunos escribas hayan forjado todas las piezas de Yavé en cuanto dios tutelar... Hay que comprender esta ‘invención’ más bien como una construcción progresiva a base de tradiciones sedimentadas cuya historia ha revuelto sus estratos hasta hacerlos emerger en una forma inédita. Cuando se analiza cómo se ha desarrollado el discurso sobre este dios y cómo ha venido a ser el dios único, se puede ver ahí una suerte de ‘invención colectiva’, siempre en reacción a contextos históricos y sociales precisos. [14]
Así, es claro que el libro de Römer no pretende sólo proporcionarnos un gran acopio de datos históricos sobre la evolución de Yavé y los demás dioses en el desarrollo bíblico, sino que también viene a sostener la tesis de que ese desarrollo, puede ser calificado o titulado con justicia como una invención o construcción colectiva en reacción a los sucesivos contextos históricos.
Hasta hace relativamente poco tiempo, expresarse así se consideraba religiosamente ilegítimo, como un síntoma de una falta o una pérdida de la fe; esta consideración fue una posición rígida secularmente mantenida. Después se dio otra posición: la de distinguir la afirmación de fe y la afirmación científica. Una cosa sería lo que un autor puede pensar como creyente, y otra lo que puede afirmar en cuanto historiador, o arqueólogo. Hoy día tal vez no necesitamos tanto de esa distinción: lo que creemos en el plano religioso tiene que ser compatible con la verdad de los hechos que la ciencia nos descubre. No se trata de elevar la ciencia a la categoría de dogma incuestionable, pues la misma ciencia se proclama no dogmática y siempre dispuesta a dar la bienvenida a nuevos descubrimientos que nos obliguen a elaborar hipótesis nuevas y hasta contrarias a las actuales; pero sí se trata de acomodar nuestras opciones creyentes a un nuevo modo humano de ser en este mundo marcado radicalmente por una ciencia en avance constante.

2.      La revisión de los antiguos planteamientos dualistas del concepto de revelación
Este nuevo panorama que la historia y la arqueología nos ofrecen del proceso de elaboración de la Biblia inviabilizan ya definitivamente aquel modo de ver de hecho la Biblia como Palabra de Dios, literalmente dictada por él; los creyentes han profesado una devoción sublime singular hacia este libro cuando vivían en un mundo mental precientífico, en el que todavía les era posible pensar que de alguna manera la Biblia había caído del cielo, que Moisés bajó de la Montaña las tablas de la Ley, que los profetas escuchaban y transcribían los oráculos de Yavé, y que el texto de la Biblia era, en el sentido más directo de la palabra, «Palabra de Dios», un libro cuyo «autor» es Dios[24]. Estaba de por medio la visión de un Dios teísta, situado en el cielo, desde donde protagonizaba una larga serie de intervenciones en la historia, cuyo registro constituía precisamente la Biblia. Aquel mundo hace tiempo que se acabó, y la nueva arqueología ha venido a hacerlo si cabe más imposible. Si hemos de seguir creyendo en la dimensión bíblica que tradicionalmente hemos llamado «revelación», habrá de ser desde otros supuestos, y probablemente hasta con otros nombres.
Hace ya años sugerí[25] que la palabra «revelación» (remover el velo, des-velar, re-velar) no sólo no es correcta, en cuanto que no se refiere a lo principal de lo que con ella querríamos significar hoy, sino que además nos hace daño, en cuanto que prolonga un imaginario dualista (Dios arriba, nosotros abajo, Dios quitando el velo para que nosotros podamos ver, Dios autor unilateral de la revelación...) y teísta, que nos mantendrá alejados de otras visiones más ajustadas a la realidad concreta de ese proceso de elaboración bíblica que hoy conocemos mejor. Sólo se puede permanecer en el antiguo concepto de «re-velación» si nos mantenemos alejados de esta información histórica a la que hoy tenemos acceso por el desarrollo de la arqueología y otras ciencias. Y viceversa: quien accede a esta información, no puede ya aceptar aquel mundo mítico de revelaciones, intervenciones celestiales para comunicarnos secretos en palabras mágicas sagradas que contienen la Palabra de Dios.
La evolución de la imagen de Yavé que el libro de Römer presenta es una evolución histórico-cultural normal, como cualquier otra de las registradas en las culturas vecinas, en todo el Levante, o como en cualquier otra parte del mundo, como cualquier otro pueblo de la Antigüedad, cada uno con su idiosincrasia y sus propios condicionamientos contextuales, de todo tipo. Por eso mismo, esa evolución cultural incluirá la convicción de que ese pueblo es diferente, es único, porque su dios tutelar es también único y lo ha elegido únicamente a él... Se trata de una unicidad «normal» en ese tipo de procesos de la historia humana. Son procesos culturales -concretamente religiosos- peculiares en cada caso, aparentemente únicos e irrepetibles, pero con estructuras muy semejantes, comunes dentro de la evolución de la especie humana. A la genialidad y creatividad religiosa de cada cultura, juntan la neurosis religiosa propia de su pueblo: una síntesis con sus propias luces y sombras; algo muy humano.

3.      Muchas cosas hermosas que hemos dicho en el ámbito religioso…
no se pueden ya repetir cuando accedemos al conocimiento concreto y detallado de los entresijos históricos y políticos de la vida de un pueblo, que estaban sepultados por la densidad de la historia hasta que la arqueología ha comenzado a desvelárnoslos. Hoy, conociendo la letra pequeña de todo ese desarrollo histórico, y sus imponderables motivaciones y condicionamientos, ya no podemos repetir muchas de aquellas cosas hermosas sin darnos cuenta de que se trata de eso: «cosas hermosas», pensamientos bellos, genialidades estético-religiosas, poesía, metáforas, buenos deseos... de los que como seres humanos tenemos tanta necesidad.
¿Se puede continuar diciendo que todos los pueblos buscaron a Dios, mientras que «nosotros somos el único pueblo al que Dios (¿Yavé?) salió al encuentro»? Después de estudiar los resultados de la nueva arqueología, de la que el libro de Römer nos presenta un buen resumen, ya no se puede seguir diciendo lo mismo. Es conocido el dicho de Schiller, retomado por Hegel, de que la historia del mundo es el juicio del mundo; podríamos decir paralelamente que, la arqueología de la Biblia y de su proceso de formación son también el mejor juicio crítico de la Biblia y de sus contenidos, el mejor juicio crítico del teísmo. La honradez del conocimiento exige reconsiderar las bases arqueológico-bíblicas de cualquier planteamiento teísta. Basta estar bien informado histórica y arqueológicamente para no caer en el teísmo ingenuo, en el fundamentalismo, en la interpretación de textos como escritos o dictados por Dios, o en el exclusivismo religioso, ni siquiera en un monoteísmo determinado.
¿Se puede seguir diciendo que el monoteísmo es el sello de la revelación de Yavé, o la marca registrada esencial de la religión judía? La línea que Römer ha conseguido trazar a base de los factores de su surgimiento y los condicionamientos histórico-políticos que lo rodearon, rebaja mucho el entusiasmo que hoy pueden suscitar aquellas afirmaciones en el campo concreto de la historia de las religiones. La situación actual es mucho más humilde. Y tenemos ahora por delante muchas cosas nuevas que reflexionar.
Un pensamiento importante: viendo por la arqueología ese desarrollo histórico de la formación de la Biblia, y hablando teísticamente, podríamos decir que «dios salió al encuentro de Israel a través del encuentro de Israel con otros pueblos». En efecto, la ciencia nos descubre cómo muchos elementos bíblicos están inspirados, influenciados, o directamente tomados de la vivencia religiosa de otros pueblos, de su literatura religiosa: de Mesopotamia, de Ugarit, Egipto, Asiria, Persia... La «revelación de Dios» exclusiva y monopólica, tal vez no ha existido más que en nuestra mente, no en la realidad, ni siquiera en las páginas de la Biblia cuando las leemos con todo el realismo que la nueva arqueología posibilita. El nuevo concepto de «revelación» -si es que mantuviéramos la palabra-, seguramente ya no podrá mantener fronteras ni exclusividades.
Dice Römer que la mayor parte de la Biblia hebrea puede ser calificada como «literatura de crisis»[26]. Los grandes textos, los elementos ideológicos más de fondo, los principales impulsos de redacción, tuvieron lugar en momentos históricos de crisis, no sólo económica o política, sino sobre todo existencial. Momentos en los que el pueblo perdió el sentido del rumbo de su existencia, o en que pareció que su identidad se evaporaba, o en que su Dios había fracasado. Fueron momentos de crisis en los que Israel puso a prueba su genio, su creatividad, las fuerzas más hondas de su existencia, para reinventarse a sí mismo, reinterpretando su historia y creando ante sí un espacio de futuro para su esperanza[27], lo cual es quizá la esencia del hecho religioso.
¿Por dónde continuaría hoy esa «inspiración» que «en tiempos de crisis» cristalizó en la elaboración de la Biblia? Esa inspiración continuará hoy sin duda en la reflexión religiosa que necesitamos hacer para afrontar y superar una nueva crisis, la actual, que incluye la urgencia de descubrir que Dios es una construcción humana colectiva... y que ahora que la arqueología nos ha hecho perder la ingenuidad sobre el proceso de elaboración de la Biblia, ya no podemos esperar otra palabra de Dios caída del cielo, como durante más de dos milenios estuvimos pensando. ¿Cómo se transformará esa construcción colectiva de la inspiración divina, ahora que sí sabemos que somos nosotros quienes la construimos? Tendremos que responder entre todos a la pregunta, con los hechos, aunque probablemente será de nuevo con palabras como haremos la nueva construcción con la que recrearemos nuestra identidad y nuestro futuro, y nos reinventaremos a nosotros mismos.

Notas
[1] Seuil, Paris, marzo de 2014, 332 páginas. Existe traducción al inglés: ‘The Invention of God’, Harward College, 2015. Traducción al portugués: ‘A história de Javé’, Paulus, São Paulo, 2016. Nosotros manejamos la edición original francesa, que es la que citaremos. La traducción de las citas es nuestra.
[2] El desafío de esta nueva arqueología (antes llamada bíblica) no afecta ahora sólo a las religiones, sino también al Estado de Israel y al Pueblo judío. No pocas certezas de la historia del pueblo y de la cultura judía se tambalean ante los nuevos descubrimientos de esta nueva arqueología. Cfr a título de ejemplo los libros de Shlomo SAND, entre otros, ‘Comment le peuple juif fut inventé’, Fayard, 2008 (traducción española: ‘La invención del pueblo judío’, Akal, Madrid 2011, 350 pp; traducción al inglés: ‘The Invention of the Jewish People’, Verso, London-NewYork 2009).
[3] Es de notar el cambio de título de la traducción brasileña: ‘A origem de Javé’. Aunque los cambios de título en las traducciones de los libros suelen ser problemáticos, hay que reconocer que este nuevo título describe perfectamente el contenido del libro.
[4] El adjetivo hace alusión al título de la obra más famosa de este «nuevo paradigmo arqueológico», ‘La Biblia desenterrada. Una nueva visión arqueológica del Antiguo Israel y de los orígenes de sus textos sagrados’, Siglo XXI Editores, Madrid 2003, pp. 312, de Israel FINKELSTEIN y Neil Asher SILBERMANN
[5] Para aligerar las notas a pie de página, incluiremos en el cuerpo principal del texto del artículo las referencias escuetas de las páginas cuando se trate de ‘L’invention de Dieu’ -en su edición original en francés.
[6] El lector podrá confirmar y desarrollar matizadamente cada uno de estos puntos sobre el libro de Römer.
[7] Cuatro textos poéticos de la Biblia hebrea afirman el origen ‘sudista’ de Yavé: Dt 33,2 (Dios viene del Sinaí, del Seir), Jue 5,4-5, Sl 68 y Hab 3,3. ‘L’invention…’, 57-61.
[8] «Como ya lo hemos destacado, incluso en Jerusalén, Yavé no ha sido venerado en solitario. Según nuestra investigación, en los primeros tiempos, sin duda, ha cohabitado en el templo con una divinidad solar, a la que quizá se hallaba subordinado». ‘L’invention…’, 167.
[9] «Es un dios de la guerra y un dios de la tormenta. Se comprende entonces fácilmente que esta divinidad haya sido venerada por tribus de las regiones áridas, en conflictos militares con otros grupos o con el poder egipcio». ‘L’invention…’, 67.
[10] «Sin duda, Yavé ha tomado sobre sí los rasgos y funciones del dios solar con el cual ha en Jerusalén. La importancia del culto solar en Jerusalén se puede explicar, entre otras razones, por la influencia egipcia. La transferencia de los rasgos solares sobre Yavé aparece en los nombres propios teolfóricos, en la iconografía y en las descripciones de las teofanías». ‘L’invention…’, 171.
[11] «Los textos ugaríticos de final del segundo milenio describen a Baal con funciones y títulos que son aplicados a Yavé en los textos bíblicos, lo que confirma la idea de que el dios de Israel es, desde el punto de vista de la historia de las religiones, un dios de la tormenta como lo es Baal-Hadad, el dios que provoca el rayo y el trueno», Thomas RÖMER, ‘Les cornes de Moïse. Faire entrer la Bible dans l’histoire’, Collège de France/Fayard, Paris 2009, p. 33.
[12] ‘Les cornes de Moïse’, p. 44.
[13] ‘L’invention…’, 194. ‘Les cornes…’, 44.
[14] ‘Les cornes…’, ib.
[15] ‘L’invention…’, 146. Ver también: KAEFER, Ademar, ‘The Exodus as a Tradition from Northern Israel under the leadership of «Él» and «Yahwéh» in the form of a young bull’, in VOICES XXXVIII, 2015/3-4 (December 2015) 123-142. Traducción española: El éxodo como tradición de Israel Norte bajo la conducción de El y Yavé como un becerro, ibid. p. 143-164.
[16] «...Este  protocapitalismo provoca la pauperización de las capas más modestas de la sociedad. Profetas como Oseas y Amós denuncian esto. Oseas polemiza con las ‘vacas’ de Samaría y de Betel, lo que significa que la divinidad tutelar de Israel fue venerada allí bajo la forma bovina. Es posible que, bajo Jeroboam II, ciertas tradiciones bíblicas como la historia de Jacob, que se convierte en el ancestro de Israel, o incluso la tradición de la salida de Egipto, han sido escritas por primera vez en el santuario de Betel», ‘L’invention…’, 29.
[17] Esta nueva visión de los patriarcas modifica nuestra visión de «el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob»... Yavé deja de ser el Dios que decidió formarse un pueblo de las entrañas de Abraham... Igualmente, la nueva arqueología piensa que no hubo éxodo o salida de Egipto ni travesía por el desierto... con lo que, como consecuencia, también cambia la imagen de Yavé como «el Dios liberador de la esclavitud de Egipto».
[18] «Se puede observar que los relatos que narran las conquistas en detalle se sitúan todas en el territorio de Benjamín. Podría tratarse entonces de una legitimación de las conquistas de Josías por medio de un relato que se presenta como narrando los orígenes de la posesión del país presentando el apoyo de Yavé, a la manera del apoyo de los dioses asirios a favor de los reyes del Imperio. En efecto, Josué, cuya historicidad no es nada segura, es un Josías apenas disimulado, y el hecho de que conquista todos los territorios prometidos por Yavé muestra la superioridad del dios de Israel sobre los otros dioses». ‘L’invention…’, 275.
[19] Afortunadamente, la deconstrucción de la conquista bíblica de la tierra prometida libra a Yavé de una página supuestamente histórica que en los tiempos modernos no le habría hecho mucho favor, ya que la imagen tribal, etnocéntrica, y por momentos genocida -con verdaderos «crímenes de guerra» en una «guerra de invasión» por demás injusta- le privaría actualmente de credibilidad.
[20] ‘Les cornes…’, 50.
[21] «El salmo 29 -probablemente norteño, aunque ha sufrido una revisión en el sur-, describe claramente a Yavé como un dios de la tormenta que calma las aguas, como el Baal de Ugarit. Afirma la potencia de Yavé comparándolo a un toro joven, sobre las aguas y la naturaleza. Tal himno hubiera podido ser aplicado a Baal sin problema ninguno en Ugarit». ‘L’invention…’, 154-155.
[22] «El ‘monoteísmo bíblico’ no aparece claramente hasta la época persa, integrando aun así una cierta dosis de politeísmo (textos que aceptan la existencia de otros dioses, que no son censurados)». ‘Les cornes…’, 44.
[23] «Los documentos que provienen de la colonia militar de Elefantina, entre otros, testimonian todavía en la época persa la veneración del dios de Israel (Yaho) en compañía de otras divinidades, a la manera de las tríadas egipcias; es decir, que el monoteísmo y la centralización del culto en Jerusalén lo tenía muy difícil para hacerse aceptar en todos los lugares». ‘Les cornes…’, 54.
[24] La idea de la autoría directa de Dios ha hecho correr, milenariamente, ríos de tinta, tratados enteros sobre Dios como autor, y sobre el «hagiógrafo» como instrumento, la revelación como «dictado» por parte de Dios, la interpretación del texto como palabras directas de Dios. Cfr. A. BARUQ - H.CAZELLES, ‘Los libros inspirados’, en A. ROBERT - A.FEUILLET (eds), ‘Introducción a la Biblia’, Barcelona 1965, p. 42.
[25] J.M. VIGIL, Teología del pluralismo religioso, Abya Yala, Quito 2005, pág. 89. Accesible en: https://independent.academia.edu/josemariavigil/Teología-del-Pluralismo-Religioso
[26] «La mayor parte de la Biblia hebrea puede ser calificada como ‘literatura de crisis’, pues el exilio babilónico, aunque no haya afectado sino a una pequeña parte de la población, constituye el fundamento histórico e ideológico de la Biblia y del judaísmo». ‘Les cornes…’, 64.
[27] En ese tiempo de crisis profunda, sin salida, en el que sentían que hasta su propio Dios había sido derrotado, aquellos desconcertados creyentes... «se escribieron a sí mismos dentro de los relatos que crearon, reivindicando ser los sobrevivientes y los herederos de las promesas: el resto de Israel» (Van HAGEN, ‘Rescuing Religion, How faith can survive its encounter with science’, Polibridge Press, Salem, Oregon, USA, 2012, p 19).

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